Un país como el nuestro comprueba que la literatura es un oasis. Si no fuera por la literatura más de una persona deambularía por la calle conversando con demonios o condenando a los demás por sus formas de pensar, de ser, de sentir, de expresarse, etc. Los buenos lectores no tienen tiempo para el mundanal ruido y andan escarbando con las ficciones los propios abismos interiores en busca de las sendas de su ser. Los buenos lectores no tienen tiempo para andar cazando a su prójimo como ya se volvió costumbre en este país de la indolencia; eso se lo dejan a los esbirros y lavaperros de narcos, corruptos y psicópatas... Aquí uno de esos lectores que deambulan esta ciudad de los molinos, esta ciudad verde a la orilla del páramo y de la sombra del guerrero; esta ciudad que aún no resignifica su memoria y que por tanto, aún no logra dimensionar la importancia de la dignidad... Gracias a Diego por compartir con nosotros esta invitación para valientes: leer a Proust, algún día... ...