EL ABISMO ENTRE EL SILENCIO Y LA PALABRA SELECCIÓN DE POEMAS DE CARLOS FAJARDO FAJARDO

 

En la Feria del Libro de este 2025 se presentó la Antología Poética de Carlos Fajardo Fajardo, quien es uno de esos poetas colombianos que lleva décadas depurando su obra al margen de los círculos de poder y del ruido que sobrepasa a veces estas cuestiones de la creación poética tan a merced del artificio, el marketing y el influjo tenebroso de la Inteligencia Artificial. Se trata de una obra ya madura y atenta a ese país que le sirve de semilla y de corteza. Una obra que ahora vista como totalidad en este libro, permite interrogarse por esos libros escritos por poetas enormes que permanecen lejos de los reflectores, pero cuyo aporte poderoso, a través de sus versos, señalaría unas músicas que perduran al fondo del cauce mientras en la superficie se imponen las músicas de moda, unas poderosas y otras más bien no tanto. Nunca antes Bourdieu fue tan acertado: el campo poético como campo de batalla... Pero mientras unos ganan la guerra y otros se preparan para la próxima batalla, los lectores nos sentamos en un rincón a rastrear lo que está en el estante, a la espera, latiendo a pesar del tiempo y de la indiferencia. Compartimos con ustedes las palabras de presentación del libro y una selección de nuestros poemas favoritos del poeta. Y pasen la voz; a veces un verso está buscando el corazón en qué anidarse. Ahí nos vemos.

                                                                                                      MFP

 



EL ABISMO ENTRE EL SILENCIO Y LA PALABRA

 

Por MIYER PINEDA

 

 

La poética de Carlos Fajardo Fajardo (Santiago de Cali, Colombia, 1957), se ha ido depurando a lo largo de más de cuatro décadas. El libro que el lector tiene en sus manos es un amplio recorrido por el reino que ha sabido construir justo en las orillas del tiempo, con los hilos de la memoria y con la certeza que sólo puede dar el camino. Lector voraz, Fajardo Fajardo hizo de la poesía el sentido de su existencia, el método para descifrar y comprender el sinsentido atroz del mundo en un mar de belleza innumerable. Sus poemas son hallazgos de momentos en los que el ser atraviesa umbrales que permiten vislumbrarlo todo y asombrarse a pesar de la sensación efímera o de la cicatriz que deja el vuelo. Cada verso es huella, vestigio, cartografía de un viaje en el que el silencio es el árbol sobre el que se desplegará el lenguaje. La cuestión es el origen, la raíz, la semilla; elementos que hacen posible el andar.

Al pensar la carga simbólica de los poemas, se piensa al poeta como presocrático en tiempos de descreencia espiritual. La imagen es presencia milenaria; contiene la sabiduría, la decantación del abismo que yace entre el silencio y la palabra, porque en el vacío de esas dos orillas, está lo humano en complejo vaivén, latiendo, haciendo posible el verdor, el aire, el sentido. De esta manera se comprende la presencia de lo femenino: ¿por qué razón vale la pena levantarse, luchar, participar en la batalla? La respuesta la ha encontrado el poeta en los fractales de la imagen que se expanden a lo largo de la obra. Iterar hasta que el espíritu respire y la certeza nos de serenidad.

El problema es que, si la poesía es el abismo que han tejido el silencio y la palabra, y si, en la mitad de ese vacío, el ser medita las cicatrices que han dejado la existencia, entonces el amor es la caída. Pensar ese rasgo de lo humano es uno de los fractales que se despliega por la obra del poeta Carlos Fajardo Fajardo.  Se ha propuesto indagar el origen de la nostalgia en todas sus formas, y para ello ha rastreado la profundidad de la fábula.

Ya sea en la historia de amor de Modigliani, o en las pinceladas con las que registra el impacto que produjo la cercanía de algún cuerpo; o, al detener en el tiempo la grandeza de los poetas menores, o en las pulsiones del habitante extraviado, ignorado, exiliado, destruido por las estadísticas y el poder, Fajardo Fajardo erige la trinchera del lenguaje como escudo y testimonio. Al final, el poeta ha establecido una batalla contra el olvido, y aunque sabe que es inminente su derrota, sospecha que hay honor en pensar que la vida es más que un simulacro.

El poeta adelanta una lucha contra el tiempo porque intuye la cercanía de la muerte. En el combate, advierte la manifestación del deseo como pulsión de lo vital que quiere detenerse -tal como susurraba Kavafis en su oración[1]-, hasta que la serenidad recupere algo de su cauce. En adelante, el sujeto tendrá que librar sus propias batallas en un escenario delimitado por la muerte y el deseo.

Carlos Fajardo Fajardo enseña que, si en verdad tienen que vivirse vidas ajenas trazadas de antemano como destinos impuestos, y a merced de la devastación de lo humano, es posibilidad ética acercarse a la poesía como refugio del ser. Aun así, es palpable la desazón; pasan rostros, recuerdos y el tiempo que deja la inminencia de una certeza. Frente a la sucesión de lo vital, el poeta apenas puede utilizar el lenguaje para intentar descifrarse frente a ese río torrentoso que es indiferente a la pulsión. Este es uno de los rasgos que más seducen de la obra del poeta; se trata del testimonio de una fuga hacia la intimidad, se encamina al interior para advertir cómo ha sido la lucha de construirse un refugio espiritual que permita resistir los embates de la realidad[2].

Es notoria la lección ética en la escritura de Carlos Fajardo Fajardo; se despliega en una dimensión estética y ontológica a lo largo de su obra. La carga estética es tan crítica que sostiene la necesidad de exigir espacios que permitan ganar autonomía aunando el propósito furibundo de resguardar al ser. La poesía entonces es resistencia; detenerse y conversar con uno mismo; combatir la alienación con palabras e imágenes, aprender de las cicatrices que dejarán estas luchas desde lo simbólico.

El teatro de fondo es la urbe en todas sus vertientes, territorios, espejos y cloacas. La ciudad como sumatoria y foco de la cosificación, en la que aniquilación e indiferencia son consigna. Y sobre este escenario de operaciones se establece otro que el sujeto-molusco carga, sin advertirlo -la mayoría de los casos-, se trata del pasado envolviendo a la infancia. El poeta la contempla como cicatriz que, al rozar el tacto, proyecta el dolor en hologramas. Los vemos en silencio, brindamos con ellos, escribimos sobre la nostalgia; le dan cierto tono a la voz y a la mirada, hasta que, nuevamente se expande en silencio. Así el olvido deviene sanador, padre, dios, forma del ser de deshacerse de sí mismo.

El desdoblamiento que se percibe puede verse también como quiebre, como herida que se abre poco a poco, como la grieta en un muro que es semilla de abismo.

Quizás por esta razón, al final, comprender la inminente derrota en esta lucha del vivir, permite advertir que la fe poderosa en las armas que posee el poeta no era más que una manera de no rendirse fácil ante el destino, y que, por esta razón, aunque la poesía no sea más que “una forma de salvación sin salvación” (poema “Esquela del amor”), es un honor no inclinar la cabeza sin haber resistido, porque un poeta guerrero hasta de rodillas combate.

En los poemas, el trasfondo, la nostalgia, el país, el exilio, la rabia, la ciudad, el trópico, el deseo, la muerte, el fractal abriéndose paso; el poema “Barrios” es un ejemplo diciente:


“¿Cuántos a su alrededor no estarán solos

errantes como una centella en la niebla?

 

Todavía sus calles vagan igual a perros sin dueño.

Todos son una sombra vana

que no termina.”

 

La pulsión de lo orgánico, de lo vital se hace presente; no sólo porque el tiempo desgasta sino porque la muerte es la sombra que lo sostiene todo, porque para ella, el sujeto es una de esas torcazas de la infancia, uno de esos papalotes que construía el personaje de la canción de Silvio Rodríguez[3]. La referencia al cantautor cubano es necesaria porque permite acercarse a la atmósfera festiva en la que lo terrible prospera. El peso de la tristeza es severo, pero ya hay un callo en el corazón para afrontar el devenir; se trata de un paulatino aprendizaje del ser; se trata de la seguridad y del poder que le da al sujeto atreverse a combatir la servidumbre, resguardándose en un refugio espiritual. Esta es la lección de la poesía, construyes una trinchera con palabras, un búnker para que se oculten lo esencial y tus fantasmas. Es bella la imagen de la cometa, del papalote allá en la infancia, detenida en el tiempo, en el poema: “Aún sigues perseguida por los chicos de la cuadra / cuando decidiste zafarte de mi voluntad de doce años” (Poema “Torcaza de la infancia”).

Carlos Fajardo Fajardo explora el mundo con ojos de asombro y de inocencia; por eso el peso de lo familiar subyuga, mientras las hormigas, al fondo, continúan con su labor de ángeles, mudando lo que se salva de este mundo al otro mundo. Noticias, recuerdos, ancestros, perros, plantas, vecinos, muebles, objetos en los que yace el universo y que terminan componiendo la saga familiar, son vestigios que la nostalgia envuelve y sobre los que se detiene el poeta para abrillantar su pátina.

El poeta sale del reino milenario de su hogar para explorar la ciudad, el cuerpo del amor, el mundo. Desde los abismos de su espíritu al barrio, a la metrópoli; mientras, la muerte, “ese asunto que nos deja sin amigos”, recorre su senda junto a la belleza.

En los poemas, calles que apuntan al corazón de las ciudades, calles en las que está Borges sentenciando su muerte y la noche; otras que dejan inmóviles a los peatones mientras en la periferia, músicas y algunas casas, sobreviven a la hecatombe de la memoria y de la naturaleza, frente a la brutal epidemia del asfalto. Entre los versos, hombres que hablan solos, es decir, con sus fantasmas y con páginas de agua que poco a poco se fugan entre los rescoldos de un presente efímero y caótico.

El poeta percibe que las emociones humanas se ubican en el territorio; pone su oído sobre el vientre de las calles y de los muros para sentir el latido de un propósito, de una razón de ser o de una imposición. Al final, la ciudad y sus habitantes dialogan con el poeta, con el artista, con el espectro que presta atención un poco, al susurro que se cuela entre ladrillos y andenes y torcazas, guiadas por el tiempo, como vestigios alados de épocas mejores. Lo grandioso es que el poeta enseña, a lo largo de su obra, que el infierno es soportable gracias a Beatriz; su presencia es lo que quedó de la devastación del paraíso.

Dentro del corpus destaco dos libros; el primero Tierra de sol (2003), por su innovación dentro del campo de la poesía colombiana; desde una génesis local, establece una conversación entre poesía y memoria histórica. En los poemas, diálogo y tiempo edificado entre ríos, montañas y planicies, sobre las que los personajes históricos deambulan, manifestando su presencia indiferente y poderosa. Si en los demás libros la ciudad es una presencia, aquí se busca la génesis, la raíz que ha permitido la existencia de este árbol aterrador que es Cali, la llamada sucursal del cielo, salvada tan sólo por sus ríos, ciertas gentes y músicas ocultas y sentenciadas al olvido. La propuesta es innovadora porque se trata de la poesía retomando la historia; diálogo con una simbólica que termina siendo testimonio de la fundación de una ciudad, y de los sueños y frustraciones de sus habitantes.

El segundo libro es Navíos de Caronte (2009); demoledor. Leerlo es comprender que la poesía es humanismo depurado; se trata de una obra que tendría que ser leída en cada aula de Europa, en cada biblioteca de este continente que lleva nombre griego pero que pareciera olvidar orígenes y logros como sociedad producto de la Ilustración. Todos los que estamos por fuera de sus límites somos bárbaros según la lógica neoliberal. El imperialismo golpeó y condenó de manera tan brutal a las colonias y a los países del tercer mundo, que ahora se ve el Mediterráneo, el mar de Ulises, como fosa común. Parece que el rostro de los nacidos en estos países que están por fuera de la globalización y de la dignidad, está atravesado con el signo de la muerte. El capitalismo salvaje etiquetó como Dalit a todo lo que le sobra o estorba, y expandió la exclusión como peste por todo el planeta.

El navío se torna simbólico. Caronte lo guía hacia un infierno diferente, eludiendo a la Necroeuropa tan soñada, y en la que comienza a emerger de nuevo el monstruo de la extrema derecha. La muerte se ha enamorado de aquellos que nacen empobrecidos y signados para el fracaso. Se trata de poemas dolorosos, susurrantes; la tristeza se ofrece envuelta en el lenguaje.


El lector que asuma el reto de leer esta antología navegará de la mano de una voz honesta y sensible, experta en las lides de la resistencia desde la trinchera de la poesía. Aquí hallará un mundo en el que además nos encontramos con las extrañas artes de la amistad y de la conversación, y una depurada crítica a los malestares humanos de la cultura contemporánea tan aficionada al horror y a la paulatina mutilación de lo bello.

 

Tunja, 2024

 

SELECCIÓN DE POEMAS DE CARLOS FAJARDO

 FAJARDO

 

De ORIGEN DE SILENCIOS

Fundación Banco del Estado, Popayán, 1981.

 

 

POEMA A MADELAINE

 

Madelaine

muchacha que palpas con tus dedos mis cabellos

bajo la frescura de este invierno

te digo bajo esta lluvia:

¿Recuerdas las voces que acompañan la nostalgia?

Nunca las pronuncies en mi presencia

trata de iluminar, por el contrario.

Que el sol penetre hondo entre nosotros

Madelaine

de luz y de escultura

que el sol penetre hondo

y revuelvas mis cabellos cariñosa

como si fuera tu hijo recién llegado de la guerra

como si recién acabara una batalla.

 

 

DE MODIGLIANI A JEANE HEBUTERNE

 

El inclemente paso del tiempo

ha traído hasta aquí tandas de nubes negras

y en su trazado emblema corazones tristes

la canción sonriente…

 

Tú meditas en el cuarto

y esperas de mi dolor esa dulzura

amándote con esa envidiable suavidad que yo te represento

                            De eróticos rumbos

                                                                  palmoteo y tacto

                                                         en la oscuridad del beso.

 

Tú sueñas verme de gentil hombre esta noche

que se despoja algo de mi corazón adolorido.

Será mejor que el olvido nazca en ti amor mío

mejor que me apague en tu memoria

mejor no inventar el sabor perdido de mi nombre

que no me restablezcas

porque ya nada queda en mí para hacerte gloria

mañana muero con el día

mis débiles pulmones me habrán asesinado.

 

 

PALABRAS DE ORFEO

 

Los poetas seremos siempre los hurtadores del alba

                                                                  y de la noche

De la serenidad y la tormenta

Abriremos una herida

                                               en el alma de todo forastero

Veremos siempre lo que fuimos y lo que somos

 

Los poetas

                   cargaremos el dolor

igual que los ancianos la prontitud de la muerte.

 

 

POÉTICA

 

Todo es vano

como la palabra aún no escrita.

La enorme clarividencia de los sabios

es apenas burla ante la gruta poderosa del misterio

y el bastón del ciego torpe

al final lo lleva a los parajes

del miedo y del asombro.

 

Todo es vano

también en el misterio.

 

Los poetas crecen en el carísimo vaivén

de los hombres como barcas

fabrican a veces lunas rojas

y refugios encantados

para no morir en la memoria de alguien que los sueña.

 

Todo es vano también en la memoria

 

Aun ni el fugitivo escapa de la muerte.

 

 

De SERENIDAD SITIADA

Si Mañana Despierto Ediciones. Colección de poesía. Volumen 1.  Bogotá, 1991.

 

 

EL PRIMER SOL

 

 

Si escribí fue tan solo para no morir.

En mis primeros años

no contaba con la astucia de hombres muertos.

Caminaba entre higueras marchitas

conociendo de prisa la silueta de las cosas.

Sin olvidar sus formas

me detuve a darles nombre.

Así aprendí el mundo.

Ahora no puedo faltar a mi palabra.

De este a oeste

igual a péndulo de arena

mi deseo crece cotidiano.

 

 

ASUNTOS DE FAMILIA

 

Dichosa y dura fue la muerte de nuestro padre.

Dichosa, aunque en ella

no encontró la mano que le negamos

la despedida deseada, disfrazada de nuestra culpa.

 

Tal vez muy pocos

hayan tenido esta suerte

el apresuramiento

de morir en brazos de un padre agonizante.

Dura fue esa muerte recubierta de rencor.

Su perdón no le dimos

su existencia fue una carga

la cual aún llevamos como un sello.

 

Se cree superar un padre

pero no más allá ni más acá

en cada estancia de nosotros

hay otras estancias

llenas de los cachivaches de nuestro padre.

 

 

LAS HORMIGAS

 

Allí está aquel limonero devorado por hormigas

que salvaron muros e inundaron las ventanas.

Fueron trepando hasta el corazón de la casa

atravesando neumáticos

que sirvieron alguna vez de salvavidas.

Ágiles treparon por blancas paredes

con sus patas vidriosas

perseguidas por lagartos.

Cuánto no luchó la madre

por detener sus voraces triunfos

llevándose la flor más linda de la cuadra.

 

Todavía van por los jardines

Que soportan esta casa.

 

LA CALLE DE MIGUEL

 

“Miguelito, el balón”

Grito de la cuadra

 

 

Amo a aquel Miguelito y a su calle sin filosofías

ni conceptos,

no al que cortaba el césped a las señoras

ni al que lavaba la mierda de los perros.

Amo a al que nos gritaba hijos de putas

cuando el balón destrozaba la flor más bella de la cuadra,

al que surgía de los sótanos

con un cuchillo dispuesto

a destornillarnos el ombligo.

 

Amo esa calle de Miguel

donde está aquella veranera roja bajo un cielo afortunado

que me recuerda el jardín y las begonias,

la misma donde la mano de Rosa la mía rechazara

y la sonrisa de Miche huyera de mis labios.

 

Demolerán la casa de Miguel

mas su imagen seguirá siendo una estatua de memorias

pulida en la piedra de nuestra risa

como un secreto que conoce

el desciframiento total del infinito.

 

 

CALLE DE LAS MUJERES

 

Son ellas la ciudad que no se nombra.

Fatales y hermosas para los que de amor mueren.

 

 

MONÓLOGO DEL CALLEJERO

 

I

 

De estrella a estrella mi casa está en silencio. Mi mujer tiene sumergidas sus manos en la noche y canta una rapsodia antigua como mis ojos.

Aquí están estos volcanes con su humo de ciudad. Mi mujer, que ha mirado desde entonces las múltiples erupciones vitales, se prepara para guiarme entre las multitudes como a un ciego que intuye en las esquinas los ocultos secretos de las puertas.

Mi mujer destroza en la calle a mis más crueles enemigos. Alta, fuerte, los va alejando con un movimiento de manos, los encierra en una botella de oro y los arroja a un paraíso perdido.

Ella es mi ciudad. Voy penetrándola hasta la delicia de morir, ensartada en mis astas, ondeando en las afueras del mundo, allá en los espacios.

Muerte de mis viejos amigos, estoy con mi mujer que me salva, me deja intacto sobre las tablas de estos escenarios. Prendido a sus largas pestañas y refugiado en un rincón de sus ojos, yo elaboro los atlas como un cartógrafo mayor para inventar la noche de los amorosos.

 

 

De NAVÍOS DE CARONTE

Común Presencia editores. Colección Los Conjurados. Bogotá, 2009.

 

NAVÍOS

 

(Oh exilio y hundimiento

                                                                                        Irrefutable.)

                                                                                     La soledad es esto:

El mar en todas partes.

Giovanni Quessep

 

 

1

 

Nos enmudece el grito del mar

su insistente sonido.

Cruel es el viento.

Golpea cuerpos de legendarios guerreros

diestros en soportar el hambre milenaria.

 

Nos enmudece este mar antiguo

esculpido en la memoria

y el deseo de alcanzar su inabarcable horizonte.

 

Rumores nos llegan con el aire.

Arrastramos por la arena los navíos

y una gota de sal se posa en nuestros ojos.

 

Nos embriaga el sonido de las olas

el llamado de Caronte.

 

La soledad es esta barca envuelta de tragedia.

Las moscas circulan por nuestros rostros.

Tenemos ya tatuado el signo de la muerte

 

2

 

Hemos visto aquí barcas sedientas dispuestas a partir

y conversamos entre nosotros como vivientes tumbas.

 

Estas barcas nos llevarán a otros países.

Son nuestra fortaleza

el suplicio por una libertad remota y triste.

 

Hemos visto aquí estas barcas.

 

Vencerán las infinitas distancias

que entre nosotros palpitan.

 

Mientras tanto cantemos

para dejar tranquilo al corazón

 

3

 

De noche

algo se mueve entre tinieblas.

Tres barcas se hacen a la mar de los lamentos.

 

Al ocultarse el sol

han partido nuestros jóvenes.

 

Sonríen masticando el miedo entre los dientes.

 

No son vacaciones, dicen.

Es el destino

quien teje este temor premonitorio

 

4

 

Madre

las voces del exilio me han llamado.

 

Miro al horizonte.

Viajo en esta barca sin retorno

lleno de vacíos.

 

Madre

cuelga un ramo verde en la puerta de casa

espanta la muerte.

 

Viajo hacia el abismo

 

5

 

Fumemos nuestra pipa

devoremos viandas de las regiones.

 

Antes que se escuchen los lamentos

gocemos hasta media noche.

 

Es nuestra última cena.

 

Nos desnudaremos ante el rumor del agua.

Que ni una lágrima resbale por las mejillas

 

Terribles golpes nos esperan

 

6

 

De día salimos.

Alguien lloraba en la playa

cuando nuestros corazones sorteaban

las embravecidas olas.

 

Todo un mes lo habíamos planeado.

Una oración triste se elevaba

y el llanto de una anciana

iba prendido en la memoria.

 

Destino sin destino.

 

Navegamos abrazados

a este pedazo de árbol

labrado bajo el enfurecido cielo.

 

Al gran Dios elevamos unas plegarias

pero el mar cobró su recompensa

 

y mientras el sol ardía

sólo el silencio fue testigo

de cuerpos flotando

en la fogata de la tarde

 

 

7

 

Ancho es el mar.

Mis cabellos se agitan por los tempranos vientos.

Sumergido en la inmensidad de la luna

se me acaba la tarde.

 

Que nadie se fije en nuestros aguados ojos.

 

La muerte será más cruel y pura

en océanos de nadie

 

 

EL HERMANO

 

En el solar

una luz misteriosa resucita al hermano.

No lo habíamos visto desde antaño

cuando partió por el oscuro sendero.

Su cuerpo conserva aún los ademanes de la madre,

la voz que nos meció desde niños.

 

En las calles

los ángeles caídos dormitan.

Son sus amigos aferrados a un tiempo sin relojes,

rumor de un pasado solar

donde el viento era rey

y el cristal del aire

corona de la infancia.

 

Prolongada en la pereza de la tarde

una muchacha de otro siglo lo mira pasar.

Le observan gatos melancólicos

y él camina entre luciérnagas

atrapadas en las manos del sol

 

EL CUERPO DE MI PADRE

 

Es noche en el recuerdo.

El cuerpo de mi padre está sentado en el sofá

ayuda hacerme mayor

a volverme hombre.

 

Tengo cinco años.

Él carga las palabras justas

para salvarme de los miedos.

Deja en mis manos algunos signos de gratitud

que ahora son migajas.

Acompaña con su luz la eterna oscuridad

que me florece.

 

Las manos de mi padre

caminan por mi cara infantil.

La corteza de su árbol

no está marchita.

Aún susurra mi nombre

bajo un limonero triste.

Riega los geranios

que cultiva su esposa.

Toca mi cabeza

donde habitan

los terrores

 

 

ESE ASUNTO QUE ME DEJA SIN AMIGOS

 

Voy de terror en terror.

La mano que aferro no me favorece

ni establece un presente lleno de gloria.

Cada rincón de casa tiene el eco escondido de amores

que se van en mí.

Mis poemas son lunas que yo devoré soñando

y dieron un puntapié a la vida perfecta.

En los ojos de esta mujer,

que toda la noche ha velado mi partida,

veo un desfile de edades colmadas de costumbres,

los cambios en mi cara,

estas manos cada vez sin asombro,

la prolongada distancia entre mi niñez y yo.

Y veo mi infancia.

Pasan pueblos distantes,

atardeceres indiferentes a mis tempranos llantos,

una madre acariciando sus plantas,

un solar,

y calles con asustados viajeros.

Y más al fondo, en perspectiva,

veo a la muerte como un asunto que me deja sin amigos,

mis labios dirigiéndose al silencio

 

De DURO OFICIO DE VIVIR

 

POEMA A NAZIM HIKMET

 

Hoy que llueve sobre Bogotá

leo tus poemas Nazim Hikmet, tus cartas desde las cuatro cárceles,

el recuerdo de los patios sonoros en Istambul,

el lento pero seguro avance de tu angina de pecho.

 

No me desilusiono ni lloro.

Tampoco soy un simple desesperanzado.

Sin embargo, Nazim, mi país es una cárcel mayor,

mayor que la de tu Ankara, más fría que la de Cankiri,

más insoportable que la de Bursa.

Todas tus cuatro cárceles reunidas son apenas recintos con jardín.

 

Como tú, turco naciente,

en el nombre de esta tierra tomo la palabra

y malas noticias me llegan con lluvia matutina,

malas noticias sobre un país cerrado donde nadie nos deja cantar.

 

Prisionero, exiliado eterno,

con quince heridas, según decías,

escribo en torno a estas paredes deseando ver una luz.

 

Escucha Hikmet este poema compuesto por varias manos

con despedazadas uñas de tanto escarbar.

 

También estamos incomunicados como lo estuviste en Ankara

donde te prohibían ver el cielo azul

y un árbol silvestre plantado en algún sitio.

También hablamos con nosotros mismos

en siniestras ciudades

y nos dan ganas de llorar sobre algún seno

llorar o insultar temblando en la lluvia.

 

Destrozados, solos con el vaivén de lentas horas,

vigilados desde los cuatro costados,

se abre nuestra ira como una gran verdad

y en las torres del aire

lanzamos gritos por oscuras ventanas.

 

Nazim Hikmet, llueve sobre Bogotá.

Yo releo tu poema a Taranta-babu

pero no puedo hacer un himno para beberme el sol,

no puedo estrechar mi pecho y darme alegría.

 

¿Cuándo cesará esta llama que a todos calcina?

 

DESAPARECIDOS

 

Arduo ha sido nuestro olvido,

arduos los atardeceres con el trino de un imaginado pájaro.

Ardua nuestra muerte sin cuerpo,

nuestra desvanecida presencia,

este morir dos veces.

 

Arduo este mutismo en la cresta del aire,

este desprecio lejos de casa,

estas perforaciones en la piel,

los picotazos de las aves.

 

¿Cuántos sueños han sido aquí abandonados?

¿Cuánta pasión?

¿Cuántos juegos de niño, cuánta fatiga?

¿Cuántos besos en la noche de bodas, cuánto sol de patio?

 

Ardua esta quietud,

el despojo de nuestro linaje

 

EL ARREPENTIDO

 

El genocida confiesa que no fue su culpa,

que todo se debió a una equivocación,

que no tenía pretensiones de asesinarnos,

que lo perdonemos,

que está arrepentido,

y llora ante las cámaras convencido;

agacha el rostro,

se limpia las lágrimas,

saca a relucir su Otro Yo,

la buena persona que es,

al niño que lleva adentro,

y todos convencidos lo perdonamos,

le damos la bendición

y también lloramos,

hasta nos acusamos por nuestra poca compasión

y convencidos superamos el odio,

todo nuestro dolor,

la solicitud de una larga condena,

y en tanto se apagan los focos

con cínica sonrisa

se burla a nuestras espaldas,

maldice nuestro nombre

 

 

 



[1] “Vuelve muchas veces y tómame, / sensación amada, vuelve y tómame- …” En Kavafis. (2017). Poesía completa. Biblioteca de Literatura Universal. Córdoba. p. 133.  

[2] Ya he profundizado en algunos de los rasgos de la poética de Carlos Fajardo Fajardo. Ver Pineda, M. F. (2019). La estirpe de Orfeo. Acercamiento al imaginario poético en la Obra de Carlos Fajardo Fajardo. Cuadernos de Literatura, (29), 11-32. https://doi.org/10.15648/cl.29.2019.2

[3] Rodríguez Domínguez Silvio. Letras de Silvio (Antología). Prólogos de Oquendo Xavier y Mora Galo. El Ángel Editor. Quito: 2023. pp. 118 a 120. Y también esta bella versión en concierto https://www.youtube.com/watch?v=Atg2_rUzn68


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