LA SEÑORA DE LOS PERROS
Pocas veces un texto tiene tanto poder en este mar de información que es la Internet... sin embargo esta historia tiene un poder transformador... y todo se debe a Marian Stephanny Molano, una estudiante que nos regaló esta historia y que logró que tuviera un final humano... casi feliz... Por eso vale la pena volver a leerla... Si quieren saber en que terminó todo... estaremos pendientes del Epílogo escrito por Marian...
LA SEÑORA DE LOS PERROS
Por Marian Stephanny Molano P.
“La
verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de
descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de
volverse loca”
Henrich Heine
Detrás
de cada persona hay una historia y detrás de cada historia hay sentimientos que valen la pena contar.
Desde
hace unos años por la ciudad de Sogamoso hay una señora que siempre camina algo
jorobada; la mayor parte del tiempo camina en el Parque de la Villa. Cuando las
personas miran a esta señora quizás se les ocurre que es una mujer indigente
que nunca tuvo hijos o que quizás fue abandonada.
A
esta mujer siempre la acompañan dos, tres o hasta más perros. Ella es de corta
estatura y siempre luce un chal de color negro; cuando alguien se le acerca puede
percibir que le acompaña una sonrisa mientras recibe algunas monedas.
Su
nombre es Isabel Murcia:
Nació
en el Tolima y tiene ya 65 años de edad; por extrañas razones llega a tierras boyacenses.
Desde el año 1975 doña Isabel reside en Sogamoso, la ciudad del sol y del acero.
Esta
mujer llega a Boyacá en busca de oportunidades y conoce en Tibasosa a un hombre
que la enamoró; ella piensa que este hombre será con el que compartirá el resto
de su vida, pero lo que no sabe la
señora Isabel es que con ese hombre llegarán insultos y agresiones físicas y verbales.
Después
de años de convivencia la señora Isabel fue una víctima más del maltrato
intrafamiliar; su esposo era de un genio terrible y siempre malhumorado llegaba
a casa a desquitarse con ella. De este matrimonio nacieron dos hijas quienes tuvieron
que presenciar cómo noche tras noche llegaba su padre con tragos en la cabeza a
golpear a su madre, porque las cosas no se realizaban según las ordenes que estipulaba.
La
señora Isabel después de tantos golpes y cicatrices en su cuerpo decide abandonarlo, y se va para nunca más regresar.
Ella
se fue para Bogotá a vivir con una prima quien intentaba buscarle un empleo:
mientras, podía estar con sus hijas. Pasaron algunos meses y la situación no
mejoraba para Isabel, aguantando hambre y frío en la ciudad capitalina.
Una
noche con un frío abismal y una neblina borrosa, Isabel iba a cruzar la calle, cuando de pronto pasó una
buseta y la arrolló por completo.
Lamentablemente
este hecho marcó la vida de Isabel para siempre; cojearía desde entonces, y
además quedaría con un problema en la columna que le generaría una joroba con
la que se le dificulta caminar y estar recta.
Después
de una larga recuperación, Isabel decide regresar a Boyacá no por su familia, sino
porque unos amigos de Sogamoso le habían ofrecido empleo en una tiendita.
Lo
último que supo de su esposo fue que se volvió a casar y que a sus hijas les dio el bachillerato en el
colegio de Tibasosa; años después ellas se marcharon de la casa de su padre.
Isabel se dedicó a atender una tiendita cerca de la
Policía, donde todos los borrachitos van y cuentan sus historias tras muchas cervezas. Ella se alojaba en una piecita que sus amigos
le habían conseguido.
Años
después regresa el infortunio para Isabel; las deudas de sus amigos los obligan
a cerrar la tienda; entonces Isabel se queda sin trabajo y sin dinero y con el
tiempo sin amigos; morirán luego de un tiempo.
Así
que ya Isabel con cicatrices en su
cuerpo, con el dolor y los golpes que le
dejaron los años se queda sola, sin conocer a nadie, sin familia, sin amigos,
sin dinero. Esta mujer decide conseguir trabajo, pero por el problema en su
columna y en su pierna, las personas la consideraban como una anciana
inservible y no le brindaban ninguna oportunidad.
Es
triste presenciar que por un problema físico o por cierta edad, no puedan
bríndale trabajo a una mujer, imagino que piensan que puede estar enferma, o
que por estar vieja no podría generar ingresos.
Así
son muchas personas en este país. Pero por ahora me pregunto, ¿No debería
existir una institución estatal que se encargue de este tipo de casos? ¿Por qué
es natural para nosotros que haya personas que viven en la calle como los
perros callejeros?
Obviamente
no existe presencia estatal o doña Isabel no habitaría las calles. Se supone
que los familiares tendrían que hacerse cargo, pero ¿Cuando no existen o han
desaparecido para siempre y los han abandonado?
Para
estos ancianos la calle es el único refugio, y los perros son la única
compañía. Inundados de tristeza, agobiados por la ausencia y olvidados por la
sociedad.
Mientras
diferentes campañas políticas afirman: ¡Sogamoso piensa en grande! Me pregunto cómo
una ciudad puede pensar en grande cuando en sus calles deambulan personas como
Isabel Murcia.
Me
imagino que lo que sigue en la historia de Isabel fue lógico. Ya no tenía a
dónde ir ni un sitio en dónde quedarse para pasar la noche; así que la
abrigaron la calle, el silencio y la soledad de Sogamoso.
Días,
tardes y noches, Isabel con hambre, con dolor en sus huesos y articulaciones,
vencida por todos los acontecimientos que tuvo que pasar, aun soportando el rechazo,
se dio cuenta de que la única opción que tenía era vivir de la caridad, de la
moneda que cualquier ciudadano decidía obsequiarle, del pedazo de pan que
cualquier hombre de buen corazón podía darle.
En
una de las muchas noches que la señora Isabel camina en las calles, recuerda
que en casa de sus amigos había quedado un perro llamado Tony; ella fue a esa antigua casa y desde ese día ya no se
sintió sola porque Tony se convirtió en
esa compañía que nunca tuvo. Tony hizo lo que ninguna de sus hijas había hecho
con ella, no la dejó sola y estuvo acompañándola a todas partes donde iba, la
defendía del mal que aqueja la noche y compartía con ella el pan que podía
comprar con las pocas monedas que recibía.
Tony
es un perro blanco de raza french poodle; obviamente es un perro de calle; en
su pelaje se pueden observar las
condiciones en las que vive; ya su
pelaje no es blanco, es gris casi negro.
Su
pelaje tiene una peculiaridad, todos los Sogamoseños cuando se refieren a Tony
lo describen como el perro Rasta, porque parece que tuviera Dreadlocks como se utilizan en el Movimiento Rastafari.
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Isabel junto a Tony. |
Después aparece otro perro
llamado “ Muñeco” que Isabell siempre veía en la calle; un día compartió con él
la poca comida que tenía; después le daba huesos que conseguía en cualquier
lado, y Muñeco nunca se alejó de ella y logró
convertirse en el mejor amigo de Tony.
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Muñeco |
Fue así como a Isabel se le veía
con dos perros que la acompañaban siempre.
Después apareció una perrita
llamada Violeta que Isabel siempre consentía en la calle y siempre se la encontraba
en el mismo lugar. Un día Violeta acompañó a Isabel al lugar donde ella llega en las noches, una
casita de adobe que está por derrumbarse y que siempre se inunda cuando llueve.
Pasó el tiempo e Isabel nunca
volvió a ver a la perrita Violeta; sin embargo, luego de varios largos meses en
una noche de fuerte aguacero, sintió que hacian ruido en la puerta y al
verificar su causa, vio a Violeta; estaba empapada; Isabel la saludó y la dejó
entrar.
Fue así como Violeta se unió al grupo de perros
de Isabel; según comenta, Violeta es la única perrita que la acompaña pero es la
más brava de todos los perros; siempre está ladrando e intentando morder a los
que molestan a Isabel; ella cuenta esto con un gesto de risa.
Fue así como Isabel consiguió a los tres perros que la acompañan
a todas partes; sus hijas actualmente viven en Bogotá; algunas veces viajan a
Sogamoso pero no le ayudan económicamente ni están pendientes de su salud.
En este momento Isabel comparte una casita de adobe con una señora amiga de
la calle y con el primo, el señor Roberto que pide limosna en la salida de
la Catedral.
Gracias a una señora de gran corazón la señora
Isabel cuenta con Sisben, pero cuando siente dolor en su pierna o en su columna
no tiene nadie quien la lleve al
hospital. Ella menciona que nunca algún representante de la Alcaldía se ha acercado
a colaborarle.
Vive de lo que le dan en la calle y lo comparte
todo con sus tres perros, Tony, Muñeco y Violeta. Ella los ama profundamente; desde niña le gustaron
los perros y siente que ellos son su única compañía y apoyo.
La señora Isabel sueña con tener una casita donde
pueda refugiarse con sus perros; le da miedo que la lleven al ancianato porque
ha escuchado que a los ancianos que llevan a ese lugar mueren a los cuatro
meses de ser ingresados. Y cree que si muere nadie cuidará a sus perros.
Esta es la historia de la señora Isabel Murcia,
una mujer que los últimos años de su vida ha estado en la calle, una mujer que
vive de la caridad; que tiene una dolencia en la columna y en las piernas. Es
fácil juzgar y criticar a alguien, pero lo que pocos saben es que la mayoría de
personas de la calle no deciden esa vida; las circunstancias los obligan a
vivir así.
Así que si usted visita o vive en Sogamoso y escucha los gritos de una señora diciendo:
Toooooooony, Muñecooooo, Vioooooletaaa, vengaaaaaan! No olvide que ella es Isabel
Murcia, una mujer que a pesar de todo no es desdichada, que le pide a Dios por
una casita; que le gusta caminar para sentirse acompañada; que sus más fieles
amigos son sus perros y que amablemente le regalará una sonrisa y si usted
decide también le contara su historia.
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Isabel le dice a Muñeco que pose para la fotografía mientras Tony intenta ocultarse. |
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