EL CABALLO VERDE DE LA GUERRA

A veces la Universidad sorprende... es decir, aquello que se llama en términos pedagógicos oficiales, aprendizaje significativo... Hace muchos años comencé la implementación de estrategias del proyecto Mnemósine en las cátedras que dirigí en la UPTC Duitama como una forma de promover la creación escrita en mis estudiantes; para ello recurrí a algunos parámetros de la Cátedra de la paz y a una concepción ética que creo debería ser soporte en la educación de esos muchachos a quienes se les despoja de la parte humana tan poderosa y necesaria en ese tránsito vital que significa ir a la U. Algunas de estas estrategias taladraron en ciertas formas inmóviles de concebir las cátedras, y se pudieron hacer cosas... Quizás ese fue el problema, hacer... en un entorno inmóvil... Y el proyecto tuvo que amainar... Hace una semana llegó a mi correo el siguiente texto... Y eso señoras y señores es lo que se llama aprendizaje significativo... Se dejó una inquietud en este estudiante, que solo se pudo solucionar con la escritura. Agradecemos su valentía al compartir con nosotros su investigación traducida ya en un relato por la memoria... Ojalá pasen la voz...; en estos tiempos líquidos y efímeros, quizás la palabra en conjunción con las lecciones de la memoria, puedan decir algo...
MFP




EL CABALLO VERDE DE LA GUERRA

CHITA (BOYACÁ) 11 DE SEPTIEMBRE DEL 2003

ANÓNIMO

“Hay causas por las que merece la pena morir, pero no por las que merece la pena matar”.

Albert Camus
Imagen enviada por el autor

Chita es un municipio ubicado al Norte del departamento de Boyacá, reconocido principalmente por sus páramos y sus tierras fértiles. Lastimosamente también se conoce por el terrorismo que padeció, así como lo han tenido que sufrir tantos pueblos en el país. Porque si decimos Bojayá, Mapiripán o el Salado, sabemos que allí hubo tragedias, y Chita fue uno de tantos municipios boyacenses en los que el exotismo miserable de la guerra, hizo de las suyas.

En aquel entonces por ser Chita un municipio tan retirado de la capital del departamento, no contaba con presencia de policía; en la zona rural patrullaba el Ejército, y por esta razón, en el municipio había presencia guerrillera hasta el punto en el que muchos de los habitantes aprendieron a reconocerlos. El pueblo hacia parte de la zona roja de Boyacá.

Imagen enviada por un docente
Una historia más

Los acontecimientos previos a aquel 11 de septiembre los recordaremos junto a Carlos, un padre soltero y una víctima más del conflicto armado. Carlos para aquel entonces laboraba en la Alcaldía municipal como lo había hecho años atrás para una Inspección de policía en otra población. A él lo llamaban cuando tenían que hacerse levantamientos de cuerpos; le correspondía hacer los papeleos y quizás por esta razón se volvió un objetivo visible para los grupos en la zona.

Carlos tenía dos hijas: Sofía, de 8 años y María de tan solo 4 años. En una ocasión se encontraba en su puesto de trabajo en compañía de María, cuando de repente irrumpieron en aquel lugar cinco guerrilleros, o más; Carlos reaccionó con una rapidez asombrosa; de esta forma tuvo tiempo de cerrar la puerta de metal de la oficina y lograr ponerse a salvo junto a su hija en una esquina y debajo de un escritorio.

Entre lágrimas, Carlos abrazaba fuertemente a María, mientras ella, en medio de su inocencia, le secaba el rostro con su manito; afuera se escuchaban disparos y el ruido lo hizo comprender que intentaban abrir la puerta.

Eran las dos de la tarde aproximadamente, y durante una hora, Carlos tuvo que soportar esa angustia. Luego de ese tiempo se fueron los guerrilleros y él pudo regresar a su casa.

Esas fueron épocas bastante sombrías; algunos funcionarios municipales (incluido Carlos), fueron amenazados de muerte si no abandonaban sus cargos y se iban del municipio. A la puerta de la casa de Carlos no solo llegaban uno o dos panfletos; llegaban entre cuatro y cinco hojas en las que se le ordenaba abandonar el municipio.

Esta situación lo obligó a solicitar una licencia no remunerada por un periodo de dos meses; entonces empacó en una maleta lo estrictamente necesario, y junto con sus hijas resolvió emprender camino hacia una vereda aledaña del municipio; allí estuvieron en casa de unos familiares mientras encontraba un lugar a donde irse.

El alcalde del municipio y varios habitantes del pueblo se vieron forzados a abandonar sus viviendas y huir hacia zonas rurales, o inclusive hacia otros municipios; muchos encontraron refugio en casa de familiares o amigos cercanos. Las amenazas de muerte eran tan insoportables que lo mejor era marcharse.

Todo el pueblo se vio afectado por la presencia de esos seres inescrupulosos que llegaron a irrumpir en la comunidad. La Alcaldía municipal, las escuelas, los colegios y los negocios trataban de laborar en jornada continua, y estando siempre alerta, porque en el momento menos esperado cualquier persona podía quedar en medio del fuego cruzado; aun así, muchos habitantes corrían el riesgo de salir a la calle y realizar sus labores cotidianas. 

Impotencia

Pasados unos días de haber llegado Carlos a casa de sus familiares, se encontraba conversando con ellos en la cocina mientras sus hijas jugaban en la parte trasera de la casa. Allí había una especie de terraza y las niñas jugaban con sus primos. Uno de ellos estaba trepado en un árbol de durazno ubicado a unos metros frente al balcón; desde allí lanzaba los duraznos hacia sus primos, quienes en medio de risas jugaban a atrapar los frutos.
Imagen enviada por un docente

María intentaba con gran dificultad atrapar uno de esos duraznos debido a su baja estatura, así que se hizo delante de todos esperando el próximo lanzamiento; el primo que estaba trepado en el árbol lanzó el durazno pero no le alcanzaron las fuerzas para hacerlo llegar al balcón, y María sin darse cuenta se acercó tanto al borde que sin que nadie se percatara, dio un paso en falso y cayó al suelo desde unos tres metros de altura.

El grito de María alertó de inmediato a Carlos, quien fue corriendo despavorido a ver lo que había ocurrido. Al llegar, se encontró con que su hija estaba sobre unas rocas, con el rostro ensangrentado e inconsciente. Carlos la tomó entre sus brazos, la revisó con afán, asegurándose de que no tuviese heridas de gravedad, y se dio cuenta de que su niña había perdido dos de sus dientes de leche  reventándose el labio superior.

La niña no reaccionaba; Carlos repetía su nombre esperando alguna señal de vida. Al rato, la niña con gran esfuerzo abrió los ojos y contempló a su padre con el rostro inundado en lágrimas y angustia. Luego, en medio de un suspiro, María volvió a desmayarse.

Carlos no sabía qué hacer; no podía llevarla al centro de salud del pueblo porque seguramente se encontraría con los hombres que lo habían amenazado y por los que tuvo que huir; tampoco podía salir hacia otro municipio pues ya todos los buses de transporte habían salido y era demasiado tarde.

Carlos tuvo que pasar la noche en vela cuidando a la niña y orando para que estuviera bien.

Ya de madrugada, Carlos tomó el primer bus que salía hacia la ciudad de Tunja; María se veía bien aunque no recordaba nada de lo sucedido. Se despidieron de sus familiares y en medio de sollozos le dio un gran beso en la frente a Sofía, a quien tenía que dejar al cuidado de sus seres queridos porque no contaba con el dinero suficiente para llevarlo con él.

Luego de ocho horas de viaje llegaron a la capital, fueron hasta el hospital y allí atendieron las heridas de la niña.

Así pasaron los dos meses de su licencia hasta que tuvo que regresar a retomar su trabajo corriendo el riesgo de que su vida fuese apagada en cualquier instante; en medio de temores se reencontró con sus familiares y continuó laborando; ya no recibió amenazas, pero la presencia de la guerrilla continuó en el municipio.

Recordar para contar

Los guerrilleros que operaban en la zona, prácticamente eran los que solucionaban (a su manera) algunos problemas de convivencia en el municipio. Si alguien les reportaba a los comandantes guerrilleros alguna clase de mal comportamiento por parte de los civiles o si sencillamente necesitaban a alguien por algún motivo, los comandantes los citaban en cierto punto para dar alguna solución.

El lugar en el que los citaban contaba con un gran número de anillos de seguridad; había que pasarlos hasta llegar al sitio donde esperaban los comandantes; ellos interrogaban a la gente sobre los asuntos. Muchos volvían amenazados… Y se dice que los demás no regresaban.

Llegamos al 11 de septiembre del 2003; todo parece transcurrir normalmente. Carlos se encuentra en su oficina. Frente a la Alcaldía municipal hay un caballo con dos cargas de papa; parece que el dueño lo ha dejado allí mientras hace alguna diligencia.

El caballo comienza a desplazarse por algunas calles; incluso hay personas que lo orillan en la vía.

El caballo continúa así hasta llegar a la calle principal del municipio; hay varias personas que lo ven; entre ellas, dos muchachos ven el caballo tan agotado que deciden reacomodar el cargamento de papa.

Uno de estos jóvenes tiene un negocio cerca al lugar. Una profesora que se desplaza por allí, entra al negocio y le hace la seña al joven de que lo necesita. El joven va.

Al llegar le comenta que aquellos bultos de papa estaban más pesados de lo normal y que el caballo estaba sumamente agotado; seguidamente entra un niño, alumno de la profesora, con quien conversan sobre algo.

Es la 1:45 de la tarde y todo transcurre como un día normal; unos hablan, otros ríen. De un momento a otro aquellas risas se apagan bruscamente a causa de un gran estruendo que perturbó el oído de los habitantes del pueblo.

La noticia corrió rápido; un caballo bomba había explotado. Todos corrían buscando a sus hijos y familiares (incluido Carlos); madres llorando, personas llevando heridos; otros muertos; muchos escombros; el panorama era desolador.

En el pueblo solamente había un doctor, así que los profesores del colegio agrícola (quienes sabían tratar animales) eran los más calificados en ese momento para aplicar sus conocimientos en los heridos que había.

Murieron ocho personas; entre ellos el estudiante que se encontró con la profesora; su cuerpo quedó destrozado. Un padre de familia que se encontraba cerca, recibió todo el metal que había en los explosivos. Las otras seis personas también murieron a causa de la caída de escombros y por la magnitud de la explosión.
Imagen enviada por un docente

La profesora quedó muy malherida, su rostro y su cuerpo fueron tan maltratados que en verdad fue un milagro que aún viviera. Es difícil de explicar la desazón que se siente cuando dicen que los profesores y los estudiantes apoyan el terrorismo cuando en realidad son víctimas de todos los frentes. Aspirar a cambiar a un país desde la educación es honorable; pero soñar en este país está mal visto.

Fueron quince los heridos en total afectados por la onda de la explosión, las esquirlas y los escombros. Los daños materiales fueron incalculables para los habitantes de un pueblo periférico.

Los heridos fueron trasladados en carros particulares, pues el municipio no contaba con una ambulancia; además tuvieron que ser atendidos por personas del mismo pueblo, quienes se las ingeniaron para intentar salvar sus vidas; los amarraron con sacos, trapos y sábanas para comprimir las heridas y tratar de disminuir la pérdida de sangre. 

Imagen enviada por el autor

A esto se le sumaba el hecho de que en días anteriores el puente que comunica a Chita con Soatá había sido destruido por los mismos guerrilleros, así que los heridos tuvieron que cruzar el río por una clase de planchones, para poder llegar al Hospital de Soatá ubicado a tres horas del municipio.

Cuando llegó el Ejército a la zona urbana del municipio, recogieron los escombros, los restos del caballo, e hicieron el respectivo levantamiento de los cadáveres. También comenzaron las investigaciones.

Pasados algunos días, el presidente de aquel entonces, Álvaro Uribe Vélez, hizo presencia en el pueblo brindando su apoyo en cuanto a seguridad y entregando insumos alimenticios y materiales a los afectados, pero lastimosamente, quienes verdaderamente necesitaban esa ayuda no la recibieron.

Luego de la visita del presidente de aquel entonces, llegó al municipio la Policía Nacional y se aumentó la presencia de Ejército Nacional, pero aun así se siguieron presentando fallas de seguridad y hostigamientos en algunas partes.  

Los heridos luego de someterse a distintos procedimientos lograron sobrevivir, incluyendo a la profesora; ella era el caso más crítico; porque además de estar tan mal, con los signos vitales tan bajos, el doctor no la quería atender porque a lo mejor pensaba que ella moriría; sin embargo un profesor le exigió y le imploró al médico que la atendiera. Hizo algunas cosas y la remitió de urgencia al hospital de Duitama; dicen que en el recorrido convulsionó tres veces; dicen que luego de ser sometida a largas e intensas operaciones, logró su total recuperación después de varios años.

Milagrosamente pudo volver a caminar, le reconstruyeron su nariz y su cuerpo respondió de manera positiva a las intervenciones y sus tejidos se le regeneraron de manera asombrosa.

A todos nos ha impactado su caso porque ella cuenta que en un sueño Dios le hizo ver que tenía que pedirle perdón a la guerrilla. Ella no entendía por qué pero con el tiempo y debido a su fe, logra comprender las razones del designio divino; buscó a las personas vinculadas a ese grupo guerrillero y les pidió perdón.

A todos les sorprende esta parte de la historia pero no hay más datos; fe, guerra, milagros, injusticias, vida. ¿Queremos pensar que si la profesora representa al Estado quizás entiende las razones del origen de ese grupo? ¿Se trata del caso de poner la otra mejilla? ¿Ella es lastimada y pide perdón? No sabemos qué se encierra en ese acto pero quizás allí se encuentre cifrada la paz en nuestro país, quizás se trate de decirle a ese monstruo que perdone para que nos permita vivir y construir un país distinto. Y no solo a ese monstruo, a todos los monstruos; incluso a los que esperan que sucedan tragedias para erigirse como salvadores. 

La actualidad

Una de las personas señaladas de tener responsabilidad con los hechos ocurridos aquel 11 de septiembre fue dejada en libertad hace varios años. Se dice que enloqueció en prisión, así que se encuentra en una casa de reposo; muchos lo ven a veces caminar las calles del pueblo; quizás se trata de la encarnación del acto demencial y de las atrocidades de la guerra. Esto nos hace preguntarnos las razones por las cuáles muchos insisten en mantener los enfrentamientos si los que ponemos los muertos somos otros, y como sabemos del dolor, entendemos que no está bien que los demás deban padecer con ese sufrimiento. Es duro perdonar, pero es más duro ver sufrir a los demás, y creemos que ni siquiera es necesario perdonar pero sí reconocer que este país se estaba acostumbrando a que los demás mueran. Ahora parece que la guerra retorna; es como si nos empeñaramos en que no nos abandone, es como si la necesitaramos; ojalá el Estado haga una presencia efectiva porque el miedo vuelve y vivir así es imposible. Ese cese que hubo mientras se daba el proceso de paz nos dio un respiro y hasta pensamos que las cosas podrían cambiar; ojalá haya paz porque estamos cansados de la guerra.

Chita, a pesar de su pasado trágico y a pesar de esa atmósfera extraña con lo que han llamado disidencias, es un municipio en el que se respira paz y al que se le considera tranquilo. A muchos les preocupa ver al Ejército, a otros los tranquiliza, pero no queremos enfrentamientos. Todo esto nos preocupa porque comenzamos a recordar esos tiempos dolorosos. Oramos para que no comiencen nuevas etapas de la guerra, ojalá que todo se quede en rumores y nada más.

Cada 11 de septiembre se realiza una celebración Eucarística en conmemoración por la tragedia, y como acto de solidaridad con las víctimas de esta violencia. La comunidad ora reconfortándose en el memoria, y aunque esos recuerdos los transporta a tiempos de zozobra, también les impulsa a luchar por mantener la paz en el pueblo y a agradecer y disfrutar la tranquilidad con que hoy se vive.

Chita es uno de los tantos lugares de este país que cuenta con espectaculares paisajes y recursos naturales, pero tristemente es reconocido por su trágica historia de violencia, una de tantas que habitan este país. Como dijo un gran maestro en sus clases, qué pesar que lo que define a un lugar sean las barbaries y las tragedias ocurridas en él.

 
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