BORGES CONTRA EL MUNDO
A propósito del Día del Idioma que se celebra el día 23 de abril y a propósito del día de la Tierra que se celebra el 22 de abril... le hacemos un homenaje al escritor más importante de la lengua española, Jorge Luis Borges. Estas dos fechas son siamesas porque el lenguaje y la tierra lo son; ambas son la casa del ser y la poesía lo enseña. Borges es el amo y señor de esa lengua triste en la que lo humano se oculta y algunos de sus poemas lo comprueban. Tierra, lengua, poesía y ser. Qué conjunción tan primordial se equilibra en estos momentos en los que la Escuela es el territorio del tedio y de lo inhumano. Es allí donde la poesía se erige como resistencia. Así que feliz día del Idioma y feliz día de la tierra y de Borges y que su palabra poderosa nos guíe hacia su obra, un oasis en un desierto de aburrimiento...
MFP
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IMAGEN TOMADA DE http://leedor.com/2018/08/24/simplemente-jorge-lui-borges/ |
DESCARTES
Soy
el único hombre en la tierra y acaso no haya tierra ni hombre.
Acaso
un dios me engaña.
Acaso
un dios me ha condenado al tiempo, esa larga ilusión.
Sueño
la luna y sueño mis ojos que perciben la luna.
He
soñado la tarde y la mañana del primer día.
He
soñado a Cartago y a las legiones que desolaron Cartago.
He
soñado a Lucano.
He
soñado la colina del Gólgota y las cruces de Roma.
He
soñado la geometría.
He
soñado el punto, la línea, el plano y el volumen.
He
soñado el amarillo, el azul y el rojo.
He
soñado mi enfermiza niñez.
He
soñado los mapas y los reinos y aquel duelo en el alba.
He
soñado el inconcebible dolor.
He
soñado mi espada.
He
soñado a Elizabeth de Bohemia.
He
soñado la duda y la certidumbre.
He
soñado el día de ayer.
Quizá
no tuve ayer, quizá no he nacido.
Acaso
sueño haber soñado.
Siento
un poco de frío, un poco de miedo.
Sobre
el Danubio está la noche
Seguiré
soñando a Descartes y la fe de sus padres.
LA
CIERVA BLANCA
¿De
qué agreste balada de la verde Inglaterra,
de
qué lámina persa, de qué región arcana
de
las noches y días que nuestro ayer encierra,
vino
la cierva blanca que soñé esta mañana?
Duraría
un segundo. La vi cruzar el prado
y
perderse en el oro de una tarde ilusoria,
leve
criatura hecha de un poco de memoria
y
de un poco de olvido, cierva de un solo lado.
Los
númenes que rigen este curioso mundo
me
dejaron soñarte pero no ser tu dueño;
tal
vez en un recodo del porvenir profundo
te
encontraré de nuevo, cierva blanca de un sueño.
Yo
también soy un sueño fugitivo que dura
unos
días más que el sueño del prado y la blancura.
(Los
devotos de una métrica rigurosa pueden leer de este modo el último
verso:
Un
tiempo más que el sueño del prado y la blancura
Debo
esta variación a Alicia Jurado)
EL AMENAZADO
Es
el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen
los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó
el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena
amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los
hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar
de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó
el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena
amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los
hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar
de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar
contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el
cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a
la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por
las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por
las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya
lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera
y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el
amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay
una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los
ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta
habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El
nombre de una mujer me delata.
Me
duele una mujer en todo el cuerpo.
LA
NOCHE CÍCLICA
A
Sylvina Bullrich
Lo
supieron los arduos alumnos de Pitágoras:
los
astros y los hombres vuelven cíclicamente;
los
átomos fatales repetirán la urgente
Afrodita
de oro, los tebanos, las ágoras.
En
edades futuras oprimirá el centauro
con
el casco solípedo el pecho del lapita;
cuando
Roma sea polvo, gemirá en la infinita
noche
de su palacio fétido el minotauro.
Volverá
toda noche de insomnio: minuciosa.
La
mano que esto escribe renacerá del mismo
vientre.
Férreos ejércitos construirán el abismo.
(David
Hume de Edimburgo dijo la misma cosa).
No
sé si volveremos en un ciclo segundo
como
vuelven las cifras de una fracción periódica;
pero
sé que una oscura rotación pitagórica
noche
a noche me deja en un lugar del mundo
que
es de los arrabales. Una esquina remota
que
puede ser del Norte, del Sur o del Oeste,
pero
que tiene siempre una tapia celeste,
una
higuera sombría y una vereda rota.
Ahí
está Buenos Aires. El tiempo que a los hombres
trae
el amor o el oro, a mí apenas me deja
esta
rosa apagada, esta vana madeja
de
calles que repiten los pretéritos nombres
de
mi sangre: Laprida, Cabrera, Soler, Suárez...
Nombres
en que retumban (ya secretas) las dianas,
las
repúblicas, los caballos y las mañanas,
las
felices victorias, las muertes militares.
Las
plazas agravadas por la noche sin dueño
son
los patios profundos de un árido palacio
y
las calles unánimes que engendran el espacio
son
corredores de vago miedo y de sueño.
Vuelve
la noche cóncava que descifró Anaxágoras;
vuelve
a mi carne humana la eternidad constante
y
el recuerdo ¿el proyecto? de un poema incesante:
«Lo
supieron los arduos alumnos de Pitágoras...»
ARTE
POÉTICA
Mirar
el río hecho de tiempo y agua
y
recordar que el tiempo es otro río,
saber
que nos perdemos como el río
y
que los rostros pasan como el agua.
Sentir
que la vigilia es otro sueño
que
sueña no soñar y que la muerte
que
teme nuestra carne es esa muerte
de
cada noche, que se llama sueño.
Ver
en el día o en el año un símbolo
de
los días del hombre y de sus años,
convertir
el ultraje de los años
en
una música, un rumor y un símbolo,
ver
en la muerte el sueño, en el ocaso
un
triste oro, tal es la poesía
que
es inmortal y pobre. La poesía
vuelve
como la aurora y el ocaso.
A
veces en las tardes una cara
nos
mira desde el fondo de un espejo;
el
arte debe ser como ese espejo
que
nos revela nuestra propia cara.
Cuentan
que Ulises, harto de prodigios,
lloró
de amor al divisar su Itaca
verde
y humilde. El arte es esa Itaca
de
verde eternidad, no de prodigios.
También
es como el río interminable
que
pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito
inconstante, que es el mismo
y
es otro, como el río interminable.
POEMA DE LOS DONES
Nadie rebaje a lágrima o reproche
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta
declaración de la maestría
de
Dios, que con magnífica ironía
me
dio a la vez los libros y la noche.
De
esta ciudad de libros hizo dueños
a
unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer
en las bibliotecas de los sueños
los
insensatos párrafos que ceden
las
albas a su afán. En vano el día
les
prodiga sus libros infinitos,
arduos
como los arduos manuscritos
que
perecieron en Alejandría.
De
hambre y de sed (narra una historia griega)
muere
un rey entre fuentes y jardines;
yo
fatigo sin rumbo los confines
de
esta alta y honda biblioteca ciega.
Enciclopedias,
atlas, el Oriente
y
el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos,
cosmos y cosmogonías
brindan
los muros, pero inútilmente.
Lento
en mi sombra, la penumbra hueca
exploro
con el báculo indeciso,
yo,
que me figuraba el Paraíso
bajo
la especie de una biblioteca.
Algo,
que ciertamente no se nombra
con
la palabra azar, rige estas cosas;
otro
ya recibió en otras borrosas
tardes
los muchos libros y la sombra.
Al
errar por las lentas galerías
suelo
sentir con vago horror sagrado
que
soy el otro, el muerto, que habrá dado
los
mismos pasos en los mismos días.
¿Cuál
de los dos escribe este poema
de
un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué
importa la palabra que me nombra
si
es indiviso y uno el anatema?
Groussac
o Borges, miro este querido
mundo
que se deforma y que se apaga
en
una pálida ceniza vaga
que
se parece al sueño y al olvido.
AJEDREZ
I
En su
grave rincón, los jugadores
rigen las
lentas piezas. El tablero
los demora
hasta el alba en su severo
ámbito en
que se odian dos colores.
Adentro
irradian mágicos rigores
las
formas: torre homérica, ligero
caballo,
armada reina, rey postrero,
oblicuo
alfil y peones agresores.
Cuando los
jugadores se hayan ido,
cuando el
tiempo los haya consumido,
ciertamente
no habrá cesado el rito.
En el
Oriente se encendió esta guerra
cuyo
anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el
otro, este juego es infinito.
II
Tenue rey,
sesgo alfil, encarnizada
reina,
torre directa y peón ladino
sobre lo
negro y blanco del camino
buscan y
libran su batalla armada.
No saben
que la mano señalada
del
jugador gobierna su destino,
no saben
que un rigor adamantino
sujeta su
albedrío y su jornada.
También
el jugador es prisionero
(la
sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras
noches y de blancos días.
Dios mueve
al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué
Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y
tiempo y sueño y agonía?
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