LA VIDA DE MI VIEJITA



Natalia se acaba de graduar este año. Desde el grado 8° leyó los informes del CNMH del Salado y del Placer (Putumayo). Fue una de las mejores expositoras en el Museo Vivo de la Memoria que creamos como una estrategia para crear conciencia sobre la importancia de la Paz en un país que se acostumbró a la muerte, a la corrupción y a adorar a los asesinos. Es una pilera y sus puntajes en sociales y en lectura crítica lo comprueban; en estas asignaturas obtuvo las notas más altas. Es una gran jugadora de microfútbol y si en verdad la Educación en este país fuera cierta, fuera real, ya estaría reclutada por algún equipo o por algún plan estratégico del Estado... Pero no, la educación en este país es una pantomima de mal gusto y se está perdiendo este país de una gran jugadora. Gracias Natalia por tu Quebecrónica y ojalá logres tus sueños de jugar y meterle goles a un sistema que solo explota a las mujeres. Saludos a María (A Fabián no...).
                                                             MFP 




LA VIDA DE MI 

VIEJITA


Por Natalia Becerra


María Esther Becerra Becerra, nació el 30 de agosto de 1928; sus padres fueron María Becerra y Moisés Becerra. La infancia de María estuvo marcada por la pobreza, pues sus padres eran de bajos recursos económicos. Vivió toda su niñez con su madrina Cuncia, debido a que su madre padeció una grave enfermedad y su padre tenía que trabajar para llevar el sustentó diario a sus otros hijos. Después de unos años, la madre de María se recuperó de aquella enfermedad y volvió por su hija en busca del tiempo tiempo perdido; sin embargo, para María no fue nada fácil comenzar a vivir con una persona que era casi extraña para ella y adaptarse a nuevas cosas; después de unos días en su nuevo hogar, y ya adaptada y encaminada hacia la felicidad, comenzó a relacionarse con sus padres y hermanos.


Pero la felicidad puede ser un espejismo; María no pudo estudiar porque a sus trece años tuvo que empezar a trabajar con el doctor Soler, segando (cortando) trigo y cebada. En ésta labor duró hasta sus quince años. Luego don Salvador Camargo y don Alberto Mendoza le ofrecieron una mejor oportunidad de trabajo, haciendo y descafilando ladrillo en los chircales en la vereda Quebrada de Becerras.

Cuándo no había quién le llevara el almuerzo a sus hermanos que trabajaban en los chircales de la vereda de San Luis, María tenía que ir a llevarlo; ya por la tarde iba y les llevaba agua a sus tres ovejas.

Esa fue su rutina cada día hasta que cumplió sus veinte años. Tuvieron que operarla de un oído en Bogotá; al poco tiempo la tuvieron que operar de la vesícula y de una apendicitis. Ya al final de las cirugías estaba muy débil, y quizás por esta razón se contagió de la enfermedad más grave de ésa época, el tifo (le dio una fiebre muy alta y comenzó a perder el cabello). Se recuperó gracias a las peticiones que le hizo a la Virgen de María Auxiliadora; y apenas se curó de la enfermedad comenzó hacer parte de la hermandad de María Auxiliadora, hasta el día de hoy.

María tenía unos ahorros que supo aprovechar muy bien; comenzó a comprar fruta en la vereda Quebrada de Becerras sector El Pino y a la gente de Palermo; luego ella bajaba su fruta y la vendía en la plaza de mercado que en ese entonces quedaba en la Plaza de los Libertadores.

En las fiestas patronales, María y sus cuñadas se veían envueltas en las peleas, porque la gente de la la vereda de Santana y los de la vereda Quebrada de Becerras, hacían parte de los cachiporros (liberales), y se peleaban con la gente de la vereda de la Trinidad porque ellos hacían parte de los godos (conservadores).

María se fue a seguir trabajando en la actual plaza de mercado; compraba fruta y la vendía a las señoras Oliva, Aura, Dominga y Anita, quienes eran las mayoristas y trasladaban la fruta hasta Bogotá. María tuvo varios disgustos con su comadre Angélica y la prima Etelvina debido a que unas a otras se quitaban los clientes. En esos días sus padres enfermaron y María tenía que llevar lo poco que ganaba en mercado para el sustento diario.

En diciembre, María y sus comadres se iban caminando a visitar a la Virgencita de Chiquinquirá; cuándo llegaban, entraban a misa. Después, María se les escondía a sus comadres para ir a jugar en la rueda volante.

Con el tiempo, su hermano Salustiano empezó a llevar a toda la familia en un camión; llevaban para comer en el camino, gallina, envueltos, arepas, masato y queso. Salían el 24 de diciembre a las 2:00 pm para alcanzar a llegar al nacimiento del niño Dios. Al otro día madrugaban a misa y a desayunar; ya cuándo se iban a venir compraban dulces para traerles a los familiares que por alguna razón no pudieron ir. Esa es una tradición que se ha conservado en nuestra familia.

A sus 45 años quedó embarazada y la vida se le complicó; le tocó ocultar su embarazo poniéndose camisolas y hasta dos faldas para que sus padres y hermanos no se dieran cuenta porque no lo aceptaban debido a su edad.


Durante su embarazo, además de trabajar en la plaza de mercado, ayudaba a sus sobrinas a lavar la ropa en la mana (pozo); y mientras cargaba un costal de ropa, se comenzó a sentir mal y le pidió a Santiago, su hermano menor, que la llevara al hospital.

Allí Santiago se enteró por el doctor, que su hermana estaba embarazada y que le faltaba menos de un mes para dar a luz.  Santiago le tuvo que contar a sus padres y ellos un poco enojados terminaron aceptando lo que sucedía.

El 15 de noviembre de 1973, María tuvo a su hijo Ricardo Becerra. A María le tocó trabajar muy fuerte porque tenía que seguir manteniendo a sus padres y a su hijo. El 13 de mayo de 1974 muere su madre y le deja un gran dolor, a pesar de eso supo salir adelante con su hijo y su padre.

A los cinco años de edad, su hijo sufre una grave enfermedad. María trabajaba en la plaza de mercado y tenía que dejar al niño en la casa para cuidar las vacas; su hijo se quedó dormido por la fiebre mientras cuidaba a los animales; lastimosamente comienza a llover y el no sintió la lluvia. María llegó y lo encontró dormido en medio de la lluvia y con fiebre. El hijo tenía una enfermedad que lesionaba los tendones de las caderas hasta acabarlos. María llevó a su hijo al hospital, le comentó lo que había pasado al doctor Solano Guerra, quien atendió a Ricardo el año y medio que duró en curar su enfermedad.

En 1991 el hijo de María encontró a su madre toda golpeada ya que tenía dificultad para caminar y se cayó en la plaza de mercado; entonces su hijo le dijo que dejara de trabajar y que él se iba hacer cargo de ella; pero ella le dijo que no; así que el hijo tuvo que empezar a llevar a María cada quince días a la plaza para que poco a poco se retirara del negocio.

Al cumplir los 80 años María, su hijo le hace una fiesta y ella se puso muy feliz ya que se reunió toda su familia. A los 89 años la tuvieron que operar de una hernia umbilical. Y luego de esa operación, todo para ella ha sido la felicidad. Un año después su hijo le celebró sus 90 años.

Ahora María a sus 91 años vive felíz con su familia y con ganas de vivir muchos años más. 

Mi Viejita linda es una guerrera; un ejemplo de vida que a pesar de tantas dificultades ha sabido salir adelante y todo lo que me cuenta es una demostración. Es un gran apoyo para mí; su presencia hace que todo sea más sencillo. Me apoya en todas mis locuras, me defiende de los regaños de mi papá. Abuela, espero que estés a mi lado muchos años más...Te Amo mi viejita.

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