La automirada del cantor nariñense
Hoy en día cuando todos son poetas y hay más escritores que lectores, y cuando vale más esa seudocrítica amañada y sospechosa que se pule en la academia que las mismas obras, y mientras campea por el planeta un revisionismo fascista acallando los símbolos de la cultura que consideren un espejo de sus frustraciones... es bueno hacer un alto en el camino y volver a lo esencial, a la palabra silenciosa que exige verdor y soledad... y en ese aspecto, Aurelio Arturo es el aire, y ojalá de la mano de los catadores comprobados (y ojalá alejados del ruido de las redes sociales donde campea tanto autoelogio de mercadotecnia)... Cómo hacen falta las bibliotecas y los árboles para alejarse del zumbido de las balas y de la indiferencia... A leer el texto y luego a Aurelio Arturo y al poeta Goyes, alejados de esta realidad y sus monstruosas y frívolas formas de poder... antes de que a alguien se le ocurra decir que los poetas son "máquinas de guerra"... Y pasen la voz a ver si el texto encuentra a sus dignos lectores... Más adelante pueden descargar una edición de Morada al sur revisada por Aurelio Arturo y prologada por Álvaro Mutis; ahí nos vemos.
MFP
La
automirada del cantor nariñense
Aurelio Arturo (La Unión, Nariño,1906 - Bogotá,
1974)
Julio
César Goyes Narváez
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Julio César Goyes |
En la poesía del nariñense el “Yo” no es un personaje como
en la ficción o el drama, sino un sujeto de enunciación y experiencia del
lenguaje; ese yo-personaje se silencia para dar paso al Yo lírico con el propósito de escuchar La otredad para luego cantarla. En este verso célebre podemos
advertirlo: “Yo soy la voz que al viento dio canciones” (Clima, 1931), o en uno
de sus poemas de juventud: “Porque yo canto toda cosa loable bajo el cielo./ Yo
el cantor, el cantador,/ de ritmos/ prestidigitador/ Si una hoja se mueve en
los bosques,/ yo lo sabré” (El Cantor, 1936).
En una sociedad que tiene miedo al silencio, que hace lo posible por evitarlo, la poesía arturiana nos reenvía al paraíso perdido, a la niñez auroral, al mundo oculto desacostumbrado, al otro nivel de la realidad donde oralidad y escritura son un ritual de sentido pleno, que otorga a la palabra densidad ética y estética. La poesía en una sociedad sin creencias o en crisis de valores, restaura el silencio como eco de un grito que calla en la inconmensurabilidad del mundo.
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Tomado de https://paterasalsur.wordpress.com/2020/08/24/morada-al-sur/ |
Pequeña
mancha verde, de lozanía, de gracia,
hoja
sola en que vibran los vientos que corrieron
por
los bellos países donde el verde es de todos los colores,
los
vientos que cantaron por los países de Colombia.
(Morada
al sur,1945)
Mira, mira estos campos que por nada
te ofrecen su extendida cosecha de
belleza.
...
Pon ternura de amor en tus ojos, tú que
cruzas,
que cruzas leguas, leguas,
siempre en tu hombro el cielo con su
gorjeo infinito,
y dos hojas vivas sobre la cabeza de tu
joven caballo.
...
Mira, mira con ojos puros,
pon suavidad en ellos, alegría profunda:
caen ya las primeras lágrimas de la noche.
(Paisaje,
1945)
Esta voz es un ecopoética, una manera de vivir y re-existir; es un acto que encuentra en lo “nuestro” americano la vanguardia internacional, adelantándose en varios años a los poetas que giraron en torno a la revista colombiana Mito (1955-1962), dirigida por el lúcido poeta Jorge Gaitán Durán. Al mantenerse en silencio frente a los acontecimientos culturales de su época, al no publicar sino eventualmente y en lapsos bastante prolongados (recordemos que no le atraían las “guerrillas literarias” y que insistía en que la poesía no era para los periódicos), Aurelio pasó desapercibido como uno de los claros y originales renovadores de la poesía colombiana, lo demuestran poemas como Silencio, Canción de ayer, Vinieron mis hermanos (1932); la Rapsodia de Saulo, Canción de la noche callada, Canción de amor y soledad (1934); Morada al sur, Arrullo, Canción de hojas y de lejanías (1945).
La
perspectiva de una renovada realidad se modula con el poetizar, con la
experiencia del lenguaje que forja la subjetividad, con el imaginario, el ritmo
y el tono, por eso el Ser-Sur que llevamos dentro acontece y emerge cada vez
que leemos-escuchamos ese viento de palabras y silencios que es Morada al
Sur.
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Julio César Goyes Narváez. Poeta,
ensayista y realizador audiovisual nacido en Ipiales, Nariño. Estudió filosofía
en la Universidad del Cauca y Literatura hispanoamericana como becario del Instituto
Caro y Cuervo de Bogotá, doctor en Comunicación Audiovisual de la Universidad
Complutense de Madrid (Tesis Sobresaliente
Cum Laude). Profesor asociado del Instituto de Estudios en
Comunicación y Cultura –IECO– de la Universidad Nacional de Colombia. En 1999
realiza el audiovisual Morada al sur: la
rapsodia de Aurelio Arturo, beca de Fotografía y Audiovisual por el Fondo
Mixto de Occidente. Ha publicado: Tejedor de Instantes (1992), Imago Silencio, premio
Fondo Mixto de Cultura de Nariño
(1996), El Rumor de la otra orilla, variaciones
en torno a la poesía de Aurelio Arturo, premio de ensayo Morada al sur
(1997), El eco y la mirada, beca ICI, España (2001), La ecopoética de Aurelio Arturo, en Obra
poética completa, Ediciones Unesco (2003), Imaginario postal (2010), Nubes
verdes para una ciudad gris (2010), La imaginación poética (2012),
Arrayán (2013), Pausa percusión (2019),
Guáitara, antología (2020), La escena secreta (2011) y La mirada Espejeante: el cine de
Andrei Tarkovski (2016), en Colección Obra selecta de la
Editorial de la Universidad Nacional de Colombia. Aparece en las antologías: Artesanías de la palabra
(2003), Desde el umbral (2004), Nubes verdes,
colombo-ecuatoriana (2013), América
revisitada y Palavbras
andantes, poesía latinoamericana español/portugués (Editacuja, 2019). Cofundador de la corporación
literaria Si mañana Despierto y miembro de la Junta directiva de la asociación
cultural Trama y Fondo de España.
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