POEMAS DE ORLANDO GALLO ISAZA para el Día del Idioma

Las redes sociales sirven para muchas cosas improductivas y para muchas productivas: A través de ellas se vitriniza la estupidez o se manipula la opinión pública; a través de ellas se hace el ruido que necesita el matón de turno o se persigue a quien piense distinto y se atreva a manifestarlo; sin embargo, hay quijotes que en medio de ese muladar comparten la belleza. Así encontramos al maestro Orlando Gallo Isaza; su sentido del humor y la ironía son un oasis en medio de tanta frivolidad y tanto horror que circula en las redes de los habitantes de este sufrido país, a merced de los mediocres y sus Ñeñes y sus Memos y sus barbosadas. El maestro Orlando Gallo ha compartido con nosotros algunos de sus poemas. Les cuento que esperábamos con ansiedad la llegada del Día del Idioma para celebrar la magia del lenguaje a través de las palabras del poeta antioqueño. Así que mientras él ve los árboles y lee en compañía de una botella de whisky, de sus perros, de sus hijos, de sus nietos y montañas... nosotros desde el otro lado de este reino, escuchamos a Erik Satie como si fuera un tango y rumiamos sus versos. Agradecemos al Maestro por su generosidad y compartir con nosotros el libro La próxima línea, tal vez (2017), ganador del Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus en el año de 1990... Y pasen la voz, a lo mejor estas palabras den con los lectores que las andan buscando en los callejones de la vida. 

MFP


POEMAS DE ORLANDO GALLO ISAZA[1]

 

Imagen tomada de la solapa del libro editado por Poesía Letra a Letra, 12 (2017)


La próxima línea, tal vez

 

Incansables, prometemos el silencio.

 

La próxima línea, tal vez.

 

O ese libro en el que,

pródigos,

renunciamos a toda claridad.

 

La vida sin embargo

quiere ser dicha

y aun para la Nada

tenemos esa bella palabra.

 

Escritura

 

Acoge esas frases que te llegan cuando la noche destiende las camas.

 

No las mejores.

 

Reconócelas apenas como a viejos compañeros de secundaria a quienes sólo adeudas algunas tardes y deja que te invadan.

 

Repítelas hasta dejarlas huecas.

 

Ya te despedirás de ellas en el poema.

 

Maestro

 

Enseñaré español en el lejano Turkestán.

 

En medio del silencio que impondré en el aula, diré una y otra vez «esta es una ventana» y mis palabras, como un acorde extraño, serán a sus atentos oídos albergue de la poesía.

 

Saga

 

Ante esa mesa se sentaba el poeta.

 

Desde aquí entreveía las filigranas del empapelado en la pared

que acaso en sus textos estén de un oscuro modo.

 

He sabido que la cerveza que ahora bebo

y la mujer que me acompaña

eran las que preferían sus continuos desvaríos.

 

Frecuento sus cuartuchos

y sus más amados libros reposan en mis estantes.

 

Más allá de la memoria

sus versos brotan en mí de nuevo cada noche.

 

Sin embargo

eso suyo esencial que lo hace pervivir entre los hombres

 

 Tesoro

 

Lugares a los que arribamos buscando la sombra para el amor.

 

Lugares no resaltados por ningún mapa de turismo, repentinamente

ubicados en el centro del universo.

 

Lugares irrepetibles cuyas rutas de acceso nos hemos encargado de

dinamitar, como quien entierra un tesoro con su pasión incluida,

con su probable fantasma.

 

 El infierno

 

El último pensamiento en la vida de un hombre lo ocupa la imagen

súbita del rostro amado en la actitud despreocupada del olvido.

 

Y ninguna lágrima alcanza a brotar.

 

 El recuerdo

 

Doña Ana del Mar, ex actriz septuagenaria a quien las tablas prestan todavía unos gestos vivaces, precisos, que refuerzan innecesariamente la perfecta entonación con la cual resume lo que para ella representa el desahucio del Parque Nacional para dar paso a una avenida, se sobrepone a sí misma, acercándose al Borges de algún cuento, cuando llorosa concluye: «Todo es muy triste, pero al menos me queda el recuerdo. Lo que no voy a poder soportar es cuando no me quede ni el recuerdo».

 

 Cuidado

 

Pasé por el lugar donde un hombre aplicaba soldadura a una reja de metal.

 

Automáticamente volteé el rostro pues temí ese fulgor frente a mis ojos, a pesar de saber que a esa distancia no existía riesgo alguno.

 

De niño mis padres me inculcaron ese movimiento; con el tiempo se volvió una manía más que un sicólogo diseccionaría con tres frases.

 

Sé, sin embargo, que algo en ese gesto involuntario y persistente ha resguardado para mí el reino de la luz.

 

Espera

 

Esos mensajes

cuya espera agotó nuestra vigilia

 

nos sorprenden ahora

inútilmente

en una caligrafía que el tiempo

ha hecho indescifrable.

 

 Promesa

 

Quien ha urdido sus horas

celebrando su tristeza

 

no puede ya,

aunque el mundo lo colme,

 

olvidar lo que prometió una tarde

escupiendo en algún poema

su adolescencia.

 

 Mario Rivero

 

Supe que en la vasta miseria de mis cosas

estaba la poesía,

 

que era posible una soledad con heroísmo

y un desprecio con el cual enfrentar

eso amorfo y dañino: «la gente».

 

O, para decirlo con palabras nuestras:

tus poemas fueron para mí

la chaqueta de cuero y los lentes oscuros

que de haber podido tener

no habría sido capaz de usar.

 

 Poesía

 

Mirando la televisión con mi padre,

escuchamos a cierto comentarista deportivo

atribuir el triunfo del equipo de Cartagena

a que el tercer bate

«conectó su decimocuarta película

de circuito completo».

 

Como ambos sonreímos

supongo que él pensó lo mismo:

 

Un hombre se prepara

veintitrés horas y algunos minutos

para decir algo así.

 

Un hombre se prepara toda la vida

para hacer algo así.

 

Doce años

 

Y de pronto, en medio del juego del escondite decidiste que era tonto regresar.

 

Que la húmeda tierra negra contra tu espalda y las nubes vislumbradas entre las acacias eran un hermoso lugar para dejar de correr.

 

Nada desde entonces ha podido perturbar el silencio solemne de ese momento; pero nunca tampoco ha dejado de estar el mundo al fondo, como la ansiosa algarabía de tus primos, de tus hermanos.

 

Oración

 

La voz de Neruda,

fervorosa,

prestándole belleza a sus poemas

y discretamente escuchada en mi

pequeña grabadora

 

se filtraba sin embargo

a través de la pared

hasta el cuarto de la abuela

 

confortándola en la idea

de que la oración volvía a velar mis noches.

 

Conversación

 

Tal vez conversar contigo

sólo era posible así

y tu muerte nos libró de la obviedad

de las palabras,

de la innecesaria herida de la increpación,

del gastado ritual de la gratitud.

 

No padeciste, lo sé,

tu destino de padre y,

no desprovisto de toda vanidad,

sabe Dios cuánto deseaste

mi perfección.

 

La misma que el tiempo y yo,

minuciosos,

estropearíamos.

 

Cita

 

El color negro de su ropa ha propiciado que hoy en nuestro encuentro mamá se recorte indefensa contra el bullicio callejero.

 

Demasiado tardía para ser luto por su viudez, la decisión de vestirse así la hace repentinamente femenina a mis ojos, y el deseo de protegerla es de pronto también la evocación inevitable de las últimas palabras de papá, que la incluían por encima de todo lo que el mundo pudiera significar en ese instante.

 

Volver al barrio

 

Para volver al barrio de la mano del poema

las doce del día es la mejor hora

y almorzar de nuevo en casa de tu madre

puede resultar propiciatorio.

 

Así lo sientes

sentado frente a la ventana que da al patio,

paladeando a solas en la mesa

esa sazón suya,

tan elemental y apresurada,

 

mientras en la radio

y en la cocina

a dos voces

el bolero y el tango,

la balada y el pasillo,

 

ese estropicio maravilloso

tan incivilizado.

 

Y afuera,

 

las señoras en arrastraderas

barriendo eternamente el frente de sus casas,

los febriles partidos de fútbol,

el protagonismo al que siempre aspiraste

(allí en esa cuadra donde nunca fuiste nadie,

lo cual es desde siempre algo irremediable).

 

Sólo que en cada regreso

eres quizá un poco más puro,

más indefenso frente a esa melodía inagotable,

y así

 

Extravío

 

¿Qué zona de la historia me retiene a tu lado, curioso?

¿Qué ángulo de tu rostro, esquivo, me abandona?

 

No te dejaré ir mientras no te posea, no te pediré prenda alguna ni fetiche con el cual invocarte. Te me extraviarás toda si logro dar contigo.

 

Adiós

 

Hoy mi hija ha trazado en el aire

un incipiente adiós

dirigido a mí por sobre el hombro de su madre.

 

Le hemos celebrado largamente

ese primer gesto elaborado

aunque vaya acompañado de una dura comprobación:

 

La vida nos entrena bien temprano

para las despedidas.

 

Posdata

 

Así como mis tres hermanos misioneros experimentan cada acto de los muchos y variados que comprenden la rutina de un día como una manera de orar y agradecer a Dios. O como sienten que en esa dimensión del ser, el gesto más heroico y el más trivial valen igualmente, pues ambos importan según encajen o no en el Gran Designio del que somos meros ejecutores (y que en ello va un goce incomunicable que no sólo compensa las vicisitudes, sino que las hace también parte de ese canto del mundo a su Hacedor), así también yo, de un modo profano y heterodoxo, he intentado por y para el poema, vivir una relación no desechable con las cosas, pues de un modo ocasional me ha sido dado el entendimiento del universo como un todo armónico que se celebra a sí mismo.

Y ello no me ha ocurrido en medio de las Grandes Ceremonias, sino por el contrario, amarrándome un zapato o lavándome los dientes; o encaramado en uno de esos vehículos a la gloria llamados tractomulas.

Y cuando sucede, lo he registrado en unos versos, recordando con gratitud a ese poeta chino del siglo iv que todavía hoy me habla de su amada bajo el árbol de durazno.

Y lo hago en una lengua que he ido tanteando con torpeza, más a través de lo que sus traducciones del inglés me dicen que de lo que originalmente se ha escrito en ella; más a través de los que de un modo vago recuerdo de las frases de mi abuela que de los capítulos del Quijote; más a través de Ernesto Cardenal que de Rubén Darío.

Por eso el tono menor y el casi impúdico regodeo en el álbum familiar. Por eso la reiteración de unos pobres objetos cuyo único lustre es sobrevivirnos. Por eso este libro donde casi desnudo me afirmo en la vida.

 

 



[1] Medellín, 1959. Abogado de la Universidad de Antioquia, se desempeña como magistrado del Tribunal Superior de Medellín. Ha publicado los libros de poesía: Siendo en las cosas (jjwj Editores, Medellín, 1984), Los paisajes fragmentarios (segundo lugar del v Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia 1983, publicado en 1985 por esa institución), La próxima línea, tal vez (ganador del vii Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus 1990, publicado ese año por la Gobernación de Norte de Santander; este cuaderno es su segunda edición), Siendo en las cosas. Poesía reunida (Gobernación de Antioquia, «Colección de Autores Antioqueños», Medellín, 1996), Todas las cosas es lo único que dejamos (primer lugar beca de creación Instituto Colombiano de Cultura 1996, publicado en 1999 por la Editorial Universidad de Antioquia), Como quien entierra un tesoro (Universidad Externado de Colombia, colección «Un libro por centavos», Bogotá, 2010) y Adiós a todo eso (colección «Palabras Rodantes», Metro de Medellín-Comfama, Medellín, 2016).

Sus poemas aparecieron en las antologías Poetas en abril vol. 2 (Medellín, 1983), Tambor en la sombra. Poesía colombiana del siglo XX (Verdehalago, México, 1996), Antología de la poesía colombiana (Ministerio de Cultura-El Áncora Editores, Bogotá, 1997) y Muestra de poesía hispanoamericana actual (Diputación de Granada, España, 1998).


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