POEMAS DE SHARON OLDS Y UNA CARTA A LAURA BUSH


POEMAS DE SHARON OLDS

L
a poesía estadounidense escrita por mujeres es poderosa. Imagino que puede trazarse una línea desde Emily Dickinson hasta Sharon Olds, quien asume la poesía como un golpe brutal y descarnado. Llegué a ella a través de la película INTO THE WILD también recomendable en estos tiempos en los que se necesita un filtro estético para pensar en lo que significa el sueño americano. Sharon Olds escribe de una manera despiadada. 


Fascinan y conmueven sus poemas. Urge que lleguen sus libros a estas costas porque su poética es una declaración de honestidad vital en tiempos de horror. Con un poema al Pene del Papa o con otro a las Tetas, desacraliza y resignifica el sentido de lo femenino.


Foto de PASCAL PERICH. Tomada de https://elpais.com/cultura/2015/12/18/actualidad/1450459050_618854.html
Sharon Olds en su apartamento en Nueva York


REGRESO A MAYO 1937

Los veo, de pie, en la entrada principal de sus universidades,
Veo a mi padre
andar bajo el arco ocre de piedra arenisca,
las losas rojas destellan como platos
de sangre inclinados detrás de su cabeza,
veo a mi madre con algunos libros livianos en su cadera,
detenida en el pilar hecho de pequeños ladrillos
con la reja de hierro dulce, todavía abierta detrás de ella,
sus puntas de espada negra en el aire de mayo;
están a punto de graduarse, a punto de casarse,
son chicos, son tontos, todo lo que saben
es que son inocentes, que nunca lastimarían a nadie.
Yo quiero ir hacia ellos y decirles: alto,
no lo hagan, ella es la mujer equivocada,
él es el hombre equivocado, van a hacer cosas
que nunca imaginaron serían capaces de realizar,
van a hacer maldades a los niños,
van a sufrir en formas de las que nunca habían escuchado,
van a querer morir. Quiero ir
hacia ellos en la luz solar del fin de mayo y decirlo,
la cara bonita, en blanco y hambrienta de ella volviendo hacia mí,
su cuerpo hermoso, lamentable y sin tocar,
la cara arrogante y apuesta de él volviendo hacia mí,
su cuerpo hermoso, lamentable y sin tocar,
pero no lo hago. Quiero vivir.
Los tomo como a muñecos de papel
macho y hembra y los golpeo entre sí
en las caderas como esquirlas de piedra
que encendieran chispas, les digo
hagan lo que van a hacer, yo lo contaré.


TRUCOS

Mi madre
la ilusionista
consigue que aparezcan
huevos en la mano.
Mis ovarios
aparecen en su mano, negros como higos,
y arrugados como dedos tras un día de lavar.

Cierra su mano,
y al abrirla
no hay nada.

Saca pañuelos de seda de sus orejas
de todos los colores, joyas de su boca,
leche de sus pezones. Mi madre la desnuda
ilusionista sube al escenario
y despliega sus trucos.

Se saca los ojos.
Sus vacías cuencas
se llenan de aceite que rezuma,
de whisky y heces.
De sus narices
extrae rollos de pergamino
que se incendian.

En la escena final
lentamente se saca a mi padre
del coño y lo coloca
sobre un sombrero de copa
donde desaparece.

Creo que puede convertir cualquier cosa
en nada, ella es un hueco en el espacio,
es la mejor, la perfecta
ilusionista. Todo esto
lo acabo de sacar de mi boca aquí mismo
ante tus ojos.


EL ABORTO

Al mes encinta, grandes
coágulos de sangre aparecieron en el agua
verduzca del baño.
De un rojo oscuro como el negro sobre el piélago
traslúcido, como formas de vida
que emergen, medusas de formas definidas
como los hongos.

 Fue esa la única comparecencia del
niño, formas negras y festoneadas
cayendo lentamente. Un mes después
concebimos a nuestro hijo, y nunca volví
a llorar al que apenas llegó al umbral con su mensaje:
que podíamos hacer los dos una chapuza.
Envuelto todo en
púrpura partió como un mensajero
ajusticiado por traer malas noticias.

 (Trad.  J.J. Almagro y C. Jiménez Arribas)


BARÓMETRO

Por ser la hermana menor de una mujer
que abandonó a su hija —dejándola a mitad de camino,
como se tira un marido— no soy como las otras madres.

Por las noches, voy al cuarto de mi hija,
y escucho el sonido en la cisterna
de su respiración; voy al cuarto de mi hijo, el grillo
todavía vivo en su garganta, en su pecho;

Quisiera poder inclinarme sobre mi propia cama
y escuchar mi respiración, para saber el clima
que viene.


EL PENE DEL PAPA

Cuelga en lo profundo de su bata,
un delicado badajo en el centro de una campana.
Se mueve cuando él se mueve, como un pez fantasmal
en un halo de algas plateadas, con el pelo ondeante
en medio de la oscuridad y el calor.
Y en la noche, mientras los ojos duermen, él se levanta
para alabar a Dios.



POEMA PARA LAS TETAS

Como otras hermanas gemelas, ellas pueden ser
mejor identificadas en la adultez.
Una es rápida para arrugar el ceño,
su cerebro, su veloz inteligencia. La otra
sueña dentro de una constelación,
pecas de Orión. Nacieron cuando yo tenía trece,
crecieron, salieron de mi pecho,
ahora tienen cuarenta, son sabias, generosas.
Estoy dentro de ellas – de alguna manera debajo de ellas,
o las llevo, tanto tiempo estuve viva sin ellas.
No puedo decir que soy ellas, aunque sus sentimientos sean casi
mis sentimientos, como con alguien que uno ama. Parecen,
para mí, como un regalo que tengo que dar.
Que los hombres debían alabar su categoría de
ser, casi que pasaran hambre por ellas,
no se me escapaba, ni que algunos jóvenes
las amaban de la manera en que uno querría ser amado.
Todo el año estuvieron llamando a mi marido que se fue,
cantándole, como un par de sirenas
empapadas en las escolleras.
No pueden creer que las haya abandonado, no está en su
vocabulario, ellas, que fueron hechas
de promesa – ellas que son como juramentos literales mantenidos.
A veces, ahora, las tomo un momento,
una en cada mano, viudas gemelas,
pesa su tristeza. Ellas fueron un regalo que me dieron,
y después fueron nuestras, como lactantes sedientos
de excitación y plenitud. Y ahora es la misma
estación otra vez, la mismísima semana
que él se fue. ¿No les susurró
“Espérenme acá un año”? No.
Dijo, “Dios las bendiga, Dios
las bendiga, A-diós, para el resto
de su vida y la para la larga nada. Y ellas no
conocen el lenguaje, lo están esperando, mi
Dios que son bobas, ni siquiera
saben que son mortales – son dulces, supongo,
es refrescante vivir con ellas, seres sin
el conocimiento de la muerte, criaturas de un sufrimiento ignorante.

(Versión de Tom Maver)


LOS INVASORES

Hitler entró en París como mi
hermana entraba en mi habitación por la noche,
se sentaba a horcajadas sobre mí, me estrujaba con las rodillas,
clavaba las uñas de los pulgares en mis muñecas y
meaba encima de mí, sabiendo que nuestra madre nunca
creería mi versión. Todo muy
cauto, la cara borrosa sobre mí
refulgiendo en la sombra, el olor ocre
de su orina propagándose por el cuarto, el
calor hirviendo en mis piernas, mojada
mi estrecha pelvis. Cuando cesó el silbido, cuando un
agujero había sido marcado a fuego en mi cuerpo, tumbada
y calcinada de vergüenza, percibí el
relumbrar de su piel en el aire, el placer
ocre que crecía cuando Hitler se asomaba a
la tumba de Napoleón y murmuraba Éste es el
mejor momento de mi vida.



El banquete de la vergüenza no es lugar para poetas


«Por las razones que se detallan aquí abajo, la poetisa Sharon Olds ha rehusado asistir al Festival Nacional del Libro en  Washington que, sea o no por casualidad, tiene lugar el 24 de septiembre, el mismo día que se celebra una manifestación pacífica en la capital. Sharon Olds, ganadora de un Premio del National Book Critics Circle y Profesora de Escritura creativa en la Universidad de Nueva York, fue invitada junto con otros escritores por la Primera Dama Laura Bush para una lectura de sus obras. Hace tres años el artista Julius Feiffer se negó a asistir al desayuno que se ofrecía en la Casa Blanca durante el festival, como protesta contra la Guerra de Irak (véase "Mr. Feiffer Regrets", del 11 de noviembre de 2002).

Sugerimos a los invitados al Festival de este año que consideren la posibilidad de seguir su ejemplo.-

Los Editores de  THE NATION


A Laura Bush
Primera Dama
La Casa Blanca

Querida señora Bush,

Le escribo para hacerle saber por qué no puedo aceptar su amable invitación para una lectura el 24 de septiembre en el Festival Nacional del Libro ni asistir a su cena en la Biblioteca del Congreso ni tampoco al desayuno en la Casa Blanca.

En cierto modo se trata de una invitación muy apetecible. ¡La idea de poder hablar en un festival al que asisten 85.000 personas es tentadora! La posibilidad de encontrar a nuevos lectores es apasionante para una poetisa desde el punto de vista personal y, asimismo, por el deseo de que la poesía sirva a sus electores, a todos aquellos de entre nosotros que necesitamos el placer y la inspiración interior y exterior que proporciona.

Además, el concepto de una comunidad de lectores y escritores hace tiempo que me alegra el corazón. Como profesora de escritura creativa en la facultad de una importante universidad he tenido la suerte de participar en algunos magníficos talleres de escritura, en los que nuestros estudiantes se convirtieron en profesores. Durante años, ellos han dado clases en sitios diversos: una prisión de mujeres, diversos institutos públicos de la ciudad de Nueva York, una sala de oncología infantil. Hace ya veinte años que funciona nuestro programa inicial en un hospital estatal de 900 camas para personas gravemente disminuidas, lo cual ha permitido el nacimiento de amistades duraderas entre jóvenes candidatos al doctorado en Bellas Artes y sus estudiantes, residentes crónicos hospitalarios que con su humor, su coraje y su sabiduría se convirtieron en profesores nuestros.

Cuando se ha sido testigo de cómo alguien que no puede hablar ni casi moverse explica detalladamente su nuevo poema con un dedo del pie, letra a letra, en un gran tablero alfabético de plástico, se ha conocido de cerca la pasión y la esencia de la escritura. Cuando se ha sostenido un pequeño tablero alfabético de cartulina ante una escritora que no puede hablar y sólo puede mover los ojos, y señala para ella primero la A, luego la B, después la C, la D, hasta llegar a la primera letra de la primera palabra de la primera línea del poema que la mujer ha estado componiendo en su cabeza toda la semana, y ella alza sus ojos para decir que sí cuando se toca dicha letra, se ha sentido con tibia inmediatez el deseo humano de la creación, de la expresión personal, de la exactitud, de la honradez y del ingenio, así como la importancia de la escritura, que celebra el valor de la historia única y de la música interior de cada persona.

Por eso la perspectiva de un festival de libros me pareció maravillosa. Pensé en la oportunidad que se me ofrecía para hablar sobre cómo iniciar un programa más vasto. Pensé en la posibilidad de vender algunos libros, de firmar algunos libros y conocer a algunos ciudadanos de Washington, DC. Pensé que podría intentar encontrar la manera, incluso como su invitada, con respeto, de hablar sobre mi profunda convicción de que no deberíamos haber invadido Irak, y declarar mi convencimiento de que el deseo de invadir otra cultura y otro país -con el consiguiente resultado de pérdidas de vidas y amputaciones entre nuestros valientes soldados y entre los no combatientes en su propio territorio- no surgió de nuestra democracia, sino que fue en cambio una decisión tomada «desde lo alto» e impuesta al pueblo con un lenguaje deformado y con falsedades. Esperaba expresar el miedo de que hayamos empezado a vivir en las sombras de la tiranía y del chovinismo religioso, la antítesis de la libertad, la tolerancia y la diversidad a que aspira nuestra nación.

Traté de ver el camino libre para asistir al festival y dar testimonio -como estadounidense que ama a su país y sus principios y su escritura- contra esta guerra no declarada y devastadora.

Pero no podría soportar la idea de compartir el pan con usted. Sé que si me sentara a comer a su lado sentiría como si estuviese perdonando lo que considero acciones salvajes y arbitrarias de la Administración de Bush.

Lo que se me venía a la mente era que yo estaría tomando los alimentos de la mano de la Primera Dama, que representa a la Administración que desencadenó esta guerra y que desea su continuación, incluso hasta el punto de permitir la «rendición extraordinaria»: el transporte de personas a otros países, donde serán torturadas para nosotros.

Muchos estadounidenses que se sentían orgullosos en nuestro país ahora sienten angustia y vergüenza por el actual régimen de sangre, mutilaciones y fuego. Pensé en los limpios manteles de su mesa, en los cuchillos brillantes y en las llamas de las velas, y no pude aguantarlo.

Afectuosamente,

Sharon Olds

Ver texto original de la carta en The Nation
Traducido para Rebelión  por Manuel Talens
Enviado a PiensaChile por ALTERCOM

http://www.altercom.org



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