Foto de PASCAL PERICH. Tomada de https://elpais.com/cultura/2015/12/18/actualidad/1450459050_618854.html
Sharon Olds en su apartamento en Nueva York
REGRESO
A MAYO 1937
Los
veo, de pie, en la entrada principal de sus universidades,
Veo
a mi padre
andar
bajo el arco ocre de piedra arenisca,
las
losas rojas destellan como platos
de
sangre inclinados detrás de su cabeza,
veo
a mi madre con algunos libros livianos en su cadera,
detenida
en el pilar hecho de pequeños ladrillos
con
la reja de hierro dulce, todavía abierta detrás de ella,
sus
puntas de espada negra en el aire de mayo;
están
a punto de graduarse, a punto de casarse,
son
chicos, son tontos, todo lo que saben
es
que son inocentes, que nunca lastimarían a nadie.
Yo
quiero ir hacia ellos y decirles: alto,
no
lo hagan, ella es la mujer equivocada,
él
es el hombre equivocado, van a hacer cosas
que
nunca imaginaron serían capaces de realizar,
van
a hacer maldades a los niños,
van
a sufrir en formas de las que nunca habían escuchado,
van
a querer morir. Quiero ir
hacia
ellos en la luz solar del fin de mayo y decirlo,
la
cara bonita, en blanco y hambrienta de ella volviendo hacia mí,
su
cuerpo hermoso, lamentable y sin tocar,
la
cara arrogante y apuesta de él volviendo hacia mí,
su
cuerpo hermoso, lamentable y sin tocar,
pero
no lo hago. Quiero vivir.
Los
tomo como a muñecos de papel
macho
y hembra y los golpeo entre sí
en
las caderas como esquirlas de piedra
que
encendieran chispas, les digo
hagan
lo que van a hacer, yo lo contaré.
TRUCOS
Mi
madre
la
ilusionista
consigue
que aparezcan
huevos
en la mano.
Mis
ovarios
aparecen
en su mano, negros como higos,
y
arrugados como dedos tras un día de lavar.
Cierra
su mano,
y
al abrirla
no
hay nada.
Saca
pañuelos de seda de sus orejas
de
todos los colores, joyas de su boca,
leche
de sus pezones. Mi madre la desnuda
ilusionista
sube al escenario
y
despliega sus trucos.
Se
saca los ojos.
Sus
vacías cuencas
se
llenan de aceite que rezuma,
de
whisky y heces.
De
sus narices
extrae
rollos de pergamino
que
se incendian.
En
la escena final
lentamente
se saca a mi padre
del
coño y lo coloca
sobre
un sombrero de copa
donde
desaparece.
Creo
que puede convertir cualquier cosa
en
nada, ella es un hueco en el espacio,
es
la mejor, la perfecta
ilusionista.
Todo esto
lo
acabo de sacar de mi boca aquí mismo
ante
tus ojos.
EL
ABORTO
Al
mes encinta, grandes
coágulos
de sangre aparecieron en el agua
verduzca
del baño.
De
un rojo oscuro como el negro sobre el piélago
traslúcido,
como formas de vida
que
emergen, medusas de formas definidas
como
los hongos.
Fue
esa la única comparecencia del
niño,
formas negras y festoneadas
cayendo
lentamente. Un mes después
concebimos
a nuestro hijo, y nunca volví
a
llorar al que apenas llegó al umbral con su mensaje:
que
podíamos hacer los dos una chapuza.
Envuelto
todo en
púrpura
partió como un mensajero
ajusticiado
por traer malas noticias.
(Trad.
J.J. Almagro y C. Jiménez Arribas)
BARÓMETRO
Por
ser la hermana menor de una mujer
que
abandonó a su hija —dejándola a mitad de camino,
como
se tira un marido— no soy como las otras madres.
Por
las noches, voy al cuarto de mi hija,
y
escucho el sonido en la cisterna
de
su respiración; voy al cuarto de mi hijo, el grillo
todavía
vivo en su garganta, en su pecho;
Quisiera
poder inclinarme sobre mi propia cama
y
escuchar mi respiración, para saber el clima
que
viene.
EL
PENE DEL PAPA
Cuelga
en lo profundo de su bata,
un
delicado badajo en el centro de una campana.
Se
mueve cuando él se mueve, como un pez fantasmal
en
un halo de algas plateadas, con el pelo ondeante
en
medio de la oscuridad y el calor.
Y
en la noche, mientras los ojos duermen, él se levanta
para
alabar a Dios.
POEMA
PARA LAS TETAS
Como
otras hermanas gemelas, ellas pueden ser
mejor
identificadas en la adultez.
Una
es rápida para arrugar el ceño,
su
cerebro, su veloz inteligencia. La otra
sueña
dentro de una constelación,
pecas
de Orión. Nacieron cuando yo tenía trece,
crecieron,
salieron de mi pecho,
ahora
tienen cuarenta, son sabias, generosas.
Estoy
dentro de ellas – de alguna manera debajo de ellas,
o
las llevo, tanto tiempo estuve viva sin ellas.
No
puedo decir que soy ellas, aunque sus sentimientos sean casi
mis
sentimientos, como con alguien que uno ama. Parecen,
para
mí, como un regalo que tengo que dar.
Que
los hombres debían alabar su categoría de
ser,
casi que pasaran hambre por ellas,
no
se me escapaba, ni que algunos jóvenes
las
amaban de la manera en que uno querría ser amado.
Todo
el año estuvieron llamando a mi marido que se fue,
cantándole,
como un par de sirenas
empapadas
en las escolleras.
No
pueden creer que las haya abandonado, no está en su
vocabulario,
ellas, que fueron hechas
de
promesa – ellas que son como juramentos literales mantenidos.
A
veces, ahora, las tomo un momento,
una
en cada mano, viudas gemelas,
pesa
su tristeza. Ellas fueron un regalo que me dieron,
y
después fueron nuestras, como lactantes sedientos
de
excitación y plenitud. Y ahora es la misma
estación
otra vez, la mismísima semana
que
él se fue. ¿No les susurró
“Espérenme
acá un año”? No.
Dijo,
“Dios las bendiga, Dios
las
bendiga, A-diós, para el resto
de
su vida y la para la larga nada. Y ellas no
conocen
el lenguaje, lo están esperando, mi
Dios
que son bobas, ni siquiera
saben
que son mortales – son dulces, supongo,
es
refrescante vivir con ellas, seres sin
el
conocimiento de la muerte, criaturas de un sufrimiento ignorante.
(Versión
de Tom Maver)
LOS
INVASORES
Hitler
entró en París como mi
hermana
entraba en mi habitación por la noche,
se
sentaba a horcajadas sobre mí, me estrujaba con las rodillas,
clavaba
las uñas de los pulgares en mis muñecas y
meaba
encima de mí, sabiendo que nuestra madre nunca
creería
mi versión. Todo muy
cauto,
la cara borrosa sobre mí
refulgiendo
en la sombra, el olor ocre
de
su orina propagándose por el cuarto, el
calor
hirviendo en mis piernas, mojada
mi
estrecha pelvis. Cuando cesó el silbido, cuando un
agujero
había sido marcado a fuego en mi cuerpo, tumbada
y
calcinada de vergüenza, percibí el
relumbrar
de su piel en el aire, el placer
ocre
que crecía cuando Hitler se asomaba a
la
tumba de Napoleón y murmuraba Éste es el
mejor
momento de mi vida.
El
banquete de la vergüenza no es lugar para poetas
«Por
las razones que se detallan aquí abajo, la poetisa Sharon Olds ha rehusado
asistir al Festival Nacional del Libro en Washington que, sea o no por
casualidad, tiene lugar el 24 de septiembre, el mismo día que se celebra una
manifestación pacífica en la capital. Sharon Olds, ganadora de un Premio del
National Book Critics Circle y Profesora de Escritura creativa en la Universidad
de Nueva York, fue invitada junto con otros escritores por la Primera Dama
Laura Bush para una lectura de sus obras. Hace tres años el artista Julius
Feiffer se negó a asistir al desayuno que se ofrecía en la Casa Blanca durante
el festival, como protesta contra la Guerra de Irak (véase "Mr. Feiffer
Regrets", del 11 de noviembre de 2002).
Sugerimos
a los invitados al Festival de este año que consideren la posibilidad de seguir
su ejemplo.-
Los
Editores de THE NATION
A
Laura Bush
Primera
Dama
La
Casa Blanca
Querida
señora Bush,
Le
escribo para hacerle saber por qué no puedo aceptar su amable invitación para
una lectura el 24 de septiembre en el Festival Nacional del Libro ni asistir a
su cena en la Biblioteca del Congreso ni tampoco al desayuno en la Casa Blanca.
En
cierto modo se trata de una invitación muy apetecible. ¡La idea de poder hablar
en un festival al que asisten 85.000 personas es tentadora! La posibilidad de
encontrar a nuevos lectores es apasionante para una poetisa desde el punto de
vista personal y, asimismo, por el deseo de que la poesía sirva a sus
electores, a todos aquellos de entre nosotros que necesitamos el placer y la
inspiración interior y exterior que proporciona.
Además,
el concepto de una comunidad de lectores y escritores hace tiempo que me alegra
el corazón. Como profesora de escritura creativa en la facultad de una
importante universidad he tenido la suerte de participar en algunos magníficos
talleres de escritura, en los que nuestros estudiantes se convirtieron en
profesores. Durante años, ellos han dado clases en sitios diversos: una prisión
de mujeres, diversos institutos públicos de la ciudad de Nueva York, una sala
de oncología infantil. Hace ya veinte años que funciona nuestro programa
inicial en un hospital estatal de 900 camas para personas gravemente
disminuidas, lo cual ha permitido el nacimiento de amistades duraderas entre
jóvenes candidatos al doctorado en Bellas Artes y sus estudiantes, residentes crónicos
hospitalarios que con su humor, su coraje y su sabiduría se convirtieron en
profesores nuestros.
Cuando
se ha sido testigo de cómo alguien que no puede hablar ni casi moverse explica
detalladamente su nuevo poema con un dedo del pie, letra a letra, en un gran
tablero alfabético de plástico, se ha conocido de cerca la pasión y la esencia
de la escritura. Cuando se ha sostenido un pequeño tablero alfabético de
cartulina ante una escritora que no puede hablar y sólo puede mover los ojos, y
señala para ella primero la A, luego la B, después la C, la D, hasta llegar a
la primera letra de la primera palabra de la primera línea del poema que la
mujer ha estado componiendo en su cabeza toda la semana, y ella alza sus ojos
para decir que sí cuando se toca dicha letra, se ha sentido con tibia
inmediatez el deseo humano de la creación, de la expresión personal, de la
exactitud, de la honradez y del ingenio, así como la importancia de la
escritura, que celebra el valor de la historia única y de la música interior de
cada persona.
Por
eso la perspectiva de un festival de libros me pareció maravillosa. Pensé en la
oportunidad que se me ofrecía para hablar sobre cómo iniciar un programa más
vasto. Pensé en la posibilidad de vender algunos libros, de firmar algunos
libros y conocer a algunos ciudadanos de Washington, DC. Pensé que podría
intentar encontrar la manera, incluso como su invitada, con respeto, de hablar
sobre mi profunda convicción de que no deberíamos haber invadido Irak, y
declarar mi convencimiento de que el deseo de invadir otra cultura y otro país
-con el consiguiente resultado de pérdidas de vidas y amputaciones entre
nuestros valientes soldados y entre los no combatientes en su propio
territorio- no surgió de nuestra democracia, sino que fue en cambio una
decisión tomada «desde lo alto» e impuesta al pueblo con un lenguaje deformado
y con falsedades. Esperaba expresar el miedo de que hayamos empezado a vivir en
las sombras de la tiranía y del chovinismo religioso, la antítesis de la
libertad, la tolerancia y la diversidad a que aspira nuestra nación.
Traté
de ver el camino libre para asistir al festival y dar testimonio -como
estadounidense que ama a su país y sus principios y su escritura- contra esta
guerra no declarada y devastadora.
Pero
no podría soportar la idea de compartir el pan con usted. Sé que si me sentara
a comer a su lado sentiría como si estuviese perdonando lo que considero
acciones salvajes y arbitrarias de la Administración de Bush.
Lo
que se me venía a la mente era que yo estaría tomando los alimentos de la mano
de la Primera Dama, que representa a la Administración que desencadenó esta
guerra y que desea su continuación, incluso hasta el punto de permitir la
«rendición extraordinaria»: el transporte de personas a otros países, donde
serán torturadas para nosotros.
Muchos
estadounidenses que se sentían orgullosos en nuestro país ahora sienten
angustia y vergüenza por el actual régimen de sangre, mutilaciones y fuego.
Pensé en los limpios manteles de su mesa, en los cuchillos brillantes y en las
llamas de las velas, y no pude aguantarlo.
Afectuosamente,
Sharon
Olds
Ver
texto original de la carta en The Nation
Traducido
para Rebelión por Manuel Talens
Enviado
a PiensaChile por ALTERCOM
http://www.altercom.org
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