NOMBRAR EL DÍA





Mientras se prepara la reseña del libro Nombrar el día (Gamar, 2019), del poeta caleño Jorge Eliécer Ordóñez Muñoz (Cali, 1951), compartimos con ustedes algunos de sus poemas. En el libro ese poder de síntesis en diálogo con la sabiduría del artesano que pule sus versos mientras se contemplan las aguas del río que somos a destiempo. No se trata de la audacia gratuita o impostada; se trata de un imperio ontológico conquistado, anclado unas veces en la infancia, otras en el reino nostálgico del café o en la orilla desde donde nos preguntamos por el ser mientras padecemos el mundo. Acompañamos los poemas del maestro con algunas de las fotografías de los encuentros de la Corporación literaria Si mañana despierto. 


OLVIDOS

Olvidé amarrarme los zapatos, madre,
tú me despedías sin besos, apenas una señal de cruz en el aire,
tan cerca del aljibe, ponías en mi siniestra una granadilla
y en mi maleta escolar un lápiz que olía a maderas ocultas,
aserrín de algún sueño que contaban los hermanos menores.

Que te puedes caer, tú me decías, 
¿y cuántas veces me desplomé de bruces, nalgas, desamores?
Quise aprender tu lección, casi analfabeta, 
pero el olvido fue mi yermo territorio.
Aún recuerdo que pintaste a Moisés separando las aguas
con tus rasgos menudos, casi con vergüenza,
porque yo tenía el brazo entablillado, tal como ahora
el corazón, la vida, entablillados,
y mientras dormía en un laberinto de monstruos y temores
tú, bajo el mosquitero, intentabas curarme
con un aceite fétido de tuétano y lombrices.

Ahora, con esta voz que me sale a hurtadillas, 
por entre matorrales de cemento y de niebla, 
quiero decirte que tus pasos endebles, a causa de la artritis,
suenan con tanta fuerza en mi escalera crujiente
que ya puedes respirar tranquila: no me he vuelto a caer
así lo espero. Cuando miro mis zapatos, como focas
invernando en un rincón de la buhardilla, 
no puedo menos que sonreír despacio y aspirar con ternura
ese bálsamo que ha curado la desolación de mis madrugadas.

Vuelve a nevar ahora, vuelvo a escuchar tu voz
como un susurro que arrastran los duendes germinales del patio.


CANTATA TARDÍA PARA UNO QUE NO OLVIDA

La ciudad de ayer es una vieja fotografía
en la vitrina del centro comercial.

Llueve sin piedad, 
los paraguas, como en las viejas películas, 
vuelan veloces en los adoquines de la plaza, 
y espantan a las palomas que picotean en los trípodes
de los viejos fotógrafos.

Algo que nos e explica deambula por las calles, 
hay un sello de fuga en la mirada felina de los transeúntes.

Soy un tango, una cicatriz que habla del tiempo,
el hombre del reloj
el hombre de las campanas
petrificado por los días.

Pienso en la desolación de los armarios,
en el vaho pertinaz que guardan los álbumes de familia,

Cuán inútiles se vuelven las palabras,
frente a esta foto de ciudad en sepia,
con una locomotora, un puente de hierro,
soportando las nubes
y algún vagabundo lavando su camisa en el río.


OTRA PARÁBOLA DEL RETORNO

Un hombre de pasos lentos
quiso abrir una puerta,
no encontró nada,
le escucharon
un nombre indescifrable,
una vieja canción, su santo y seña.

Alguna vez llegó
donde se acuesta el viento
y la luna danza su canción de lechuzas.

Bajo el farol
dio tres golpes en la puerta
que una vez fue su casa
y un silencio pesado
de perros vagabundos
le golpeó su cansancio.

No hubo escarcha
ni amanecer en su guitarra ebria,
sólo pasos de un extranjero más en la colina.

Que un hombre se llame Carlos
basta muy poco
para que vuelva a casa
a descifrar su cima y sus abismos.


ALASKA

Quiero llevar mi corazón a esos bosques de nieve
ahora que tengo en los labios una fruta de sabor amargo,
minuto tras minuto, incluido el avaro momento del sueño.

Hay un fantasma dentro de mí,
encogido bajo su báculo de roble,
se niega a sonreír, a comenzar el día.

Entonces pienso en Alaska y quisiera para mis huesos
esos largos meses de hibernación,
cuando el oso desaparece
y regresa meses después,
tímido y delgado, a tomar el pulso de la primavera.

Para entonces, quizás el cardumen de salmón
regrese a morir al lugar de su nacimiento
y el oso espere, erguido otra vez, junto a los pinos.




NOMBRAR EL DÍA

Las palabras de todos los días están gastadas,
dando tumbos entre el espíritu y la hojarasca,
viajan como hojas barridas por el viento,
chocan, gimen, se entreveran
en las calles recién lavadas por la lluvia.

El cazador quiere atraparlas,
huyen del desamor a otras fronteras.

Palabras sucias, en el diario comercio del los hombres,
agonizan de sed en la lengua de estropajo,
se atragantan, en el pecho del suicida.
A veces brillan o se oscurecen
en la penumbra de los desterrados.
Con el miedo acezante
los guerreros comparten su pan en la trinchera,
las otras sombras, que también se saben efímeras,
se silencian, de cara a la emboscada.

Nombrar el día, mientras la lluvia sin sosiego
sigue hilvanando su oscuro monólogo. 


TEMA PARA UN TANGO

Volver a casa con la intermitencia
de un semáforo naranja,
el corazón en ligero vaivén de péndulo
en esa extraña incertidumbre de no saber
si ha florecido el tulipán, 
si los peces duermen verticales
bajo la luna de chatarra,
si alguna ventana ha quedado abierta
en la noche de hojas y rumores,
y ante todo, mujer de los silencios,
si aún me esperas
después de mis inútiles travesías.




RUMBO A LA NOCHE

Un sordo hace sonar una caja de fósforos,
su risa de hilachas cae como inútil maná
en los paraguas que flotan en la lluvia.

La creciente arrastra una vaca oscura,
una voz y un cuchillo dicen que es suya
porque la trajo el río, piedra a piedra.

Silencio de la cabra que trisca unas hojas rotas
por donde asoma la ciudad en su ojo de pescado.


Silencio en el camino de los chircales
que hacen señales de humo a los rascacielos.

Bajo la lluvia ácida vuelan los loros atardecidos
hacia su palma talada,
también ellos miran la luna ciega,
la indiferencia de los astros, cuando vagan,
lejos de la estridencia de los hombres. 





Comentarios

  1. Excelentes poemas. Traen a mi memoria esos años maravillosos que vivimos en la ciudad blanca al lado de mi mama (tan linda) cuando nos amarraba los zapatos y sin nunca olvidarse nos daba la bendicion
    Felicitaciones al poeta Jorge ppr estas lineas que nos remomtan al pasado.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por visitar nuestro blog y por tu comentario...

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