ESTANISLAO ZULETA, EL FILÓSOFO REBELDE
Hace un par de días, Hildebrando Porras compartió con los amigos la publicación del siguiente texto sobre Estanislao Zuleta; nada más y nada menos que en El Tiempo. Y el autor, para sorpresa de pocos, era nada más y nada menos que Darío Rodríguez, ese lector voraz que deambula estas calles en busca de las palabras precisas, decantadas, que le permitan conseguir el equilibro estético, capaz de trascender las humanas y miseras palabras. Y ahí va, construyendo su obra piedra a piedra, compartiendo su visión de mundo en un mundo cada vez con menos visión y más aterido a causa de las pestes cubiertas por este coronavirus que les cayó del cielo. El mensaje de Darío es una señal en medio del encierro...Hay que ponerse a leer, a escuchar a los maestros, a nuestros pensadores, a nuestros filósofos... esos que supieron deshacerse de la especialización tan aberrante que aqueja a tanto filósofo o a tanto profe mediocre que no ve el aula como creación... porque Zuleta enseñó -y aquí recordamos que tuvimos la fortuna de tener como maestro, a un discípulo de Zuleta, el gran poeta Jorge Eliécer Ordóñez-, que el pensamiento es una cuestión de trabajo y de diálogo, y no de una cuestión disciplinar. Por eso hace años hacíamos filosofía desde la poesía, desde el arte, desde la conversación, desde otras orillas... mientras los profes de filosofía estaban intoxicados de filosofía o del maldito vicio de insistir en tener siempre la razón... Le pedimos el favor a Darío de permitirnos publicar su texto porque andamos leyendo a Zuleta, descifrando lo que pensaba sobre la Escuela, ese antro en el que no se puede pensar, y en el que nos enseñan a odiar la lectura y el asombro. Leer y rotar...
MFP
ESTANISLAO ZULETA,
EL FILÓSOFO REBELDE
Para
conmemorar los treinta años de su partida, debemos recordar algunas de sus
apuestas imprescindibles para el momento político que atraviesa el país.
Un
pensador de actualidad
La mayoría de los problemas que planteó
Estanislao Zuleta se encuentran todavía sobre la mesa.
(…) Para mí una sociedad mejor es una
sociedad capaz de tener mejores conflictos. De conocerlos y de contenerlos. De
vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que
sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto,
es un pueblo maduro para la paz”.
Estas
palabras rompen con el idealismo que suele acompañar los discursos en contra de
la guerra ya que, a diferencia de estos, Zuleta aterriza en la realidad de la
condición humana y acepta, de entrada, lo inevitable del conflicto en la
sociedad.
Actualmente,
las altas esferas del poder siguen negando la guerra vivida por Colombia
durante más de medio siglo, e impiden la opción de discutir caminos que
permitan curar las heridas que ha dejado ese conflicto.
En estos
momentos, el pensamiento democrático de Estanislao Zuleta, basado en el
acuerdo, el diálogo y la razón, se hace más urgente que nunca.
La agenda abierta y la necesidad de
discusión
Los intereses intelectuales de Zuleta
no se limitan al tema de la paz. Su trabajo trazó incontables rutas de
argumentos y debates, que todavía esperan por lectores atentos e interlocutores
firmes para ser exploradas en toda su riqueza.
La revisión de algunas de sus tesis
asombra no solo por su singularidad sino por la profundidad de lo pensado. Para
Zuleta, por ejemplo, el consumo de sustancias psicoactivas era un modo de
protesta social y el desarrollo industrial contribuía al fracaso educativo de
los países.
También consideraba que el proselitismo
político enmascaraba un alma enferma, que el amor sin aceptación de la realidad
sólo se resolvía con la muerte, y que el dedicarse sólo a un oficio degradaba y
deformaba a la persona.
Estos postulados son apenas una muestra
del complejo entramado de pensamientos y afirmaciones del filósofo colombiano,
ya que irónicamente su obra escrita es mínima. Zuleta fue, ante todo, un
maestro oral que prefería la conversación o la conferencia dialogada.
La mayoría de sus libros son, en
realidad, transcripciones de conferencias públicas, charlas, entrevistas o
clases impartidas entre Bogotá, Medellín y Cali, las ciudades donde vivió y se
desarrolló como pensador.
Autodidacta y educador
Estanislao Zuleta Velásquez nació el 3
de febrero de 1935 y mostró desde temprano un gusto particular por la lectura y
el autoaprendizaje. Su padre era íntimo amigo de Fernando González, filósofo y
escritor que encontró en Zuleta hijo un fiel discípulo.
Abandonó pronto el colegio y todo tipo
de educación formal para dedicarse a ser autodidacta. Es célebre el argumento
que empleó frente a su madre para no terminar el bachillerato: “El colegio no
me deja tiempo para estudiar”.
Este camino autoformativo lo condujo,
para finales de la década de los cincuenta, a la temprana militancia política
de corte izquierdista y a la producción de textos que tejían el análisis político
con el debate artístico y filosófico.
Fue profesor de la Universidad Nacional
de Colombia, de la Universidad Libre y de la Universidad del Valle, donde
recibió un doctorado Honoris Causa en Psicología. El afán por ahondar en la
temática educativa lo llevó a fundar una “contraescuela” en el Valle del Cauca,
donde se educaron sus hijos y los hijos de sus compañeros de proyecto, siendo
profesores los propios padres y madres de los niños.
Durante su última década de vida trabajó
como asesor del presidente Belisario Betancur y de instituciones como el INCORA.
Marxismo, psicoanálisis y literatura
Sus búsquedas eran intensas e
infatigables. A los veintitrés años, tras aprender por sí mismo el francés, se
convirtió en un divulgador del existencialismo, del psicoanálisis y del
marxismo. Incluso el historiador Álvaro Tirado Mejía recuerda que leyeron y
discutieron juntos “El Capital”.
Para principios de los sesenta, Zuleta
publica un artículo titulado “Marxismo y psicoanálisis” en la revista Estrategia,
el cual, según Alberto Valencia – editor y transcriptor de la obra de Zuleta
–define su programa de pensamiento.
Su interés en las teorías de Freud lo
llevó a crear un círculo psicoanalítico en Cali y a coordinar tertulias o
conversaciones en distintos lugares, en las cuales se leían y comentaban libros
completos, sobre todo de corte literario. De allí nace uno de los libros
capitales de Zuleta, “Thomas Mann, la montaña mágica y la llanura prosaica”.
En este texto, Zuleta relaciona, desde
la ética ciudadana, una cosmovisión de lo real a partir de la novela de Mann.
El libro es una transcripción de clases, pero se deja leer como el amplio
ensayo que en realidad es y denota una de sus ideas principales: la literatura como
referente clave para entender la sociedad. Desde su perspectiva, la literatura
aporta modelos vitales y vidas en sí mismas, que nos permiten entendernos y
vernos desde el otro y desde la diferencia.
Filósofo colombiano
Su pensamiento es heterogéneo e
impredecible, de ahí su complejidad. Su obra intenta un diálogo entre saberes
sin aparente afinidad para pensar mejor, con hondura, el paso del ser humano
sobre la Tierra. Así, por ejemplo, para abordar la poesía del Tuerto Luis
Carlos López apela al psicoanálisis, a las tirantes relaciones con los mayores
y a las pulsiones de muerte con la ciudad natal.
Otros aportes de Zuleta, ya no solo al
pensamiento colombiano sino al pensamiento en general, pueden hallarse en su
estudio de un pensar socrático, un pensar por uno mismo, adaptado a las
necesidades de nuestro presente, sin dogmas y con el valor de aceptar
conflictos internos o externos en la búsqueda de ese razonamiento.
Igualmente, en el necesario examen de
los psicológico y de los mecanismos de la persona antes de dar el paso al
compromiso político.
Estanislao Zuleta también ha sido
tildado de poco riguroso, antiacadémico y charlatán; se puede estar o no de
acuerdo con sus ideas, pero resulta imposible desconocer su trabajo y sus
apuestas. Es preciso darle una oportunidad.
En tiempos de la llamada “posverdad”,
cuando la mentira y el embuste retórico sirven para fortalecer poderes, cuando
una polarización drástica anula cualquier diálogo, el saber democrático y de
alteridad que propone el autor de “Elogio
de la dificultad” es saludable para ir recuperando el
rumbo, sobre todo en el debate público, tan desvirtuado en estos días.
Hay una anécdota, relatada por William
Ospina, que dibuja íntegramente a este pensador nuestro fallecido hace treinta
años. Le leía la “Fenomenología del espíritu”, del filósofo alemán G.W. Hegel,
a un niño con pocos meses de vida. Zuleta explicaba a la madre del pequeño que,
aunque la criatura no entendiera, era conveniente que fuese recibiendo el
conocimiento desde una edad prematura.
Colombia ha tenido pocos filósofos, se
les puede contar con los dedos de una sola mano. Estanislao Zuleta es y seguirá
siendo uno de ellos.
* Escritor y editor, columnista de la
revista Cartel Urbano.
Agradezco a Miyer la divulgación de este texto. Nos urge retomar la lectura del maestro Estanislao Zuleta.
ResponderEliminarGracias a usted maestro por permitirnos compartir sus palabras, que como siempre, nos invitan a la reflexión en tiempos en los que el pensamiento es un estorbo.
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