EL CEMENTERIO SECRETO
Hace muchos años recién se vislumbraba el proyecto Mnemósine, allá en el glorioso Santoto, publicamos una revista llamada Clepsidra. En uno de sus números, Magda Rocío, en ese entonces estudiante del grado 11°, publicó un texto en el que nos contaba la existencia de un cementerio secreto en la ciudad de Duitama; su escrito fue guiado por la memoria de su abuelo. Hoy en día ya es profesional y se desempeña como docente; incluso ha trabajado en el Integrado y en otros planteles... Y el encuentro ha sido grato porque permitió que recobráramos el texto y que se pueda compartir con los habitantes de Duitama... Gracias a Rocío, a su abuelito... y roten si pueden...
EL CEMENTERIO SECRETO
Por Magda Rocío Tamayo Rivera
Licenciada en Idiomas Modernos de
la UPTC
Especialista en Derechos Humanos
(Ex alumna del Santoto)
Pensemos por un momento en otros de los significados de la palabra
cementerio, lugar de descanso, de respeto, de reencuentro, de olvido. La muerte
no diferencia condiciones, pero curiosamente, en Duitama algunos de sus
antiguos habitantes fueron excluidos de su sito de descanso por haber fallecido
debido a enfermedades que se consideraban contagiosas y altamente peligrosas. En
las siguientes fotografías se ven los sitios en los que aparentemente
funcionaba el cementerio en el que fueron enterrados muchos habitantes de una
Duitama antigua, que ya había recibido una peste hace décadas. El lugar, a veces
sirve de basurero para esos personajes que se niegan a comprender la
importancia de la ciudadanía y su disposición a cuidar el medio ambiente.
¿Quién puede creer que este es un cementerio y que los muertos sí podían
descansar en paz? Las llantas y la basura se mezclan con otros desechos y con
una naturaleza que se niega a ser exterminada y que se nutrió con los cuerpos
de muchas personas que fueron sepultadas en el sitio; la historia la contaba mi
abuelo mientras señalaba hacia arriba de su casa, donde se alcanza a divisar el
terreno que hoy en día está invadido por flores y eucaliptos. Mientras, mi
padre puso a producir la tierra, y hay que decir que los mejores cultivos de
frijol, maíz y trigo salieron de esos campos, “al final, los difuntos nos
abonaron el terreno”, dice mi papá entre risas.
Dicen que la enfermedad que los excluyó del cementerio oficial fue la viruela
negra, otros dicen que fue una gripa aviar para la que no había cura; algo
similar a lo que ocurre con el COVID 19 en estos días; o al menos eso contaba don
Carlos Julio Rivera, quien tenía 88 años cuando escribimos el relato para la
revista Clepsidra en el 2010… y durante años, y así como lo ven en la foto: con
su sombrero, su bordón, su ruana y sus botas, luchaba firmemente en esta vida,
y nos quedó su recuerdo de la publicación en Clepsidra y sus enseñanzas de
esforzarse para salir adelante.
Gracias a él y a su historia llegamos a descubrir el cementerio secreto de Duitama;
contaba don Carlos Julio que cuando la viruela negra llegó a Duitama, fue necesario
enterrar a las personas que morían por esta enfermedad, en un lugar apartado, y
que el terreno escogido era propiedad de su padre. Su relato fue fundamental
para recoger esa parte de la memoria de la ciudad.
En una de las entrevistas, el abuelo nos contó que a la gente comenzaron a
enterrarla en abril, mes en el que él nació y que sepultaron a mucha gente; nos
dijo que, a las personas contagiadas, se les brotaba la boca y no podían comer.
Agrega que a su mamá le dio, pero que se salvó de la enfermedad. A él le
contaron que los sepultureros eran borrachos y que cogían unos palos que
llamaban barbacoa y que hacían una especie de cama y así los enterraban. Dice
que no hacían hueco para enterrarlos, que los arrimaban a zanjones cercanos al
terreno y que luego les picaban un poco de tierra y los dejaban así.
Nos contó que el olor era muy feo y que en medio de los barrancos donde
estaban los muertos, brotaba una sustancia verde que hervía y que por eso a su
padre le tocó ponerse unos cogollos de altamiz para tapar bien y picar más
tierra.
Además, para saber en dónde estaba cada persona se sembraba una mata de eucalipto,
pero la mata se secaba por la grasa de la persona. El abuelo nos decía que la
gripa era más terrible que el brote de la viruela y que después de un tiempo,
ese terreno lo usaban sus padres para sembrar trigo y maíz.
El sitio se ubica en el sector Higueras en el barrio San Francisco por la
subida al barrio León XII en medio de un zanjón.
Actualmente no se ve ni se puede diferenciar una tumba de otra, ni siquiera
parece que el relato sea cierto. Lo cierto es que la tierra está seca y que
antes de que se vaya el abuelo, recogimos un lugar de memorias de la ciudad de
Duitama.
Entre historias y relatos de Duitama, me encontré con este post el cual me llamó la atención ya que mi infancia estuvo llena de estos mitos y leyendas de la ciudad. Desde que tengo memoria cosas de este tipo me rodeaban y alimentaron mi imaginación, y saber que en Duitama se hallaba un tipo de fosa común me preocupa bastante, por todo lo que puede implicar un sitio así. Por otro lado todo el bien que le hicieron los cuerpos en descomposición a las cosechas del mismo lugar me resulta bastante irónico, por como de una muerte tan agonizante puede surgir algo tan bello como la vida de la naturaleza, en mi proceso de lectura se vino a mi mente la clásica frase “polvo somos y en polvo nos convertiremos”, ya que nuestro cuerpo está lleno de nutrientes y demás elementos que facilitan que las plantas den una cosecha fructífera y prospera, pero de la misma manera se pueden encontrar bastantes personas las cuales estuvieron desaparecidas en alguna época.
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