LAS PALABRAS DE MIS DIENTES DE LECHE
El maestro Álvaro Neil Franco envía poemas a sus grupos de WhatsApp, a sus alumnos, a sus colegas, a sus jefes, a los padres, a los amigos (y enemigos), a los familiares etc. Alguna vez le llamaron la atención porque con sus alumnos hacían aviones de papel y los arrojaban hacia el patio; otra vez le llamaron la atención porque llegó con el rostro pintado a clase; otra porque organizó un Halloween en el salón (el brazo armado de la pedagogía llevó cura y agua bendita)… La explicación para lo de los aviones es que leían a Jairo Aníbal Niño, pero eso no valió, o que argumentara que los aviones se hicieron con papel reciclado y que estaba dentro del horario de la clase: había que estarse encerrados en el salón-jaula- y siguiendo las normas del punitivo manual de convivencia, DBA etc., y para colmo, comenzaron a VIGILARLE las clases... (eso es bueno porque otros más a lo mejor se educan)…
El maestro lee con sus hijos, cata poesía como si fuera vino, es melómano-cinéfilo y ha construido una pedagogía desde el poder del lenguaje. Por supuesto, lee y escribe, y eso lo hace un elemento aún más incómodo para la modorra de los profesores del montón, tan necesitados del salón-jaula y del punitivo manual de "inconveniencia" y del panóptico-personal, llamado nada más y nada menos que OBSERVADOR DEL ALUMNO (esto divertiría a Foucault), y del látigo del "jefe-rata" como llama don José Watanabe a esos terroristas que han usurpado el espacio del liderazgo y de la sabiduría. Y un día, escribe este poema y le dan una mención de honor... solo una mención por semejante poema: por Dios... deberían enviarle un guacal con whisky, libros y más whisky... Agradecemos al poeta por permitir que publiquemos su poema y que compartamos la noticia... un Maestro de Boyacá, recibe ese reconocimiento... Ahí nos vemos.
MFP
Álvaro Neil Franco Zambrano
(Barbosa, Santander, 1969).
Álvaro Neil es hijo de un cuentero que le enseñó desde niño a amar los misterios de la naturaleza y el corazón de las palabras cobijadas con el olor del tinto; de una lectora de novelas románticas que le enseñó a querer las historietas, y que para espantar la soledad habla con las plantas. De niño le daba la vuelta al mundo montado en un caballito de madera y recogía flores que convertía en gallos de pelea. Jugador de fútbol de barrio y de potrero, cuyas gambetas se enamoraron de las ventanas de su cuadra. Álvaro Neil creció con la música de un río que hace florecer las libélulas que visitan su jardín. También abraza la sabiduría de los árboles, a quienes considera sus hermanos mayores. Su animal preferido es el jiraballo que pasea su majestuosidad en las orillas de los ríos Saravita y Moniquirá. Le gusta coleccionar guijarros con forma de planeta y jugar a los sapitos que acarician el agua con su canto.
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