SI MAÑANA DESPIERTO DEL CORAZÓN A LOS ASUNTOS

 

Con Si Mañana Despierto se aprendieron (y se desaprendieron) tantas cosas... Se recorrieron tantos caminos, tantas músicas... Se navegó en las extrañas y desventuradas artes de la amistad, de la distancia, de la ausencia, del silencio. A estas alturas del partido nos burlamos de todos aquellos que insisten en ver en el grupo cosas que nosotros nunca vimos... Solo éramos una parranda de borrachos con algunas palabras bajo el brazo, o con un poema en el gatillo, listo para ser abandonado en los ojos de algún ángel, -por lo general-, cansado de las gastadas palabras de siempre... Aunque el texto no es mío... se lo vamos a dedicar a Carvajal, quien con aprecio, sabrá dimensionar estas humanas y míseras palabras, escritas desde la otra orilla. 


SI MAÑANA DESPIERTO

DEL CORAZÓN A LOS ASUNTOS

 

Por Jorge Eliécer Ordóñez




 

LOS RELOJES PIERDEN EL TIEMPO

En cambio, los almanaques también. Por supuesto, en el vasto océano de la historia todos los actos humanos terminan siendo insignificantes, anecdóticos, a lo sumo. Sin embargo, para quienes fueron sus protagonistas cada hecho resulta relevante, significativo en lo personal y grupal. Para hablar de la Corporación Literaria Si Mañana Despierto me parece oportuno referirme a la espora original, una suerte de prehistoria, antes de llegar a la célula madre.

De la provincia al centro podría llamar esta fase preparatoria y evocando la idea de Cortázar: íbamos por el mundo sin buscarnos, con la seguridad que un día nos encontraríamos. Y nos encontramos, en la capital, primero, cuatro ilusos provincianos, del norte y del sur, con una idea fija en la cabeza: estudiar una maestría en literatura, ya que en nuestras ciudades de origen no existía esa posibilidad. Así llegamos a Bogotá, en las postrimerías de los años 80, con un fardo de ropa y tres centavos, a capotear el frío, a enredarnos en su nomenclatura jeroglífica y en sus calles de oscura batahola. La capital para un calentano de provincia es una especie de Babel a la que hay que empezar a descifrar con paciencia y buena dosis de estoicismo.

Me nombro de primero por ser el  más viejo y quizás por haber abierto el camino a los otros sureños. Vine a estudiar, pero también a realizar una cura de burro por algunas turbulencias afectivas que en el trópico estuvieron a punto de matarme. A principios de los 80 nos habíamos embarcado en una aventura revistera con Rosa Blindada, nombre debido al poemario del poeta argentino Raúl Gonzáles Tuñón. Con Eleazar Plaza, Edgar Ruales y Henry Ibáñez fuimos unos osados quijotes de barriada. Entre Bretaña y Junín, en juiciosas reuniones sabatinas que empezaban a las 4 de la tarde y podían irse de largo hasta bien entrada la noche, examinábamos los materiales que cada uno aportaba, de escritores consagrados, así como de nuestra incipiente cosecha personal. Fructíferas fueron esas faenas de intercambio literario porque en medio de los diálogos y debates cada uno ponía sobre la mesa sus criterios estéticos, sus gustos personales, sus propósitos a futuro. En varias ocasiones invitamos a escritores, artistas y poetas del medio, práctica que aireó nuestro ágape poético.


Los textos escogidos para cada número de la revista eran cuidadosamente sometidos a revisión de estilo, lo hacíamos en parejas: uno leía, con pelos y señales, puntos y comas, punto y aparte, mayúscula inicial, y el otro iba haciendo las correcciones pertinentes, a mano y lápiz. Una verdadera artesanía verbal. Luego se pasaba el corpus a Olguita, la suegra 1 de Edgar Ruales, quien los tipiaba en una máquina de escribir, un poco más moderna que las viejas Olivetti o Facit. De ahí se levantaban en composser en la litografía primaria Lito-Textos de______, en el viejo barrio San Nicolás. Estamos hablando de 1981. Allí publicamos entre otros a: Omar Ortiz, Horacio Benavides, Iván Ulchur, Carlos Fajardo, Milciades Arévalo, Juan Manuel Roca, Juan Carlos Moyano, cuando apenas empezaban a conocerse en el medio. El trabajo en Rosa Blindada, por varios años fue una verdadera escuela; se hicieron separatas sobre teatro, poesía, intercambio con cine-clubes de Cali, folletos sobre los barrios y uno sobre el poeta Ernesto Cardenal. Una especie de deriva de esta experiencia tiene visos anecdóticos. Eleazar Plaza, no sabemos con qué suerte de conjuro consiguió que el extinto periódico sensacionalista El Caleño publicara los sábados una revista literaria. Donde más circulaba era en las cárceles, quizás por razones obvias. Alguna vez se le sugirió al dueño que por lo menos los sábados le bajaran un poco a la sangre, a lo que él se negó porque “eso es lo que vende”. Curioso oxímoron existencial: el morbo y la literatura, por lo menos una vez en la semana.

Por esos mismos días, Diego Luis Ortiz, un abogado que se había leído toda la poesía del mundo y algo más, nos citó al viejo Café de los Turcos a José Edier Gómez, Horacio Benavides y a mí. Nos habló de Favorables París Poema, de Caballo Verde para la Poesía, de Mito, y nos convenció de editar una revista muy blanca, en formato pequeño, con un poeta central, muy reconocido y dos poetas locales, a manera de mozos de compañía. Estuvimos de acuerdo, así nació Calipoema, otra experiencia vital, plena de encuentros desescolarizados, quizás los más efectivos porque solo consultan con el deseo. Diego Luis, que además de gran lector tenía el olfato suficiente para rastrear la buena poesía nos llevó de la mano hasta la morada de José Emilio Pacheco, Lêdo Ivo, Eliseo Diego, Gabriel Zaid, Giovanni Quessep, José Manuel Arango, Jaime Sabines, acompañados de varios poetas nacionales, por entonces en ciernes, como el mismo Horacio Benavides, Juan Manuel Roca, Armando Romero, Antonio Zibara, Augusto Hoyos, Carlos Fajardo, Martha Zuluaga, José Edier Gómez, Luis Julián Serna…       

Rosa Blindada y Calipoema, además de revistas literarias fueron espacios magníficos para la tertulia en diversos sitios de la ciudad. Por los mismos días, un par de estudiantes de Literatura de la Universidad Santiago de Cali, Guillermo Bustamante y Harold Kremmer impulsaron el minicuento desde una hoja amarilla bautizada como Ekuóreo. Como la mayoría de nosotros, además de poetas y escritores en formación éramos docentes, esas tres revistas pasaban de mano en mano por colegios y universidades de Cali. Aún hoy, docentes jubilados y exalumnos nos dicen en encuentros casuales o programados que todavía conservan ejemplares de esos incunables. Mira como inventa, el azar, sin darse cuenta, fue una especie de epígrafe que circuló en alguna de esas páginas de nuestra prehistoria.

El poeta y ensayista caleño Carlos Fajardo Fajardo fue uno de los eventuales visitantes de Rosa Blindada. Llegó una tarde sabatina a nuestra sede itinerante de Junín, con una mochila, cabello largo y un cartapacio de poemas. Participó de nuestra tertulia y nos dejó una muestra de su poesía, candidata a futura publicación. Supimos que pertenecía a un grupo literario de Popayán –donde estudiaba Filosofía- con revista incluida: La Rueda. Desde aquella vez los hilos de la amistad y las búsquedas conjuntas por alcanzar la palabra se volvieron una constante. Publicamos algunos de sus poemas en Rosa Blindada y otros en Calipoema. Ignorábamos por entonces que Si Mañana Despierto, años después, sería una especie de isla a donde confluirían, bajo otros cielos y no pocas vicisitudes, nuestros destinos paralelos. Poco sabe el hombre del futuro, sus pequeños actos son siembras en el presente, con raíces en la sombra, solo el tiempo termina revelando los frutos. Mejor no lo pudo expresar el poeta Ruales: el fruto más grande de un árbol es su sombra. Ya no era Cali, con su brisa refrescante al caer de la tarde con su luz zapote, era Bogotá, niebla y trepidación, laberintos de cemento y multitudes desconocidas que nos hacían sentir una vez más como exiliados de la maloca.  

La Rueda, Calipoema, Rosa Blindada, Ekuóreo, hicieron parte de nuestro ritual de iniciación. A la capital llegamos escasos de ropa para soportar garúas y chubascos, pero eso sí con las alforjas llenas de poesía, de música, de paisajes. Traíamos, sin saberlo, en el habla, los valles, la herencia centenaria de Jorge Isaacs, ese otro caminante, que aún en guerras civiles o jornadas de minería llevaba en sus hombros su tierra de sol, sus Farallones, su Ínsula de Viento.  Yo había estudiado mi bachillerato en el viejo Liceo Nacional de Popayán, con Tuto González organizamos una efemérides por el poeta Rubén Darío, instigados por el profesor Juan de Dios Moreno, un chocoano que nos enseñó a querer a don Quijote y a Pablo Neruda. A los pocos años Tuto cayó asesinado en una refriega callejera, a pocos pasos de su casa. En la mañana de su fuga, Álvaro Pío Valencia, hermano del segundo presidente del Frente Nacional, desde la tarima de La Universidad del Cauca, prácticamente sentenció una trágica premonición, dijo: “que no se repita esa frase terrible: la amarilllez de los cadáveres alumbrará el camino de nuestra victoria”  Esa fue una de mis razones para salir de la Ciudad Blanca, en el año 1971, en vísperas de los VI Juegos Panamericanos de Cali, un evento que a todos nos cambió la vida y la muerte. Simbólicamente, la muerte de Tuto González salpicó a toda una generación. Lo que ignoraba por entonces es que Si Mañana Despierto…y sé que vivo, tenía, además de Carlos Fajardo y La Rueda, otro cabo suelto en la gestación de nuestra Corporación Literaria.

Se trataba de Julio César Goyes, el poeta de Ipiales, a quien conocí tangencialmente en el año 1988, en el barrio San Antonio de Cali. Él había estudiado Filosofía con Carlos Fajardo en Popayán y desde entonces compartían la poesía, la música y la salvaje bohemia que por lo general terminaba en la medialuz de El Sotareño, ese bar donde Agustín nos daba clases de poesía ritmada al son de tangos, boleros y baladas. Carlos, que se ayudaba en sus estudios con una guitarra y algunas partituras amarillas, cantando en bares y tabernas de Popayán y Cali, tenía como manager y apoderado a Julio Goyes, quien lo vestía con una ruana quillacinga y lo llevaba por distintos vericuetos del suroccidente, a manera de juglar moderno, a cantar hasta donde la voz aguantara. Insisto, estos datos, en apariencia sueltos, sin que ninguno de nosotros lo sospecháramos, hacían parte de los cimientos de la Corporación SMD. Como dice el poeta William Ospina: entre la ciega roca/ y el trémolo extasiado de la salamandra/ tan sólo hay tiempo (El geólogo)

Sucede que Julio César Góyes, allá en su lejana ciudad de las nubes verdes también ejercía la pasión revistera. Arawi, llamaba la publicación que se vendía en las calles y en los buses porque la poesía circula como el pan y el tinto, esquina tras esquina, sin ningún aspaviento, espontánea como un silbido para llamar al perro o al camarada. Desde el sur del sur, con el magma de sus volcanes y el vértigo de sus abismos, en camión o en tarabita, Julio también traía su pasaporte para entrar al reino. La poesía iba y venía entre nosotros, sin conocernos quizás, en humildes hojas foliadas, pero hacía presencia, sin ninguna pretensión, al igual que los pájaros que nos dejan su huella con la pasión de los que nada esperan. Nuestro planeta sigue avanzando a 30 kms. por segundo para circunnavegar el sol, y nosotros, seguimos ejerciendo nuestra insignificante artesanía verbal, sin sospechar que en algún recodo va a aparecer la Tierra no Prometida para ejercer en ella nuestro efímero sueño: el que pudo ser si mañana despierto y sé que vivo.

                   

De las planicies ardientes del Sinú venía Gabriel Alberto Ferrer, quien había conocido a Raúl Gómez Jattin, en una hamaca tal vez o a la orilla de un río enorme a donde echaba piedritas y versos a medio camino entre la ternura y el conjuro desbocado. Había participado de la revista Manexca y alguna cuerda invisible lo arrastró a la capital, a estudiar la maestría en Literatura Hispanoamericana. Allí fue el encuentro, en la enorme Casa de Cuervo, en el Barrio de La Candelaria. Gabriel era un caribe solar, con una sonrisa permanente y maliciosa sobre su bigote macondino. Era feliz compartiendo su boyo´eyuca con suero sinuano. En las múltiples tertulias poéticas que realizamos en el sur nos hablaba de Pablito Flórez, María Barilla y el porro paletiao. Conocimos los primeros versos de Veredas y otros poemas, que tiempo después leería conmigo, en las playas de Riohacha, hasta fijar la versión definitiva.

En la mítica Guajira trabajo varios años. Tuvo, con Yolanda Rodríguez, su esposa, la dirección de la revista Wakuaipa. Se fueron a México, a doctorarse en Literatura y Lingüística y regresaron a Barranquilla. En la Universidad del Atlántico dirigió por varios años la revista Cuadernos de Literatura Hispanoamericana  y del Caribe.

A manera de corolario, desocupado lector, se infiere que los cuatro fundadores de Si Mañana Despierto alternamos la vocación poética, el ejercicio docente y la pasión revistera. Bogotá fue nuestro barco ebrio, nuestra casa grande, nuestra gavia para mirar lontanos horizontes. La academia, focalizada desde nuestra creación poética, jugó cartas importantes en la partida. El Instituto Caro y Cuervo, La Universidad Javeriana, dejaron huella en nuestro viaje. 

 

 Y AQUÍ EMPIEZA EN ESTE TORSO DE ÁRBOL

 

Cada uno con su historia, sus amores y desamores, el olor de su tierra pegado a la camisa, instalamos nuestra carpa de gitanos en la capital. En los tintos mañaneros de la Candelaria se acercaron Germán Diego Castro y Donald Calderón, quienes habían estudiado Literatura en La Javeriana. Otras afinidades hicieron que el abogado Francisco Forero y el docente y pintor, Jaime Villamarín completaran el haz de precursores. Aunque ya habíamos hecho un ritual inaugural, entre vinos y boleros, en alguna de nuestras viviendas del sur, decidimos hacer una reunión más formal, con acta de fundación firmada por más de 20 asistentes en La Casa de Cuervo, el 7 de mayo de 1990, en una tarde sabatina. Fue una velada entretenida donde dimos a conocer nuestros objetivos como corporación, nuestros alcances y limitaciones, y hasta la entidad a donde irían nuestros bienes tangibles e intangibles, una vez desaparecido el grupo.  No faltaron las voces en contravía, los descreídos en aglutinar a un grupo de anarquistas por naturaleza, los poetas.

Entre varias propuestas para bautizar la nueva creatura figuraron: Morada al sur, Trilce, Altazor, Si Mañana Despierto. Finalmente se escogió la última. Deuda y a la vez reconocimiento a uno de los hombres más lúcidos de este país, raptado de manera temprana por la muerte cuando regresaba a su morada: Jorge Gaitán Durán. Venía de París y su avión colapsó en Guadalupe, una pequeña isla del Caribe. Ulises contemporáneo regresando a su Ítaca, pero como Ícaro, sus alas se incendiaron en el aire:

    

     El regreso para morir es grande.

     (Lo dijo en su aventura el rey de Ítaca).   

     Mas amo el sol de mi patria,

     El venado rojo que corre por los cerros,

     Y las nobles voces de la tarde que fueron

     Mi familia.

                        Mejor morir sin que nadie

     Lamente glorias matinales, lejos

     Del verano querido donde conocí dioses.

     Todo para que mi imagen pasada

     Sea la última fábula de la casa.

 

    (El Regreso, Gaitán Durán, Jorge: 2004, 35)

 

Gaitán Durán en la década del cincuenta, no solo desde su poesía, sino como animador vehemente de la revista Mito declaró a las palabras en situación: de reflexionar, criticar, disentir, de pensar en qué “mitos” andaba nuestra política, nuestra erótica, nuestro arte, nuestra “cinematografía nacional” –evocando a Vidales- en fin, nuestra convivencia como nación en medio del fuego disimulado por la dictadura militar, pero latente en forma de odios partidistas. Los mismos que desde las cavernas del poder incendiaron nuestros campos y ciudades se inventaron unos pañitos de agua tibia para desacelerar la matanza: El Frente Nacional, embeleco de nuestra endeble democracia bifronte. (Orangután con sacoleva, la llamó un político liberal)

Mito aireó nuestros sueños, nos reveló voces universales tan disímiles como las de Bataille, Sade, Marx, Freud, Nietzsche, Sartre, Camus, porque entendía que es mejor sospechar, dejar el espíritu en duermevela antes que seguirnos matando con la fe del carbonero. Debates argumentados en torno a la estética, a la ética, a las ideologías, fue parte de su norte. Propuesta civilista, cosmopolita, en medio de las ruinas, todavía humeantes, de las inútiles y salvajes confrontaciones entre connacionales. En mayo de 1955, Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel publicaron el primer número de la revista Mito. Más que una revista fue una pulsación necesaria en un país de excesos e intolerancias. Las palabras empezaron a ponerse en situación:

Las palabras están en situación. Sería vano exigirles una posición unívoca,

Ideal. Nos interesa apenas que sean honestas con el medio donde vegetan

penosamente o se expanden, triunfales. Nos interesa que sean

responsables. Pero de por si esta lealtad fundamental implica un más

vasto horizonte. El reino de los significados morales. Para aceptarlas en

su ambigüedad necesitamos que las palabras sean. (…) No es

anticonformista el que reniega de todo, sino el que se niega a interrumpir

su diálogo con el hombre. Pretendemos hablar y discutir con gentes de to-

das las opiniones y de todas las creencias. Esta será nuestra libertad.

(Armando Romero, 1985:120)  

 

Con semejante piedra en los hombros, nos echamos a caminar por los vericuetos de la creación, la difusión de la literatura y el arte, la cátedra universitaria. Sísifos citadinos, asumiendo el inxilio, la diáspora, a sabiendas que todos los caminos conducen a Roma, esto es, la capital, con su vorágine cotidiana, pero también con espacios para socializar nuestra utopía de la dictadura del poetariado.

Cedo la voz al poeta Julio César Goyes, quien en una hermosa carta fechada el 12 de marzo de 1992, amplía estas señas de identidad:    

“Hace ya tres años, varios poetas procedentes de las más asombrosas y más lejanas regiones, decidimos propiciar encuentros para desencontrados, intentando sanar la fisura entre la crítica y la creación, pero sanar no es aquí borrar, sino asumir su abismo, desde y en la escritura, en su acto de SER.

Esto significa que Si Mañana Despierto no es ni una escuela estética, ni un grupo publicador de poemas; es más bien una fuerza de imaginación y regocijo, un espacio múltiple y diferencial que se unifica cuando hay necesidad de despertar al sueño: única realidad poética.

Es de esta manera como acogimos los espacios capitulares, entre ellos el de Tunja y, más propiamente, La Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. En varios sitios del país ha crecido la simpatía por nuestro quehacer, los poetas están entendiendo el compromiso regional y su dinámica universal, así como el valor de la identidad como propuesta para alcanzar la totalidad de eso que llamamos LO NUESTRO.  

Buscamos en la fragmentariedad la totalidad perdida, vaivén de ida y vuelta del centro a la periferia. Queremos escuchar los silencios como gritos  y los gritos más hondos como virtual silencio. Si hay algún parámetro en Si mañana Despierto, este es el del rigor y la emoción, la intuición y la reflexión, pues la ausencia de crítica es sintomática en el entorno nacional.

Del grupo Mito tomamos su disciplina, su lucidez, su integración disímil. Es eso lo que proyectamos de alguna manera, pero no queremos volver a ellos, pues cada generación vive su época y a nosotros nos correspondió vivir la nuestra. Del hermoso libro de Gaitán Durán robamos su significación ambigua, pero lo hemos atravesado con otros sueños, con otros desquicios que suscitan día a día. De manera que este es un espacio para la vida, aunque sospechamos que nos tocará conjurarla hasta más no poder, no importa que seamos una generación del desarraigo, la nostalgia, la ironía y la incomprensión, una generación del miedo. ¿Sabremos acaso asumir nuestro destino? ¿Sabremos ser trágicos y pasar el siglo bailando un carnaval del odio, la mentira y el exterminio? He ahí nuestra aventura.”

(Goyes, Julio César, 1992)

Así fue, dirán en el futuro los que nos lean o sepan de nosotros por otra vía. Nuestro sueño, deseo o utopía empezó a rodar a más de 2.600 metros sobre el nivel del mar, en los albergues de paso, tienditas de barrio, cafetines, bares de tangos, boleros y otros ritmos antillanos. Por fortuna la capital es cosmopolita, nos acogió en la Casa de Poesía Silva, en la Biblioteca Luis Ángel Naranjo, en las Ferias del Libro y en las diversas universidades donde por entonces laborábamos con las uñas para sobrevivir. Así fuimos aprendiendo que aunque la poesía está en los libros se cuece en las calles, con sus cines y sus terminales, sus poetas tutelares, pero también sus vagabundos. Tuvimos el honor de ser presentados en una Feria por Fernando Charry Lara, dialogamos con Rogelio Echavarría, Giovanni Quessep, Mario Rivero, Jota Mario, María Mercedes Carranza, Juan Manuel Roca. Conocimos y escuchamos a Luis Vidales, José Emilio Pacheco, Eliseo Diego, Lêdo Ivo, Ida Vitale. Si Mañana Despierto fue como un tren que a media máquina nos llevó por las praderas soñadas de la poesía universal. Y así, compartiendo tintos poéticos  en La Candelaria, algún trago donde Marinita y sus tangos o un son en La Teja Corrida o el Goce Pagano, llevábamos nuestros versos en una mochila, y al menor descuido asaltábamos a nuestro potencial lector para que nos hiciera alguna crítica distraída, y a veces, un juicio demoledor. Son los tiempos, señor, decía con sorna un viejo conocido, por allá en Comala.

 

LA MALDICIÓN DE LOS GALINDO Y OTROS ENTUERTOS

 

Siempre nos salvó la risa, sobre todo cuando se forja en las cavernas del dolor, como los diamantes. Eso lo supieron Charlot y Cantinflas, también lo intuyó Garzón, antes de que lo troncharan los destructores del jardín. Después de leernos entre nosotros, en las tertulias vinícolas de Venecia, Ciudad Jardín, El Tunal, la Candelaria, Chapinero, llegamos a la conclusión de que nuestra ópera prima ya estaba lista para ser publicada. De nuestras exiguas entradas hicimos una vaca, o cooperativa que llaman, para ver por vez primera nuestro sello: Si Mañana Despierto Ediciones.

Había cuatro poemarios listos: Tejedor de Instantes, de Julio César Góyes, Serenidad Sitiada, de Carlos Fajardo, Veredas y otros poemas, de Gabriel Alberto Ferrer y Ciudad Menguante, de Jorge Eliécer Ordóñez. La vida es sueño, en un caldero o en una barca, ¿cierto, don Pedro?, así que juntamos los denarios y fuimos a una de las tantas tipografías que a la sazón había en el barrio La Candelaria. Pertenecía a unos hermanos Galindo quienes solícitos nos mostraron sus máquinas y algún estante de libros publicados. Entre nosotros había un inmenso deseo de iniciar nuestra caballería poética. Se cerró el pacto. Con la venta del primer poemario tendríamos para el segundo y este posibilitaría el tercero, como en un efecto dominó.

Pasaban y pasaban los días. La ciudad en su ritmo frenético. Los bombazos del narcotráfico a la orden del día. Nosotros estudiando y trabajando, en los fines de semana reunidos como Corporación Literaria recién nacida. Sesiones puntuales, con orden del día y escritura de acta por parte del secretario. Los Galindo no daban ninguna señal. Alguna tarde uno de ellos nos llevó un  machote de Tejedor de Instantes, un señuelo tranquilizador porque no volvimos a tener noticia de ellos. Una mañana, en el intervalo de las clases en el Caro y Cuervo nos desplazamos hasta su sede. Todo vacío, ni máquinas, ni estantes: lo que el viento se llevó. Nadie nos dio razón de ellos. La frustración fue grande. Si Mañana Despierto…y constato que nos han robado.

La frustración no fue óbice para continuar como grupo. Nos seguimos reuniendo, de manera formal e informal. Alguna noche en Ciudad Tunal le celebramos a Gabriel Ferrer la obtención de un reconocimiento a su libro en el Concurso de Poesía Aurelio Arturo. Bridamos en totumas, leímos poesía a la luz de unas efímeras velas y escuchamos a nuestros cantantes de cabecera: Carlos Fajardo y Francisco Forero. El humor negro de Donald Calderón y la irreverencia de nuestro contertulio Hernando Téllez (q.e.p.d.) hizo reír a varios y molestarse a otros. A pesar de los Galindo, Bogotá era una fiesta.

Finalmente, en un diciembre azul, salieron los dos primeros libros de la Corporación S.M.D. Ambos se lanzaron de manera privada en el hábitat de los poetas: Serenidad Sitiada de Carlos Fajardo, en Ciudad Jardín, al sur de Bogotá. Hubo vino y canciones, lectura de los poemas por parte de los contertulios. Por lo general nuestras tenidas poéticas iban hasta el alba y más allá. La cuerda de la poesía hacía cabalgar los relojes sin medida de tiempo. Eran los tiempos, señor, vuelve a decir el compadre de Comala desperezándose en el sofá que sirvió de reposo.

Tejedor de Instantes salió por esos mismos días. Nos contaba Julio Goyes que uno de sus entusiastas mecenas fue el eminente maestro y sociólogo Orlando Fals Borda. Vísperas de su partida definitiva, la Uptc de Tunja lo invitó a un homenaje (muchos años después, por supuesto). Yo dirigía la revista institucional Pensamiento y Acción donde  había escrito una reseña de su libro El hombre y la Tierra en Boyacá. Terminado el cálido homenaje me acerqué para saludarlo y pedirle un autógrafo en la revista. Aproveché la ocasión para agradecerle, en nombre de Si Mañana Despierto, el gesto poético y desinteresado que había tenido con nuestro poeta. Me miró muy hondo, se acercó respetuoso y me ofreció un abrazo y una mirada acuosa que todavía hoy, me estremecen. Caminé solitario por el campus de la universidad, tratando de asimilar, sin traducir, ese mensaje sin palabras. Hombres de esa talla intelectual y humana nos remueven el verso de Gaitán Durán: Si mañana despierto…y sé que vivo.

Volviendo atrás, Tejedor de Instantes fue presentado a los amigos, en otra Venecia, sin canales ni gondoleros, una noche de diciembre. Donald Calderón, como evocando sus festejos tolimenses llevó cohetones que lanzaba al cielo gris y explotaban entre colores y alborozo de una animosa cofradía de poetas y cómplices. Por eso cuando escuchamos al armenio Aznavour, susurrar frente al viento: que profunda emoción, recordar el ayer, cuando todo en Venecia, me hablaba de ti,  algo de ron y fuego se mueve todavía. Algo de sueño cumplido revolotea en la memoria.

En el año siguiente otra vez empezó la diáspora: Gabriel Alberto Ferrer  fue nombrado profesor de Literatura en la Universidad de la Guajira y yo, en la Uptc, de Tunja. Desde Riohacha y el solar de Hunzahúa, seguimos alimentando nuestro sueño con la fundación de sendos capítulos regionales. Vinieron las revistas Wakuaipa, Cántiga y Ocarina, desde el norte y el centro. En Bogotá salieron varios números de Rumor, pensada y editada por el poeta Julio Góyes, en un tácito reconocimiento al cantor de los bosques y los ríos, Aurelio Arturo, uno de nuestros amados referentes. Varios de nuestros poemas alimentaron esas blancas y rumorosas páginas.  

Por esas calendas la Editorial de la Uptc de Tunja publicó los poemarios Ciudad Menguante de Jorge Eliécer Ordóñez y Veredas y Otros poemas de Gabriel Alberto Ferrer. Ambos se presentaron en la Universidad, con amplia participación de estudiantes, docentes, poetas y escritores. Fue una ebullición de la palabra. Además de recitales organizamos peñas culturales, seminarios y conversatorios. De grata recordación los “Actos de fe”, en los predios del Museo Arqueológico, pensado y dirigido por la antropóloga Helena Pradilla. Nos acompañaron el excelso escritor Pablo Montoya, su compañera de entonces, la poeta Myriam Montoya, la escritora Nana Rodríguez y los entusiastas contertulios de Si Mañana Despierto. Era una suerte de ritual de iniciación en el universo de las letras, un intercambio afectuoso de nuestros primeros textos. Tiempo después Pablo Montoya partiría hacia Francia, a construir su difícil y exitoso camino, Myriam y Sarita lo harían posteriormente, en un viaje con escasos retornos, grandes vicisitudes y un temple admirable, sembrado en sus vidas por la gracia de la Poesía.

Recuerdo que en uno de esos Actos de Fe, un profesor al que apodábamos Funes, el Memorioso, dijo de memoria, con puntos y comas, notas de pie de página, el cuento de Borges Deutchen Requiem. Uno de los asistentes, que además era su amigo, montó en cólera santa y prácticamente tildó de neonazi al bien intencionado colega. Se generó una álgida discusión, tratando de diferenciar al autor real, el autor implícito, el narrador, el focalizador y otras cuantas minucias de la teoría narratológica. Después, ya en casa de Helena, unas cuantas músicas y otros tantos brindis, menguaron la pasión.  

Si Mañana Despierto echó a andar una idea novedosa: realizar encuentros de Poesía, arte y literatura, cada año. El primero fue en Bogotá, en Humanar, un instituto de carreras intermedias perteneciente a la familia Calderón. Hubo buena participación y sobre todo, la confirmación de un grupo literario que daba sus primeros pasos. Se acordó que los sucesivos se realizaran no en grandes centros urbanos, sino en pueblos representativos en diversos departamentos. Así se fueron sucediendo: Jenesano, Boyacá, Rivera, Huila, Cerrito, Valle del Cauca, Iza, Boyacá, hasta culminar con la celebración de los 20 años de existencia en Paipa y Tunja, en el año 2011.

Al celebrar esta efemérides, Germán Diego Castro, escribió: “Todos habíamos llegado de provincia a Bogotá hacía pocos años (en mi caso, aunque bogotano, venía de tres años de un exilio neivano); nos fuimos conociendo a través de los espacios académicos, constante que determina el grupo. En nuestras almas giraba el ideal de un colectivo que, a través de la literatura, signara propuestas ante el doliente país que nos circunda. “Mejor no andar solos” dijo Gabriel Ferrer en las palabras de la reunión inaugural en la Casa Cuervo, una tarde del sábado 7 de mayo de la naciente década del noventa. Ferrer sería su primer director y también el primero en partir (a los pocos meses lo estábamos despidiendo hacia su periplo guajiro); la siguiente reunión, el sábado 14 la hicimos en mi casa –La Candelaria, muy cerca de la Biblioteca  Luis Ángel Arango- donde ya se configuró una naciente junta directiva: Ferrer director, Carlos Fajardo secretario, Francisco Forero revisor fiscal. Éramos bastante jóvenes, estudiantes, se sobrevivía casi de milagro, en pequeños espacios de alquiler, la mayoría ya contaba con mujeres sufridas por el destino poético. (Cfr. Carlos Fajardo: ¿Por qué se casan tan mal las mujeres de los poetas?).  El único que contaba con un apartamento como tal era Jorge Eliécer, a donde nos invitaba a realizar tertulias memorables, acompañadas de esa música que supo impregnar: el son cubano y el bolero.

Quizás más allá de grandes publicaciones, de consorcios editoriales, de organización de congresos, de grupos de investigación, de escuelas de literatura, nos une (tal como lo dijo Jorge en una de las tertulias de 1990) “un afecto verraco”. El grupo es sinónimo de la heterogeneidad humana y colombiana: monjas consagradas, grandes damas o libertinas, pastores evangélicos y seculares irredimibles; alcohólicos y abstemios; negociantes, mercaderistas, profesores, abogados e ingenieros, académicos y gozones, militares e izquierdistas; deportistas y sedentarios; doctores en literatura, profesores de pueblos y cineastas, acontistas y nefelibatas, rigurosos y diletantes. Otros veinte años quizás puedan depurar las obras de sus integrantes y decir qué tanto ha sido el aporte a la memoria cultural de un país cada vez más desmemoriado y necesitado de sueños.” ( Germán Diego Castro Castelblanco, Veinte años no son nada: 2010- 1-3) 

 

LA CIUDAD SUMERGIDA: TUNJA ERA UNA FIESTA

 

En Tunja a los 31 días del mes de enero de 1992, en los predios de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia se reunió un grupo de personas con el ánimo de fundar Si Mañana Despierto, capítulo Boyacá.

Asistieron al acto de fundación Álvaro Neil Franco, Cristina Rangel, Yolanda Álvarez, Nohora Cristina Gómez, Jazmín Rocío Hernández. Se nombró como Director a Jorge Eliécer Ordóñez y Subdirectora a Nohora Gómez.

Las reuniones iniciales se hacían al aire libre, a la sombra de un árbol. A manera de ritual se empezaba con la lectura del poema La Infancia Redimida, de Lêdo Ivo, convertido desde entonces en una especie de santo y seña entre los contertulios. A las reuniones siguientes se unieron Wilfredo Esteban Vega, Patricia Sainea, Patricia Martínez, el pintor Josué Carantón y Wilson Rincón.

La tertulia tuvo una primera fase dedicada al estudio literario, Poesía y Narrativa, con lectura y amplios debates sobre materiales previamente seleccionados. Poemas de Lêdo Ivo, Borges, Drumond de Andrade, Vicente Huidobro, Jaime Sabines, Aurelio Arturo, Jorge Gaitán Durán; cuentos de Arreola, Juan Rulfo, García Márquez, Cortázar, Ray Bradbury. Además de este acercamiento a los escritores consagrados se presentaron creaciones de varios de los integrantes del grupo. Se inició un estudio especial sobre Teoría del Cuento (Cortázar). Visto en perspectiva, la socialización de nuestros escritos fue quizás uno de los mayores logros porque posibilitó la crítica argumentada, la reescritura. Pasión reflexiva sobre la palabra, juicio estético, acercamiento al otro desde un horizonte dialógico. En realidad, estábamos siguiendo el postulado de Gaitán Durán quien afirmaba con vehemencia que toda construcción estética debe ir aparejada con un fundamento ético. Por lo demás fue una forma concreta de mover la provincia, quejumbrosa a veces de la dominante centralista. A escasas dos horas de Bogotá podíamos  utilizar sus ventajas cosmopolitas -librerías, bibliotecas, eventos culturales- trabajando desde la periferia, impulsando la creación, la crítica honesta, el acercamiento a otros lenguajes como el cine, el teatro, las artes plásticas, la música.

La mayoría de los miembros de Si Mañana Despierto, capítulo Tunja eran estudiantes de la Uptc, razón por la cual hubo una estrecha relación con la academia. Adscrito el grupo a la Vicerrectoría de Investigaciones se logró el reconocimiento de Colciencias, obteniendo la máxima categoría: A1, gracias al buen número de publicaciones y a su actividad regular. El grupo fue punta de lanza y referente en la creación del Doctorado en Lenguaje y Cultura ofrecido por la Facultad de Educación desde la Escuela de Idiomas. Justo mencionar el impulso dado en su creación y vigencia a los profesores Donald Fredy Calderón y Lucía Bustamante Vélez, ambos miembros activos de Si Mañana Despierto.

En la Escuela de Idiomas, luego de una sustentada argumentación se logró que los estudiantes pudieran presentar como requisito de grado un trabajo de creación, en cualquiera de los géneros discursivos: poesía, cuento, crónica, teatro. Se corroboró que el diálogo entre la pedagogía, la investigación y la creación es posible y fructífero; se requiere crear puentes de comunicación, abandonar prejuicios y flexibilizar los criterios de los modelos utilizados en la ejecución de las monografías.  El arte y la imaginación son formas de la investigación si vamos a su etimología: in vestigium ire, es decir, seguir el vestigio, la huella. La creación estética es un hecho semiológico, razón de peso para que los futuros profesores tengan la opción de ser promovidos con sus trabajos personales. De hecho se presentaron varios trabajos con esta modalidad, algunos de los cuales fueron laureados.

La Corporación SMD, una vez jubilado el profesor Campo Elías Quintero, gestor e impulsor del Concurso Estudiantil Jairo Anibal Niño, lo tomó bajo su custodia. Se realizaron 22 eventos que permitieron llegar a lugares apartados del país: costa Atlántica, Llanos Orientales, el Pacífico, centro del país, con una amplia participación de niños y jóvenes. En una de las convocatorias nos llegaron 1.000 cuentos, varios de comunidades indígenas del Amazonas y la Guajira. La lectura y fallo del concurso fue una gratificante experiencia para todos los miembros del grupo. En varias ocasiones nos acompañaron los escritores representativos del género: Jairo Aníbal Niño, Celso Román, Triunfo Arciniegas, quienes generosamente interactuaban con nosotros en tertulias de grata evocación. Cuando los aprendizajes humanos van ligados al goce espontáneo y desinteresado, al diálogo, la música, el humor y el reconocimiento del otro como interlocutor válido, perduran para siempre.

El profesor Henry Palacio Mejía tenía a su cargo la dirección de la emisora del centenario Colegio de Boyacá. Una vez nos invitó a realizar un programa cultural, aceptamos, así nació Ciudad Sumergida, en homenaje al poema de Jorge Rojas, el piedracielista que talló en finos tercetos el perfil de Tunja, la ciudad centenaria. Durante dos años emitimos programas variados dedicados a poetas, escritores o temas específicos; al principio los hacíamos en directo, luego en pregrabado. El profesor Palacio Mejía fue un maestro, abnegado y paciente que nos enseñó el abc de la radiodifusión. Inmenso legado en lo personal y grupal. Con la jubilación de nuestro mentor salimos del aire…pero sería por poco tiempo.

La Uptc inauguró su propia emisora, por supuesto nos invitaron a retomar las riendas del programa. Con más potencia y cobertura volvimos al aire. Recuerdo que alguna noche, en una montaña de Barichara, ese blanco poema en las breñas de Santander, con Miyer Pineda, Carlos Fajardo, Julio César Goyes, Nubia Conde, Aura Téllez, escuchamos uno de los más de 900 programas que alcanzamos a emitir. La gran poesía universal, las voces más queridas de nuestros poetas y narradores, la evocación de nuestros insignes trovadores: José Barros, Jorge Villamil, Escalona fueron nuestros convidados a una fiesta para noctámbulos. De la Penitenciaria Nacional El Barne periódicamente nos llegaban cartas, solicitando ampliar el programa a una hora. Al oído y a la doble sombra de la Ciudad Sumergida surgió entre los presos un taller de literatura. En varias ocasiones los visitamos y en algún llanito, ante la mirada aquilina de los guardas, entendimos los versos de Miguel Hernández: tu risa me pone alas/ cárcel me arranca/.

Cántiga y Ocarina fueron dos revistas que mantuvimos por un tiempo. La primera en reconocimiento a José Manuel Arango, ese hombre con un pie en el campo y otro en la ciudad, a quien tanto leímos y admiramos. Tuvimos el honor de realizarle un homenaje en Tunja, en uno de los Festivales Internacionales de Cultura, gracias a la gestión del escritor Guillermo Velásquez. El poeta, tímido e introvertido nos regaló buenas horas en La Carreta, un barcito en plena plaza de Bolívar de Tunja. Entre boleros y sones cubanos le hice una entrevista que luego publicaría en Pensamiento y Acción. Lo que logra “el embellecedor”, más conocido como guaro, en lenguaje coloquial: los entusiastas muchachos y muchachas de Si Mañana Despierto, conduciendo, entre la niebla y el bamboleo etílico al gran poeta de En este Lugar de la Noche, rumbo a su hotel de paso. Clarita, su esposa tunjana de toda una vida sonreía en las sombras y hacía algún chascarrillo, ante esa escena de película italiana.   

Ocarina se encargó de publicar los cuentos ganadores del Concurso Jairo Anibal Niño, por supuesto tenía sus lectores en escuelas y colegios. En varias oportunidades nos invitaron a realizar talleres de lectura y escritura con los niños; buena manera de socializar la palabra. Samacá, Moniquirá, Paipa, Río de Piedras, Belén, Valle de Tenza, Villa Pinzón, Sogamoso, Chiquinquirá, Puente Nacional, Villa de Leyva…quedan como postas de un largo recorrido que avizoró Gaitán Durán: De súbito respira uno mejor y el aire de la primavera llega al fondo. / Mas solo ha sido un plazo / que el sufrimiento concede para que digamos la palabra./ He ganado un día, he tenido el tiempo en mi boca como un vino./

Así transcurrían los días, que uno tras otro son la vida, en el Capítulo Boyacá: reuniones sabatinas, a veces en la universidad, otras en el Pozo de Donato o en el cuartito azul de alguno de los integrantes, llámese Alex Torres, Patricia Martínez, Patricia Sainea, Miyer Pineda, Luis Miguel Rodríguez…El Cotoplón, una casa antigua que servía de receptáculo a pintores, poetas y despistados en busca de norte, nos recibió varias veces. Recuerdo que entre sus blancas paredes, muy atentos, escuchamos y comentamos de viva voz los primeros cuentos de Pablo Montoya, quien ya preparaba sus alas para cruzar el Atlántico, rumbo a Paris, con aguacero. Me cuenta José Zuleta, que allá, en la Ciudad Luz, Pablo le dijo que esas experiencias iniciáticas son parte de sus buenos recuerdos.

Publicación de varios libros, la Antología Desde El Umbral, Poesía Colombiana en Transición, en dos tomos; Novelas colombianas desde la Heterodoxia, con ensayos sobre novelas representativas de las regiones,  son algunas muestras tangibles de un trabajo paciente, disciplinado y amoroso: el sueño que puedo ser si mañana despierto/ y sé que vivo/.  

 

LA ALEGRÍA LA ACABA DE CREAR ESTE POEMA

 

No a manera de balance, sino como constatación de la transitividad de la palabra en su dimensión estética, debo decir que por los predios de Si Mañana Despierto pasaron muchas personas, pero pocas se asumieron como escritores, esto es permitir la circulación de sus textos, publicar los libros que conocimos en ciernes y que auguraban un futuro prometedor. Con el paso del tiempo se fueron desprendiendo como las hojas de los árboles. Cuanto quisiera yo que algunos pasos sobre la hojarasca revivieran esa música pretérita.

De la nueva generación del grupo nos ha entusiasmado el ejercicio poético y vital de Álvaro Neil Franco y Miyer Fernando Pineda. Han mantenido la mano caliente, se han animado a publicar sus poemarios, crónicas y ensayos; eventualmente han ganado premios literarios, sin dejarse obnubilar por el espejismo. Siguen arando la tierra no prometida, leen a los grandes referentes y mantienen correspondencia secreta con los oráculos cotidianos. Cada uno fiel a su estilo, a sus temas recurrentes, a la música de adentro y de afuera que nutre su ritmo.

Álvaro Neil le ha apostado a los lares, a su Macondo y su Comala ancestrales, a su casa y la saga familiar que la circunda. Perros y cangrejos, gallos de pelea, piedras poderosas y filosofales, cayenos y galapos irradian sombra en su palabra epifánica. (El fruto más grande de un árbol es su sombra/ el fruto más grande del hombre es la poesía. (Edgar Ruales).

Su poesía transcurre como un río por las orillas de su casa, la casa del lenguaje familiar, cotidiano, solar y montañero. En ese diálogo fraterno y vehemente, salta por momentos “la bella fuerza” en imágenes de grata recepción:

   Regresa a los palos de escobo

   Donde aprendimos la redondez del mundo   (Tonada para Leonardo)

   Te recuerdo saliendo adelante

   Cuando fuiste a la quiebra con tu venta de helados  (Una carta a Isabel)

 

   Cuenta mi papá

   Que él nunca aprendió la palabra cangrejo

   Porque se encontraba en cualquier diccionario

   Mientras que cangarejo

   La conseguía debajo de las piedras

   En una quebrada que con su brisa de guayaba

   Sigue pasando por el pueblo  (Cuenta mi papá)

 

Intuyo como lector que cuando Álvaro se encontró con las voces de Lêdo Ivo, José Watanabe, Jorge Teillier, Geraldino Brasil, Aurelio Arturo y Héctor Rojas Herazo, se sintió muy feliz al comprobar que no estaba solo en la curva de la Tierra.

Miyer Fernando Pineda viene del altiplano tropical - me permito el oxímoron-porque en su atmósfera entre gótica y expresionista transitan poemas atrevidos, implacables, tocados por una ternura despiadada, como el eco del narval en la noche ártica. No es casualidad que algunos pintores de la bruma y el desarraigo desfilen por sus poemarios: Bacon, Munch, Klimnt, Egon Schiele…

Pero además, el bolero y el son, de estirpe antillana, el tango y sus desvaríos porteños, hacen parte de su banda sonora. Su poesía es una esponja que se satura de los líquidos corporales, pero también de las aguas turbias y contaminadas que le acerca su entorno. No es la ciudad de Dios la que se vislumbra en su horizonte, sino la otra, la que debió mirar con horror y sorpresa la mujer de Lot en su fuga frustrada. La mirada del poeta Pineda corre ese riesgo, se aventura en esos terrenos sombríos donde grietas, laberintos, ecos, huesos, fantasmas y carroña, giran en un calidoscopio de sombras en acecho.

Ya casi terminando vuelvo a medir el tamaño de tus grutas

Te desbordas y de ti misma te desprendes como un fruto

Aquí en el infierno sólo existe el río eterno de tu cuerpo

y de él pacientemente se alimentan los lobos

tu cuerpo es el único motivo para el canto

es la única razón para volver y cantar entre asesinos  (Desnuda eres el mar)

 

al poeta lo vencen los gusanos

al poema el olvido

al poema lo persigue la infecciosa tristeza

y a veces la monotonía de ventosa de algún sexo femenino

el poeta se pudre en la saliva de esa cloaca hambrienta

el poeta está condenado a la miseria, a la fealdad

el poema está condenado a un extraño aburrimiento

al poeta lo persiguen las deudas y las pulgas

al poema cerdos y/o mujeres  (Justicia Poética)

 

Escribe sobre él Darío Rodríguez: “Decir del cuerpo. Esa ha sido la búsqueda de Miyer Pineda, desde su primer libro, aquel Cuerpos en Braille, juvenil, desenfrenado. Como sucede con la pintura de Luis Caballero, la música de Schubert o los poemas de Francisco Hernández – a quienes por otra parte tanto deben todos sus textos- estas cacerías y asedios en la corporeidad suelen recorrer territorios inesperados, muchas veces angustiosos, no exentos de marginalidad, de violencia, solo con afán propiciatorio: quien se acerca a estas páginas más que leer asiste a una experiencia táctil, vital”

Desde Cartagena de Indias siempre nos llega un rumor, un sereno rumor de mar en calma. Es la voz amiga de Wilfredo Esteban Vega, especie de brújula que nos guía al norte, bien para contarnos que no existen murallas para el afecto, bien para invitarnos a participar en la revista que ha coordinado con esmero desde hace un buen tiempo: Cuadernos de Literatura del Caribe e Hispanoamérica. Ha sido nuestra casa natural y textual, en ella hemos publicado ensayos sobre poetas y narradores, además de haber asistido a homenajes en Cartagena y Barranquilla, tributados a excelsos escritores de la región: Héctor Rojas Herazo, Giovanni Quessep, Meira del Mar, Fanny Buitrago, Álvaro Miranda, Raúl Gómez Jattin, Rómulo Bustos, Gustavo Ibarra Merlano. La palabra como un hilo que va gestando el tejido de la literatura, trazando huellas para exorcizar al olvido.

Pero Wilfredo también se dejó arrastrar por la corriente de la Poesía y nos dejó para la colección de Si Mañana Despierto su libro El Retorno de las Caracolas, donde nos invita a navegar por los cauces de su infancia caribeña, con la pasión de los que nada esperan porque sabe que su estela mesurada nos atalaya en el umbral de un árbol, el frondoso árbol de la amistad y el desprendimiento: 

    

     Vuelvo a mis calles y no hallo regreso.

     A plena luz juego a las escondidas

     Innominado por todos.

     ¿Qué trazo se ha diluido en mi rostro?

 

     Soy el de las manos negadas

     Para la artesanía de barcos,

     El que arroja trozos de madera

     A las rutas de la lluvia,

     El que inunda de inocencia

     La vigilia de sus ventanas.

 

     No soy otro, soy yo

     A la espera reveladora

     Del grito:

     Un, dos, tres,

     Esteban, detrás del almendro. (Yo)

 

Aleyda Gutiérrez Mavesoy lo sintetiza en esta mínima semblanza: “Esteban no es bueno con las manualidades, casi siempre sus manos juegan a la emancipación de ese cuerpo de ex­-beibolista venido a profesor. (…) Y sin embargo cuando se trata de lidiar con el lápiz, esas mismas manos hacen alianza con las letras, las echan a volar en el papel, y las palabras semejan el movimiento de las olas en su playa de Crespo…ininteligibles.  Afortunadamente la tecnología salvó la poesía que habita en él y sus manos se dejan hacer en el teclado. Dubitativas van saltando por los niveles, creando uniones, dibujando señas y la caverna se ilumina en la pantalla, paso a paso –¿mano a mano?- como en la cocina. Esteban va tejiendo el hilo de la memoria y nos revela su experiencia íntima del devenir ser. Este libro de poemas nos lleva de la mano a través de los caminos recorridos por el hombre que salió muy joven del Caribe y ahora anda liando los hilos del recuerdo en cada verso porque –al igual que Odiseo- en el retorno a casa, “vuelvo a mis calles y no hallo regreso”.   

 

Eso somos, eso hemos sido en estas décadas de búsquedas y encuentros. Si Mañana Despierto, Corporación Literaria. Una utopía en medio del desencanto y las ilusiones aplazadas, pero también, una brújula para no extraviarnos en medio de las turbulencias. La última, la inesperada pandemia que nos confinó los cuerpos pero hizo volar los espíritus. Hemos mantenido la mano firme en el lápiz de cabeza borradora, en la pantalla que recoge a manera de espejo los hilos de nuestra imaginación para convertirlos en tejidos vitales, esto es, textos capaces de comunicar nuestro encuentro con la belleza en sus múltiples manifestaciones. Grato evocar espacios y vivencias, personas que hombro a hombro construyeron con nosotros esta ciudadela amurallada de los sueños.

 

JORGE ELIÉCER ORDÓÑEZ MUÑOZ

SANTIAGO DE CALI, DICIEMBRE 26 DE 2021.


Comentarios

  1. Excelente crítica.excelente docente. Un abrazo.

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  2. Me gusto debido a que muchas veces tenemos oportunidades, pero no sabemos lo suficiente para lograr abrirlas, es donde nos damos cuenta que la literatura, lectura, poemas y poesías nos ofrece conocimientos para lograr abrirlas, cabe aclarar que toda idea necesita un apoyo para lograr dar frutos, e aquí un ejemplo donde nos plantean un proceso, que a medida del tiempo fueron buscando más conocimiento de personas que tenían más experiencia de esos temas y lo fueron ampliando, cabe aclarar que todo éxito tiene su sacrificio, dónde fijamente nos plantean esas ideas con ciertos viajes realizados para lograr obtener esos resultados.

    Tener en cuenta que una mente pobre es una mente sin conocimiento y para ganar conocimiento la clave es: "Leer"

    V=(C+H)=E
    Vida=Conocimiento+Hechos=Éxito

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  3. La literatura es un mundo por descubrir, que a su vez nos invita a conocer la historia y el dejarnos envolver en sus líneas.
    El autor nos muestra cada sacrificio por el que pasó para lograr cada uno de sus objetivos. Aún así, actualmente la literatura se ha dejado de lado y es poco valorada, y lo que muchos no han logrado entender u observar es que es capaz de abrirnos diversas oportunidades, que al mismo tiempo permiten enriquecer el conocimiento de generación en generación y que con el pasar de el tiempo nos lleva a conocer nuevas perspectivas y lograr ver las situaciones que se nos presenten de forma diferente.

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  4. El tema llamo mi atención debido a que a lo largo de la vida tenemos varias oportunidades , las cales no podemos aprovechar por falta de conocimientos o por ser errados a diferentes ideas . Es aquí donde vemos la importancia de la lectura por medio de diferentes documentos ejemplo cuentos, poemas etc .Nos ofrece gran variedad de conocimiento abriendonos Los ojos para poder reconocer y tener idea de como explotar las oportunidades . Para esto como se presenta en el texto de buscar personas con mayor experiencia la cuales buscaron informacion para recolectar conocimientos esforzándose y arriesgándose para poder tener éxito y poder rendir frutos.

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