LA MUJER MÁS LUCHADORA DEL MUNDO

Aclaración y Desagravio
Nota aclaratoria y de desagravio para las profesoras Aura Yamile Barrera Rivera y Flor Ángela Calderón Pérez, profesoras de la sede Santana, IE Quebrada de Becerras. 
Escuela de Santana. Niños y profesoras de la Institución.
Un saludo para Yamile y Florecita
Ejemplo de Maestras que han cambiado desde el afecto la Institución
Debemos aclarar de manera enfática que el trabajo de las profesoras Yamile y Florecita, demuestra su entrega y dedicación para educar a los niños desde el afecto, la tolerancia, el respeto, el cariño y mucha comprensión... En el primer folleto con el que buscamos dar a conocer parte de los textos elaborados por los estudiantes, se da a entender en una de las historias que la práctica de maltratar a los niños -costumbre malsana que existió hace decenas de años atrás en miles de escuelas del país-, AÚN persiste en la Escuelita de Santana, cosa que no es cierta... Lamentablemente en ocasiones el manejo del lenguaje se presta para este tipo de malos entendidos... y debe aclararse que la educación de nuestros abuelos en ocasiones se caracterizó por hacer uso del maltrato... pero eso fue hace décadas y con profesoras pensionadas hace mucho tiempo -y seguramente no todas ellas- ... Hoy en día no es así... y estas prácticas no se dan en nuestra hermosa Escuelita de Santana. Ofrecemos disculpas a las profesoras y reconocemos su vocación de maestras ya que recomendaron volver productivo el malentendido mientras se reflexiona sobre esa verdad que resguarda la memoria de nuestros abuelos. 

También debe aclararse que tampoco es responsabilidad de la autora del texto... y que se trató de la filtración de un borrador anterior, pasado por alto por el Editor ... y que buscaba cuestionar lo que sucede con la Educación en la actualidad en Colombia cuando se niega el reconocimiento a sectores de la población como los grupos LGBTI o cuando se desvía el dinero de la Educación, para la guerra o hacia los bolsillos de los corruptos... haciendo de la Escuela (en general ) hoy en día, un verdadero Horror...
 Que lo anterior realce la importancia de la Quebecrónica que presentamos a continuación...

LA MUJER MÁS LUCHADORA DEL MUNDO

Por Laura Tamayo


Ana Silvia Camargo Gonzales es una de esas personas que no se dio cuenta de que tejió su vida en un canasto; a base de desgracias en un principio pero con el tiempo, con mucho esfuerzo y dedicación, las cosas comenzaron a mejorar. Hoy en día esta mujer es conocida en la cuadra como la señora de los canastos.
Pero como todas las historias, ésta comienza mucho más allá, en el tiempo. El abuelo de Ana, don Jesús Camargo Barreto, era el dueño de estas tierras y de otras en municipios aledaños. El señor Camargo era adinerado. Se dice que tuvo cuatro hijos con una muchachita de 13 años llamada Isabela Camargo. Don Jesús tenía entonces 64.
Cuentan que cuando don Jesús falleció, su hermano Roberto se quedó con todo dejándole a doña Isabela y a sus hijos, una finca en Quebrada de Becerras. Los hijos de doña Isabela son Fermín, Rafael, Santos y Rosa. Rafael es mi abuelo y fue quien me contó esta historia.
Rafael se casó con Ana Julia Gonzales Gonzales y con ella tuvo ocho hijos: Oscar, Ana, María, Lucero, Ernesto, Nelly, Rodrigo y Miguel. Ana es mi mamá.
La infancia de Ana fue como la de cualquier otra niña; sin embargo la situación cambió por problemas económicos. Entonces Ana tuvo que ponerse a trabajar. Su labor consistía en conseguir los materiales para la elaboración de canastas de bejuco y de chusque. Mi madre me cuenta que en ese entonces se les llamaba canastas y no canastos como se les dice hoy; la razón es el material que se usaba para su fabricación. Agrega que acompañaba a su hermano Oscar a la profundidad del monte para buscar los elementos que permitirían hacer las canastas.


Tenían que comer frutos desconocidos porque no había nada más; así lo recuerda ella y yo me conmuevo al ver sus ojos. Mi madre estudió hasta cuarto de primaria en la escuela de Santana. Me cuenta que en esa época había dos profesoras que incluso llegaban a golpear a los niños si estos no se comportaban; o en ocasiones exageraban las quejas a los padres quienes maltrataban a los niños. 
Desde entonces la Educación en Colombia ha cambiado pero con la corrupción y la intolerancia pareciera que no se quiere sacar a la Escuela de ese horror.
Le pido a mi madre que me cuente más sobre la escuela y agrega que en ese entonces la edificación era la mitad de ladrillo y la otra mitad de adobe; recuerda con especial atención a una profesora que les pegaba con una vara de rosa, o quien hacía que los niños sostuvieran dos ladrillos en cada mano, arrodillados y por mucho tiempo; también los dejaban sin recreo y sin onces, razón por la cual se veían pocos niños en el patio.
Ya volviendo a los canastos, mi madre dice que este trabajo le provocó reumatismo. Ahora se le inflaman las articulaciones y le duelen las manos; aun así ella trabaja; el dolor no puede ser obstáculo para dejar de luchar. Sin embargo en esa época ella decidió trabajar en otras cosas porque sus manos se ampollaron y le dolían mucho.
Entonces comenzó a trabajar como empleada doméstica. Bajaba a la ciudad en caballo o a pie. Es duro saber que no recibía dinero por su labor porque su mamá era quien cobraba y se quedaba con el dinero. Después de mucho tiempo decidió retomar las artesanías; ahora hacía perreras, cubierteros y roperos. Cuando le pregunto que quién le enseñó a hacer estos elementos, ella me dice que fueron sus padres.

Lo que más llama la atención de su vida es un acercamiento al otro mundo. Es difícil de comprender porque puede ser la imaginación de una niña sumada a relatos de los vecinos de la vereda. Cuando le pido que me explique eso aún más, recuerda que vio cosas extrañas en la casa de sus abuelos maternos, Guillermina y Alejandro. Ellos vivían en la vereda Quebrada de Becerras;  muchos testigos relatan que su abuelo había hecho un pacto con el diablo y esta historia la aterrorizaba.
Esto se sumaba a ciertos comportamientos extraños del padre quién no soportaba escuchar ruidos y quien por tanto exigía que la casa se mantuviera en silencio. No puedo imaginarme el silencio de la vereda más el silencio de la casa, y en ella a mi madre meditando en silencio sobre esa situación, sin comprender la causa de la imposición machista: el silencio.
Quiero pensar que heredé la imaginación de mi madre, y que es cierto que fue en ese pacto que el abuelo Alejandro aprendió a hacer los canastos; esto es muy gracioso porque entonces tendríamos que aceptar que el diablo sabe hacer canastos y que en cierto sentido se preocupaba para que toda esta vereda tuviera cómo subsistir.
Mi madre creció. A los 19 años ya sabía hacer canastos con tablas y gaita. La gaita la traen del Arenal. Ni siquiera hacer canastos se ha salvado de la guerra porque dicen que la guerrilla o a lo mejor otros grupos, cobran por el uso de este material. Mi madre se recuerda a esa edad porque entonces recibió su primer sueldo. Sin embargo su capacidad de asombro no disminuía y se sumaba a las historias que les contaban de niños para asustarlos, y que ellos nos cuentan ahora a nosotros para asustarnos. Eso hace parte de la tradición, asustarnos con leyendas y narraciones.
Los vecinos de Santana cuentan historias de la Llorona; que la vieron rondando una finca que se creía maldita y que muchas almas la seguían; espíritus azules, blancos y naranjas. Dicen que se presenta a comienzos de noviembre pero que hace mucho tiempo ya nadie la ha vuelto a ver.
A sus 29 años tuvo una relación con el hijo de un terrateniente de la vereda del Carmen, don Jorge Helí Tamayo Medina con quien tuvo una hija: Laura Elizabeth Tamayo Camargo.
La tradición indicaba matrimonio pero Jorge Helí no trabajaba y mi madre decidió criar sola a su hija. Era una luchadora, así que entendió que tenía que darle educación a la niña en la escuela de Santana; sin embargo allí solo había hasta Quinto de primaria, y esto sumado a mucha presión por chismes, se marchó de Santana y comenzó a construir una casa en una finca heredada por su abuelo. Allí la hija podría continuar con sus estudios y pensar en salir adelante.

Mi madre ahora está enferma pero sigue adelante. Tiene Osteoporosis e Hipertiroidismo. Sé que tengo que estudiar y ayudarla con el tiempo; por ahora ayudo en la casa y escribo su historia para hacerle un homenaje. Ojalá pueda tener esta historia un final feliz porque lo que le espera a los canastos es dejar de existir, al menos que se encuentren otro tipo de materiales para su fabricación.

Comentarios

  1. Me pareció maravillosos ver como se valora lo nuestro, como se rescata la tradición y como a través de la palabra se demuestra el respeto, el amor y el agradecimiento al esfuerzo de una madre. Muy buena Quebecrónica! Felicidades.

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  2. Me pareció maravilloso ver como se valora lo nuestro, como se rescata la tradición y como a través de la palabra se demuestra el respeto, el amor y el agradecimiento al esfuerzo de una madre. Muy buena Quebecrónica. Felicidades!

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