A PROPÓSITO DE INFORMES: POEMAS DE DIANA CAROLINA DAZA
Algún día Diana Carolina Daza entró a nuestras vidas y nos amadrinó; su presencia como una piedra de toque y su amistad como una forma de depurar los hallazgos cotidianos; así conocimos a los amigos de la Raíz Invertida, a Alejandro y a Saúl, porque solo la poesía puede atraer la poesía... Y ahora ya pasaron muchos años y con tanto cansancio y tanta indiferencia, la poesía se asume como ungüento, como umbral al silencio que se refugia en el lenguaje. Gracias madrina por los poemas y ojalá el vino se depure cuando volvamos a encontrarnos... Y pasen la voz; a lo mejor algunas de estas líneas alivian a algún lector secreto.
MFP
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Gabo, Miyer, Diana y Alejandro en la IE QUEBEC |
POEMAS DE DIANA CAROLINA DAZA
Informe
1
Mientras las madres
se lanzan de los puentes con sus hijos
y los adictos a la cocaína aumentan
los suicidios y
el horror aumentan
los campesinos y los
ríos desaparecen
los lideres de paz
d e s a p a r e c e n
Nosotros aquí
llenando papelitos con palabras huecas
que no arreglan nada
pero aseguran comida y arena para los
gatos.
Esta
angustia de sentirse amenazado
no
se puede explicar en un documento
de Excel.
La burocracia siempre gana
¡Esa señora sí que sabe lo que hace!
aprendamos entonces su lenguaje
cuidemos puntos, comas y párrafos
para justificar el tiempo y sobrevivir.
Alcemos la copa
y contemplemos el fin de la humanidad
desde el balcón
donde una vez al mes
nos sentimos millonarios
y a salvo.
Escritura
de las moscas
Atiendo al consejo de Eliot:
asumo este intento de aprender a usar las palabras
como
un nuevo comienzo
otro
tipo de fracaso
y entregó a la corriente
este campo minado de lugares comunes
que no alcanzaron a estallar en las
palabras:
Abuso infantil
Feminicidio.
No hay trampa poética
ni duende
que puedan nombrar el horror.
Estos lugares comunes
escriben
la historia de mi país.
Las
letras que intentan disfrazarlos
salen del papel
y
toman la forma de las moscas
que aturdidas por los gritos y los
golpes
van a buscar los muertos que nos faltan
y que también olvidaremos.
Fidelina
Obrera de la tierra
partera de becerros y cosechas de fruta
dama de hierro fundido en néctar de flores y leche
perfume de hierba y leña.
Cargas en el vientre
las heridas de los hijos enfermos
los hijos que no volvieron
los hijos de los hijos que no engendraste
pero vieron la luz en tus manos.
Tú, un nombre
escrito con sudor en los árboles
es la huella del trabajo de la mujer en el campo
heroína invisible de los pueblos.
Diane Arbus
He
venido a hablarte de la admiración que sentí al entrar en el cuarto oscuro
donde revelaste la belleza de los desterrados del sol, y termino entregándote
el retrato de una mujer mutilada por su propia mano. No me lo estás
preguntando, nadie lo pregunta, pero este estado de infertilidad en las
palabras es miserable.
Sin
que mis páginas florezcan, insisto en escribir, pero solo una pesada capa de
musgo, que cambia de verde a gris, de gris a negro, se extiende sobre
ellas. Mis palabras no han alcanzado a
ser más que leña verde, fetos de pájaros y tigres y cometas sumergidos en
frascos con formol, puestos sobre la repisa de los intentos fallidos.
Hannah Hill
Intento
terminar la carta para el holandés y aparece la sombra de tu hijo, ese que
nació para robarte la voz y los aplausos. Mientras su nombre crecía, las luces
de Lily Harley se apagaban en el cartel y con ellas la música del piano en tu
cabeza, los viajes a New York, el sonido de la máquina que remendaba el hambre.
Te
imagino sentada junto a la ventana del Cane Hill, rompiendo galletas con las manos creyendo que son
hojas secas. Sonríes, cantas, tejes en el aire.
No te perdiste de nada,
las madres sufren, los rostros de la guerra son otros, pero aún nos condenan al
miedo, las cámaras de gas ahora abren sus llaves en nuestro pensamiento. El
hambre y la pobreza de la humanidad aún son ese paisaje que a nadie le importa.
Alejandra
El hastío por un padre,
una madre y una hermana, condenados a los buenos modales. Sartre y las
anfetaminas. Sasha, Flora, Buma, Blumita o Blímile, o todas juntas
desangrándose en las páginas. Una cajetilla tras otra consumida a escondidas.
Olga, Liz, Julio y Bretón. El reposo en un pecho de cuarenta, el deseo ausente
en una boca de veinte, el amor como náufrago, la soledad como gobierno.
Alejandra, tu nombre
ensordece, puedes estar tranquila, dejaste de ser esa pregunta tartamuda,
rebotando en un abismo.
Nadie
sabe para quién trabaja.
Absenta para Lautrec
una marca en el pecho para Silva
sesenta de seconal para Caicedo
corbatas
para Ledezma
tres
disparos para Gaitán
cinco
para Garzón
el cáncer
una bomba de aturdimiento.
La muerte
se entrena pacientemente
para alcanzar la excelencia
en el difícil arte
de la despedida.
Dacia Maraini
Tus noches de fin de año
llegaron como el verbo que conjugaba el tiempo en el que viajábamos en casa.
Fue difícil escapar de ese cuadro que pintabas con tus palabras. Ese espacio
blanco cubierto de agua rota y cuellos torcidos.
Llegaste con tus noches
de fin de año y tu dragón de oro, para recordarnos que estos últimos días han
sido un largo y sostenido gemido de dolor.
La música de mi madre y su cáncer, con su colección de cajas de
hidromorfona y dextrosa. Ella que ya no habla, no se mueve, no mira con amor.
Mi madre, esa herida en
la que todos hemos ido cayendo.
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