GENEALOGÍA DEL FANATISMO por Emil Ciorán


En estos días, cierto caudillo innombrable intenta volver a poner de moda el famoso "castrochavismo", en un afán desesperado por comenzar desde ya, el terror, para la próxima campaña presidencial. No fue cierto que le entregaran el país a las FARC, o que quisieran volver homosexuales a nuestros niños o que le fueran a quitar las pensiones a los ancianos para dárselas a la guerrilla, como lo hicieron creer durante la campaña por el Plebiscito. Por el contrario, han asesinado hasta el momento a 215 de estas personas que creyeron en esa palabra extraña: PAZ, e incluso a uno de ellos le fusilaron a sus dos hijos. Y mientras, los escándalos son el pan de cada día: por un lado, la verborrea moral de esta clase política se cae y se hace trizas cuando aparecen el ÑEÑE o MEMO Fantasma, o cuando el país se entera de que la vicepresidenta pagó una fianza de 150 mil dólares en EEUU para que su hermano, traficante, saliera de prisión, y por el otro, esos malditos y miserables escándalos de integrantes de las FFMM, asesinos de perros y violadores de niñas. Y en la mitad, ese Fiscal que parece en ocasiones una caricatura defendiendo lo indefendible y aplazando lo inaplazable mientras alrededor siguen cayendo los cuerpos de los líderes sociales sin que nadie diga nada.

Hay Alcaldes y Gobernadores investigados por malversar los dineros que se destinan para que ayuden a la gente en la Pandemia, y se decidió darle más importancia a la economía que a la vida humana, y en las últimas semanas se tienen cifras escalofriantes de más de 130 muertos al día... Y así vamos; sin verdaderos liderazgos políticos en la mayoría de ciudades del país, lo que nos demuestra la importancia de elegir a personas que en verdad se preparen para esos cargos; y mientras, en la Escuela se ha llegado al atavismo o a la histeria con una cantidad exorbitante de reuniones por zoom, meet y cuanta plataforma pueda utilizarse; ya no damos más con tantas capacitaciones, preparadas, seguramente, para justificar gastos, mientras se le quita tiempo a los verdaderos docentes que están intentando hacer que sus estudiantes trabajen a distancia. Más o menos así va el balance de estos días... Así que fuimos a la Biblioteca, y para la clase de hoy, traemos a uno de esos filósofos parias y expatriados que es capaz de demoler la verborrea que encubre la filosofía, y el aula y la política, a ver si alguien es capaz de masticar estas palabras y sacarles el jugo y acercarse a eso que llaman lucidez. Ahí nos vemos, y roten si pueden. 
 MFP



GENEALOGÍA DEL FANATISMO


Emil Ciorán (1911-1995) 

Del libro 
Breviario de Podredumbre

En sí misma, toda idea es neutra o debería serlo; pero el hombre la anima, proyecta en ella sus llamas y sus demencias; impura, transformada en creencia, se inserta en el tiempo, adopta figura de suceso: el paso de la lógica a la epilepsia se ha consumado... Así nacen las ideologías, las doctrinas y las farsas sangrientas. Idólatras por instinto, convertimos en incondicionados los objetos de nuestros sueños y de nuestros intereses. La historia no es más que un desfile de falsos Absolutos, una sucesión de templos elevados a pretextos, un envilecimiento del espíritu ante lo Improbable. Incluso cuando se aleja de la religión el hombre permanece sujeto a ella; agotándose en forjar simulacros de dioses, los adopta después febrilmente: su necesidad de ficción, de mitología, triunfa sobre la evidencia y el ridículo. Su capacidad de adorar es responsable de todos sus crímenes: el que ama indebidamente a un dios obliga a los otros a amarlo, en espera de exterminarlos si rehúsan. No hay intolerancia, intransigencia ideológica o proselitismo que no revelen el fondo bestial del entusiasmo. Que pierda el hombre su facultad de indiferencia: se convierte en asesino virtual; que transforme su idea en dios: las consecuencias son incalculables. No se mata más que en nombre de un dios o de sus sucedáneos: los excesos suscitados por la diosa Razón, por la idea de nación, de clase o de raza son parientes de los de la Inquisición o la reforma. Las épocas de fervor sobresalen en hazañas sanguinarias: Santa Teresa no podía por menos de ser contemporánea de los autos de fe y Lutero de la matanza de los campesinos. En las crisis místicas, los gemidos de las víctimas son paralelos a los gemidos del éxtasis... Patíbulos, calabozos y mazmorras no prosperan más que a la sombra de una fe, de esa necesidad de creer que ha infestado el espíritu para siempre. El diablo palidece junto a quien dispone de una verdad, de su verdad. Somos injustos con los Nerones o los Tiberios: ellos no inventaron el concepto de herético: no fueron sino soñadores degenerados que se divertían con las matanzas. Los verdaderos criminales son los que establecen una ortodoxia sobre el plano religioso o político, los que distinguen entre el fiel y el cismático. En cuanto nos rehusamos a admitir el carácter intercambiable de las ideas, la sangre corre... Bajo las resoluciones firmes se yergue un puñal; lo ojos llameantes presagian el crimen. Jamás el espíritu dubitativo, aquejado del hamletismo, fue pernicioso: el principio del mal reside en la tensión de la voluntad, en la ineptitud para el quietismo, en la megalomanía prometeica de una raza que revienta de ideal, que estalla bajo sus convicciones y la cual, por haberse complacido en despreciar la duda y la pereza -vicios más nobles que todas sus virtudes-, se ha internado en una vía de perdición, en la historia, en esa mezcla indecente de banalidad y apocalipsis... Las certezas abundan en ella: suprimidlas y suprimiréis sobre todo sus consecuencias: reconstituiréis el paraíso. ¿Qué es la Caída sino la búsqueda de una verdad y la certeza de haberla encontrado, la pasión por un dogma, el establecimiento de un dogma? De ello resulta el fanatismo -tara capital que da al hombre el gusto por la eficacia, por la profecía y el terror-, lepra lírica que contamina las almas, las somete, las tritura o las exalta... No escapan más que los escépticos (o los perezosos y los estetas), porque no proponen nada, porque -verdaderos bienhechores de la humanidad- destruyen los prejuicios y analizan el delirio. Me siento más seguro junto a un Pirrón que junto a un San Pablo, por la razón de que una sabiduría de humoradas es más dulce que una santidad desenfrenada. En un espíritu ardiente encontramos la bestia de presa disfrazada; no podríamos defendernos demasiado de las garras de un profeta... En cuanto eleve la voz, sea en nombre del cielo, de la ciudad o de otros pretextos, alejaos de él: sátiro de vuestra soledad, no os perdona el vivir más acá de sus verdades y sus arrebatos; quiere haceros compartir su histeria, su bien, imponérosla y desfiguraros. Un ser poseído por una creencia y que no buscase comunicársela a otros es un fenómeno extraño a la tierra, donde la obsesión de la salvación vuelve la vida irrespirable. Mirad en torno a vosotros: Por todas partes larvas que predican; cada institución traduce una misión; los ayuntamientos tienen su absoluto como los templos; la administración, con sus reglamentos -metafísica para uso de monos...- Todos se esfuerzan por remediar la vida de todos: aspiran a ello hasta los mendigos, incluso los incurables; las aceras del mundo y los hospitales rebosan de reformadores. El ansia de llegar a ser fuente de sucesos actúa sobre cada uno como un desorden mental o una maldición elegida. La sociedad es un infierno de salvadores. Lo que buscaba Diógenes con su linterna era un indiferente... Me basta escuchar a alguien hablar sinceramente de ideal, de porvenir, de filosofía, escucharle decir «nosotros», con una inflexión de seguridad, invocar a los «otros» y sentirse su intérprete, para que le considere mi enemigo. Veo en él un tirano fallido, casi un verdugo, tan odioso como los tiranos y verdugos de gran clase. Es que toda fe ejerce una forma de terror, tanto más temible cuanto que los «puros» son sus agentes. Se sospecha de los ladinos, de los bribones, de los tramposos; sin embargo, no sabríamos imputarles ninguna de las grandes convulsiones de la historia; no creyendo en nada, no hurgan vuestros corazones, ni vuestros pensamientos más íntimos; os abandonan a vuestra molicie, a vuestra desesperación o a vuestra inutilidad; la humanidad les debe los pocos momentos de prosperidad que ha conocido; son ellos los que salvan a los pueblos que los fanáticos torturan y los «idealistas» arruinan. Sin doctrinas, no tienen más que caprichos e intereses, vicios acomodaticios, mil veces más soportables que el despotismo de los principios; porque todos los males de la vida vienen de una «concepción de la vida». Un hombre político cumplido debería profundizar en los sofistas antiguos y tomar lecciones de canto; y de corrupción... El fanático es incorruptible: si mata por una idea, puede igualmente hacerse matar por ella; en los dos casos, tirano o mártir, es un monstruo. No hay seres más peligrosos que los que han sufrido por una creencia: los grandes perseguidores se reclutan entre los mártires a los que no se ha cortado la cabeza. Lejos de disminuir el apetito de poder, el sufrimiento lo exaspera; por eso el espíritu se siente más a gusto en la sociedad de un fanfarrón que en la de un mártir; y nada le repugna tanto como ese espectáculo donde se muere por una idea... Harto de lo sublime y de carnicerías, sueña con un aburrimiento provinciano a escala universal, con una Historia cuyo estancamiento sería tal que la duda se dibujaría como un acontecimiento y la esperanza como una calamidad...

Comentarios

  1. "Hay que aferrarse a una tarea y sumirse en ella; es la única forma de suprimir ese intervalo que nos separa de las cosas y del que está hecha la conciencia.Conciencia, es decir, no participación, mi estado habitual". CUADERNOS 1957 -1972.

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